sábado, enero 26, 2013

Tú...


Tú,
Descenso por los barrancos
Que desemboca en un océano
Donde el gemido de las olas
Te llevan y te traen
Como viento tempestuoso
De los besos.
Eso pensaba mientras las estrellas de la noche se iban, se extinguían en las alas nutridas por la aurora. Sí, estaba enamorado. Cada margarita que recogía en sus paseos matutinos era el si y el no del amor. Creía en esas cosas o eso parecía. Se tenía que agarrar en algo aunque solo fuera en una flor. Una flor que a medida que sus pétalos eran llevados por la brisa le iban diciendo si o no. Su paso era pausado metido en un cavilar que iba haciendo la imagen de ella en su mente ¿Acaso existía? Se llegó a preguntar. No, no había llegado aún. Pero el era paciente. Para que tener prisas. Solo se puede apurar si la muerte negra viniera a por el, a por su esencia. Mientras seguía y seguía con el pensamiento de la llegada de su amor. De esa mujer ideal que se había creado en su mente. Una ráfaga de viento fuerte y frío dio con su rostro y eso le hizo renovar la fuerza de la espera. Se sentía feliz así, solo.

Tú,
Asciendes por las nubes
Donde el gris de su mirada
Anuncia una lejana distancia
Que se estira y contrae
Como aves en el aire
En busca de otras tierras
Donde la caricia
Sea ese eco de gotas
Que hace danzar
En la esperanza.


Solo bailaba en su paseo. No quería que alguien lo interrumpiera en ese instante de llamada de su ser, de su esencia. Se detuvo, miró ese cielo que ya pasaba a unas doradas avalanchas de esplendor. Se sentía maravillado, en conjunción con el juego que la naturaleza iba creando y respiró muy hondo, muy profundamente.  Se sentía dichoso y no sabía por qué. Así solo como parte de aroma del crepúsculo que nos guía por las entrañas de nuestro corazón. Se quitó el sombrero que llevaba, se deshizo de la chaqueta y con el frío otoñal dejó poco a poco su cuerpo desnudo. Por qué no, se preguntaba. Entregarse a ese océano cuya sonata anuncia el renacer de una nueva espera.
   Tú,
Si a ti
Te amo
Tu vuelo invisible
Me llama a las fogatas
Que aguardan tu presencia
Y yo vengo y voy
Con el murmullo de la marea
Como piel tuya.
Te quiero.
Siempre lo digo
Y  no se por qué
Aunque los temblores de tu presencia
Sean ciegos sigo aquí
Aquí
¡Aquí…¡

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