miércoles, junio 22, 2011

La niebla y ella...(relato)


La niebla arrastraba sus piernas en busca de algún foco luminoso. Su humedad a veces se estampaba contra sus párpados. La luna había desaparecido. No veía nada solo figuras abstractas desconocidas. Pero ella seguía avanzando. Tenía que llegar a la orilla después de haber dejado la avenida. Allí una barca de no muy grandes dimensiones la aguardaba. Se iba. ¡Sí¡ Dejaba atrás sus errores induciendo su alma al navegar con la densidad de una ceguera. ¿A dónde iba? Eso es difícil de saber solo navegar por la quieta marea hasta que aclarase y lo gélido de sus recuerdos se evaporase. Atrás no dejaba a nadie, todos para ella habían muerto, fenecido en ese mundo de vivos por las murallas que les habían impuesto. Ahora solo ella, la niebla, la barca y el océano. No tenía llantos. No poseía penas. Solo un hormigueo en su cuerpo sobre lo que le deparará el día venidero.
Niebla:
¿A dónde vas mujer a estas horas?
Ella:
A donde el destino me lleve. No tengo rumbo, sino el prefijado por los astros. Esos astros invisibles por tu tosco telón.
Niebla:
Si eres hija del destino no necesitas de estrellas, de luna para tu camino.
Ella:
Muy cierto eso que dices. Pero tanta oscuridad…
Niebla:
No temas. La mar está serena ella te acompaña y ella te llevará donde tus sueños han edificado esa tierra de tu felicidad, de tu felicidad…
Ella:
¡Ay la tierra de mis sueños¡ Sabes como es…Una tierra donde la penumbra de las balas no existen, donde el hambre solo es una fogata helada extinguida, donde la palabra es honestad, donde la sed no sea derrumbe entre pueblos, donde los nativos no sean talados de sus costumbres, donde las minas no arranquen vidas, donde mujeres y niños no sean explotados.
Niebla:
No escuchas ya las aves que en el alba danzan con las mareas.
Ella:
Si. Cerca pero lejano. Parece que te vas, que te despides.
Niebla:
El sol te da la bienvenida y ellas te llevarán a esa isla donde la frondosidad será calidez para tus sentimientos.

Llega a la otra orilla, es idéntica a la que ha dejado. La misma arena, la misma avenida, los mismos edificios. Pero algo ha cambiado. Se baja de la barca. Se encuentra cansada pero una fuerza de atracción la lleva hasta la ciudad. Algo ha cambiado la saludan cada persona que pasa al lado de ella. Ella igualmente contesta. Cuando intenta acercarse algún ser que la mira con gesto sonriente no puede, no puede. Es como si una barrera invisible le impidiera el paso, el tacto. No puede tocar nada, solo lo que pisa.

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