Con un tiempo que se detiene. Con
la sonrisa perfecta emergiendo de las entrañas de un amanecer al encuentro del
despertar de la armonía. Con la dejadez de los recuerdos amargos en un baúl
cuyos candados eternos permanecerá ahí en un rincón de no se sabe donde. Con el
clamor de una lluvia que le invita tras cada tintineo en su ventana a salir, a
ser parte de la atmósfera que se respira en la ciudad. Con el comienzo de un
año donde todos o casi todos ponemos una pizca de ilusión a nuestros pasos, a
cada huella dejada atrás con las alas azules de la esperanza. Con su abrigo,
con una bufanda y un gorro gris que nos más deja ver sus ojos luminosos, el
entusiasmo de otra jornada más. Otro día donde el renovar de las energías hacia
la edificación de los sueños y promesas que su alma ofrece las lleva en el
bolsillo de su abrigo gris. Pasea por las calles. Solitarias a esas horas. La
fiesta ya ha acabado. Solo el trinar de los pajarillos y el rumor de las olas
vienen a el en ese especial saludo a la vida. Un cielo gris y una lluvia que no
para, que no para como fino telón translúcido de un otoño. Se arrima a un
ficus, un añejo ficus que le invita a sentarse bajo su verde caparazón. Ahí se
protegerá de la lluvia, de esa liviana sustancia que corretea por su abrigo gris.
Apoya su espalda en su tronco y mira hacia arriba. Hacía esa tupida naturaleza
de la que inhala el grito de la felicidad. Algún que otro resacado pasa ante
él. Se tambalea. Lo mira. Y sigue con ese vaivén a un lugar desconocido por él.
Parece que la lluvia toma la calma, se detiene y en ese momento oye la voz del
ficus. De ese árbol de raíces enrevesadas que no deja que crezca la hierba a su
alrededor.
-
¡Que haces aquí hombre del hoy¡ Es año nuevo y la luz
de las montañas se abren para que seamos cavilar de un futuro mejor, si no
mejor más agradable que pasar.
-
Respiro.
-
¡Respirar¡
-
Si respiro de ti. De este poco de naturaleza que queda
en esta gran ciudad.
-
Que agradable sorpresa. Respirar. Tu respiración me
suena a respeto a toda mi estructura.
-
Pues si. Quiero empezar el año sintiendo lo poco que
queda del reino natural, de la escasa vegetación que impregna esta ciudad. Te
molesta.
-
No. Como va molestarme que alguien este bajo mi sombra
absorbiendo el aroma que explosiono cuando a cada estación soy castigado por la
polución.
-
Pasaré aquí unas horas, mejor dicho, como si el tiempo
no existiera, como si yo fuera invisible corpulencia que no más puede ser
comparada con una pesada piedra. No tengo prisa. La prisa atropella cada ilusión,
cada calma que de aquí se desprende.
-
Sí, nos haremos compañía. Tu con tus sueños y yo
revitalizando el paisaje con estos pajarillos que se posan en mis ramas.
Sobre las hojas
secas se quedó dormido, un dormir sereno mecido por la musicalidad de esos
cantores mañaneros de plumas verdes, negras, azules y el rozar de las ramas
cuando el viento se alza con su perfume.
No hay comentarios:
Publicar un comentario