miércoles, junio 29, 2011


Bajo el fondo donde el corrimiento de la insonoridad
Convive con las derrotas de las acaricias.
El silencio entre marismas que no desfallecen
Cuando un cuerpo intenta avanzar y no puede.
Todo se vuelve marrón hasta arrancar sus sueños
De los balandros cual navegaban sin rumbo.
La bruma acecha, se enquista en sus huesos
Al mismo tiempo que montañas oscuras
Se hacen invisibles a su ascenso a la vida, a la vida.
Sin embargo, escucha una cascada, un correr de agua
Que escupe toda desesperanza en su azul cabalgar.
Se agarra a la gruta de un árbol que la lleva por caminos
Donde el orbitar de antorchas de luciérnagas la hace vertientes
De un ocaso del atardecer donde la paz es belleza impecable.
Desde entonces reside bajo ese árbol de hojas perennes,
De calidez eterna.

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