lunes, marzo 28, 2022

TODO ESTABA ESTROPEADO


 

Todo estaba estropeado. Mi camino hacia la estación era inevitable vacío. Los ojos caídos en cada pisada me decían de cada batalla perdida en el sucumbir de la nada. Sentada en la profundidad de la pena, mi cuerpo estático convergía donde el alma toma una inspiración acentuada y expulsa todo mal. El adiós era evidente. Un adiós donde los labios no se besaron. Un adiós donde las manos no se acariciaron. Un adiós donde las palabras quedaron ciegas. Un adiós donde el dolor fue impertinente, soberbio. Ahora, sentada, estática mi corazón luce flores marchitas, luce la desgana de las horas, luce una despedida que duele. Todo estaba estropeado, la guerra había venido, la enfermedad se había quedado. Y aquí estoy yo con el devenir de un tiempo que nos entrega a la duda. Dudo de esta tierra. Dudo de los astros devorando mis ojos. Dudo de las raíces embriagadas de pesadez, de pensamientos extraños a mi rumbo. Y todo estaba estropeado. Los hombres, los niños, los ancianos y esas mujeres combatientes en la entrega de toda su existencia, de su entereza. Todo estaba estropeado, la guerra había venido. Un desorden molestaba a las conciencias. Un desorden aniquilaba las pisadas. Un desorden martillaba cada corazón, cada mirada fatigada en la incredulidad. Y es que todo estaba estropeado. Yo, ahora, sentada, en la estación. Es de noche, una noche de luna menguante y algún planeta perdido en las sombras. Sombras grises acogían esta atmosfera. Sombras donde el corretear de inocencia se hace negada. Y es que todo estaba estropeado, el tren llega y es tarde.

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