viernes, junio 06, 2025

DIVAGACIONES DE UNA MAÑANA DE JUNIO.

 







Un cosmos fósil. Somos pasajeros del tiempo. Ojos blancos bailando con intemperie del planeta tierra. El asombro conquista el vieje. El viaje al infinito de nuestra sustancia, de nuestra esencia. Las ojeras retoman cercanía y aquí donde no hay atmósfera se respira el sosiego, el silencio de una supernova que nos invita a moldearnos según ese instante…ese instante eviterno en las horas. Y las horas, dónde están. Un amago de malestar se posa sobre los hombros. Y miramos. Y volvemos a mirar a la nada. A este imperio cosmológico interminable, continuo entre el caos y el callar.  Y ahora aquí, en este mundo que nos contiene. Observamos el balanceo del oleaje. Viene y va. Va y viene. La vida se siempre en cualquier momento ¿Estamos solos? Solos y nuestros miedos, presionando las tripas hasta ser hijos no más de este universo, sibilino, misterioso. Errante en vidas ausentes en el tiempo. Huelo una rosa y escrutinio con el cuidado estas raíces que nos amparan. Estamos , somos una especie perdida en un sistema oscuro, desconocido con el deseo de encontrarnos. Sí, encontrarnos y tal vez y, quizás en el curso de los siglos no estemos tan solos en la enfermedad. Despierto y recuerdo como terráquea que somos hijos de los vientos, de los mares, de las lluvias , de esta atmósfera que nos permite cobijarnos en el ahora, en el presente. Sin embargo, nos hacemos daño. Las batallas absurdas¡, las batallas pérdidas son nuestra compulsión arrebatada, injusta. Abrimos los ojos y la pena arrebata una sonrisa, una vida. Y de hecho, seguimos , amamos, odiamos. Una contrariedad que nos encoje en un rincón de esta galaxia, solos, abatidos en la globalidad enferma.