jueves, marzo 28, 2019

EL TÚNEL (TEATRO) ESCENA 3


ESCENA 3
Diminutos ríos conforman un paraje donde la naturaleza viva desde miles de años conquista las raíces entusiasmadas en su verticalidad. En el boscaje donde la bruma y hojas gigantescas hay una infinidad de arboles. Pero hay uno especial, el más anciano de esa explosión de la madre tierra. El viejo mirlo plateado va hacia él mientras sus pensamientos se vuelcan en el niño, en la niña, en muchos que les han cortado el paso antes de brillar en la madurez de los años.
Mirlo:
Aquí estoy, todavía no me ido a otros lugares de este planeta. Vuelvo a este maravilloso lugar donde la naturaleza crece y crece en su curso natural. Hola querido árbol de la vida, estoy otra vez en tu tierra y me siento agraciado y me siento dolido y me siento con lágrimas amargas  ante lo que discurre bajo la atmósfera que nos rodea.
Árbol de la vida:
Sí, aquí estás. Tú que corres este mundo atrapando cada gota cruel. No hace falta que me digas a que has venido. Tal vez , alguna mujer o hombre presa del olvido. Tal vez, algún anciano o anciana presa de la soledad . Tal vez, algún espíritu inocente presa de lo injusto, de abusos. No sé, no atino a averiguar, dime de qué se trata.
Mirlo:
Ahhhh…árbol de la vida. Estoy cansado, cansado de tanta basura sobre aquellas vertientes no nace el sol. El lado oscuro de las almas se empeña en hostigar, en martirizar, en tortura al más indefenso de los indefensos. Sí, es cierto, vengo a pedirte ayuda. Necesito de tu agua, de tu savia para sanar una existencia. Una vida pequeña. Una vida corroída en su corta edad. Ahhh…dime árbol de la vida,  cómo a un pequeño pueden robarle la sonrisa, las ganas de continuar por los largos pasillos de esta existencia. Ahhh…dime árbol de la vida, cómo puede morir este mundo que tenemos ante tanta destrucción. La verdad , que aquí quieto contigo, mis pensamientos me llevan a la tristeza. Una cierta angustia desquicia mi corazón y me siento cobarde. Sí, cobarde. Somos cobardes…muy cobardes.

Árbol de la vida:
Uhm , lo que me cuentas es repetitivo. Los siglos caminan pero el ser humano no cambia. No, no cambia. Tan grosero. Tan grotesco. No todos. Peo hay que ser valiente para alzar la voz en un grito de basta ya. Toma de mi lo que quieras, ya soy viejo. Alimenta a esa criatura y si puedes, enséñala a cantar, a volar, a manejarse ante las tempestades de la rutina, del hoy. Vuela viejo mirlo, vuela hacía el, no hay tiempo que perder. Uhm y si puede ser que haga una visita, ya veremos que hacemos de él. Anda, anda agujerea mi cuerpo y toma de mi líquido, de mi agua.
( y el viejo mirlo de alas plateadas con su pico naranja, hace un agujero en tronco y toma de su savia de la vida y se marcha con sus pensamientos)
Mirlo:
Qué triste son los humanos en su soledad. Qué triste es son las barbaridades de sus mentes abiertas al daño. Qué triste es no darse cuenta de lo desastrados que son. Qué triste qué no sepan cantar. Qué triste que no sepan bailar al ritmo de sus vivencias. Qué triste son sus quejas. Sí, sus quejas. De vez en cuando me aburren, un cierto hastío de enojo ante los que no merecen respeto.  Pero hay quien no dice nada, solo callar y callar. Arrinconados en un túnel donde ellos buscan su propia luz, su propia verticalidad. Me alejo de este paraje hermoso, casi perfecto y ya estoy donde la desolación muerde las venas. Veo al chico, en su letargo, con el placer de mis plumas arropándola del más cruel de los fríos, del más bestial de los golpes.



CONTINUARÁ

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