martes, febrero 14, 2017

Tam...

Tam… Tam, el regreso del viento norte nos emancipa de la rutina. Estamos esperando el derivar de barcas que en el infinito de los deseos desembocan bajo las inclemencias del oleaje. No hay corazones a la vista. La oscuridad se endereza y viene voraz a someternos a las profundidades de los océanos.  Un mundo abisal cuyo rugido nos estremeces, nos desvía de esa ilusión de la mirada. Aquí el frío es aberrante, los ojos caen presa de la sepultura cuando el amor de espalda nos dice del fin. Tam…tam, saltan los cristales de una ventana entreabierta en el golpear incesante, monótono. Cristales rotos que nos ahuyenta del querer. Regresamos a nuestra cueva y ahí amontonamos piedras y piedras. Un cúmulo para alzar la hoguera del abrazo a la calidez, al recóndito aislamiento de nuestras pisadas. A veces olisqueamos el exterior, pero aquí tan protegidos de la aberrante verdad nos hace cerrar los párpados y ser horizonte de los sueños ¡Qué bueno soñar¡ Aquí, con la sintonía del callar de los últimos luceros.

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