domingo, febrero 15, 2015

Las primeras...

Las primeras luces del alba. El ritmo de los pajarillos esbozando el canto de la vida. Camina hacia su balcón. Un balcón donde las flores allí colgadas la premian con su gran colorido. Se asoma. En el horizonte un océano claro y una bóveda naranjada. No sabe lo que va hacer hoy, tal vez respirar. Inspirar y espirar el aliento de la mañana. Medita sobre las estaciones idas. Se vuelve. Y en su salón el piano. Hace tiempo que sus dedos inducidos por su corazón no componen algo que la lleve a otras esferas de este mundo. Se sienta y comienza ser caricia de cada una de las teclas hasta que una tonada le llegue, la albergue en un espacio lejano. Lejos, muy lejos. Algo suena. Algo que le hace cerrar su mirada a su derredor. Suspira y mientras una puerta se abre. Ella está sola. Pero alguien la escucha. Serán las paredes de esa vacía casa. La oscuridad de su alma es sesgada y emprende una huída a algún paraíso perdido. La puerta se cierra. Alguien anda detrás. Por un momento mira pero nadie hay. Continúa tocando y tocando hasta que se siente cansada. Una sombra se posa en su espalda. No siente temor. Está consumiéndose en su piano. La abrazan ¿Quién será? Una niebla penetra por el balcón y acoge toda la habitación. No se ve nada. La nada ronda a su derredor. Ella en calma continúa tocando. No necesita ver cada tecla, cada nota. De inmediato desaparece y sobre su piano pétalos blancos de rosas reposan. El aroma que insuflan le agrada. Intenta coger uno y cenizas se hace en sus dedos. Llora, no sé por qué. Es como si la vida se le hubiera ido. Se desploma. Su última composición es atmósfera que la envuelve como sudario desgastado.  



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