Mis manos con sus manos.
Aceras grises en el reboso de la polución nos dejan pisar para ir de
esquina en esquina de mano a mano. Una prisa interna, en el recóndito dolor de
su memoria la hace retroceder y se distancia, se invade de una cierta timidez
del abandono. Todavía…sí, todavía los gritos de la oscuridad la apresan en una
idea exacta…qué dirán. Yo me aparto, leo cada paso que da para ausentarse de mí
y la dejo ir. La dejo marchar con la cabeza gacha, con los sentidos despiertos…muy
despiertos atándola a la duda.
Mis manos con sus manos. Farolas alumbran cada pisada dejada
por nuestros arrastrados en un amor, un querer invadido por la huída cotidiana
de la luz , de los ojos que se aferran de esquina en esquina a nuestras manos
unidas. A ella le da igual, superviviente en la entereza de sus años, de sus
luchas. Y , ahora, abrazada a mí. Y , ahora, acurrucada en mi pecho en el sueño
perfecto, en el deseo esperado. Me atiza una mezcla de desorden en mis
pensamientos…qué dirán. No, no lo veo claro. Me desagrada que me miren, que me
examinen, que me observen con la mirada amarga, insípida, llena de desdén.
Mis manos con sus manos. Es invierno, un invierno que en el
devenir de las jornadas se irá muriendo para dar a luz las flores. Flores y
flores. Se adelanta a mí, no logro
entender el porqué, pero temo que en su ausencia las calles son espacios que
nos atrapan hay que dejarla ir. Y me
siento culpable de la lucidez de mis manos, de mis manos con sus manos cuando
la puerta se abre. Busca el anonimato,
simplemente amigas. Solo amigas cuando nos sentamos en una cafetería y
charlamos sobre cualquier tema.
Mis manos con sus manos. Está lloviendo. Supongo las últimas
lluvias, cada vez el clima es más cálido, más agreste. No, no la he rechazado.
Simplemente que solo seré de mis emociones debajo de un techo. Un techo atrapado de la nada de ojos . No, no estoy
disgustada. Solo es cuestión de tiempo, unos cuerpos que duermen bajo el
influjo de la caricia, del equilibrio noble de quizás mañana. Quizás mañana
tenga ganas de gritar y gritar. Y para qué me pregunto. Somos como somos ,
cimiento enderezados sin la necesidad de
dar la voz. No, no opino como ella. No necesito demostrar nada, aunque, ella se
empeña. Solo lo natural , lo espontáneo dictará mi camino. Más alegre, menos
alegre…qué más da. Ya vendrá el valor ¿Valor? Estupideces. …Ella no
entiende. Pero no quiero verla llorar y
sé que ahora por esta insignificancia de mano con mano le acecha cierta angustia,
cierto temor a que me largue ¡No¡ amada mía. No, no me iré.
Mis manos con sus manos. Se vira, me mira. Una sonrisa
conquista mis dudas. Es invierno y está lloviendo. Qué vengan los meses de la claridad. Estamos
mojadas y yo la sigo, tenemos que volver a casa. A esa casa donde lo pobre de
nuestros movimientos, de nuestras conversaciones, de nuestras miradas se
vuelven mágicas, bellas.
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