Sí. Te he dicho que si y no te das cuentas. No quieres
sobrevolar a ras de la realidad. Tus sueños se esconden, se sumergen bajo tierras
movedizas difíciles de salvar. Aquí estoy, tomándome un café mientras un
cigarro en espiral emigra por tierras lejanas. Esas tierras donde tu yo iremos
galoparemos a son de las nubes, con el tintineo del viento norte que pulirá
nuestros rostros de pureza. Sé que no me escuchas, que mueles todo el eco
sonoro de la alegría en una cierta nostalgia ¿Para qué? El ayer es solo navaja
que se cuece en tu garganta. Te rajas, te lastimas y no te das cuenta. Ven, te
digo. Ven aquí donde el arco iris florece cada alba con el soplo de horizontes
no muy lejanos. Subamos a ese roque, alarguemos nuestros brazos y volemos con
el impulso de alas imaginarias que no da sostén para el continuar. Sigo
hablando y no me escuchas. Miras atrás. No ¡No¡ el pasado te retuerce, te
embriaga de lágrimas hirientes en la espera. Aquí ya no tienes nada que hacer.
Venga, vamos es ya tarde. Una luna es lumbre de la senda que hemos de correr.
Sí, correr tras palabras que dan aliento a nuestros espíritus ¡Ay amor mío¡
Ven, te estoy esperando. Aprisa. Aprisa. Es muy tarde. Deja ya de navegar en la
ensoñación que soslaya tu yo. Dame la mano. Aprisa. Aprisa. Así como dos
arroyuelos confluyendo bajo las miradas inhóspitas de nuestra marcha. Mira la
belleza de estas ínsulas, playas infinitas hasta llegar a la plateada. Bellas
como tú. Tendremos que ir monte arriba, la luna nos guía, nos abraza en la
eternidad de estos momentos hasta el fin.
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