jueves, agosto 20, 2009

Montedeu y el violinista

El violinista no dejaba de tocar, ahí, en el casco antiguo de la ciudad. El bochorno apresaba a la ciudad con su peculiar panza de burro. Por allí, mientras tanto, pasaba Montedeu con sus piernas artificiales, con su timidez de costumbre. El había llegado en una patera hacia meses de donde por lo trágico del viaje le amputaron las dos piernas. Mi querido Montedeu ya puedes caminar y pronto conseguirás tus propósitos.
El violinista sigue ensimismado en su violín y Montedeu se para, lo observa, escucha el milagro de unas cuerdas y manos como milagro de su vida.
Violinista:
¿Qué observas muchacho? ¿Te gusta lo que toco?
Montedeu:
La música que mana de tu corazón. Música que me recuerda que la vida es esa naturaleza que hemos de aprovechar después de tanto sufrimiento. ¡Hay tanta pena en tu violín¡
Violinista:
Si. Si quieres te toco algo más alegre. Me gustaría ver la sonrisa en tu rostro.
Montedeu:
No. Sigue con la misma melodía, me encanta. Me hace sentir parte de este mundo. Este mundo que parece florecer en cada amanecer en ciertos lugares en otros, la amargura y la desgracia impera como serenata diurna, nocturna, a todas horas.
Violinista:
Si chico. Seguiré con esta melodía que tanto te encanta. La compartiremos en estos momentos de eterna felicidad que se quedará grabado en nuestros recuerdos, en nuestras memorias. Pero hazme el favor por un momento de olvidar a los más desfavorecidos. Me encanta la gente como tu. ¿Por cierto como te llamas?
Montedeu:
Mi nombre es Montedu. Y vengo de un lugar donde las guerras, el hambre y las enfermedades azotan a mi país. Terribles pesadillas reales transcurren allí. No puedo olvidar. Yo he huido pero otros…

Las lágrimas brotan de sus ojos marchitos. Las lágrimas recorren su tez azabache hasta alcanzar su corazón, su corazón… El violinista observa esa tristeza mientras sigue con la melodía extraordinaria. Algo se degrada en él, no sabe si es pena por Montedeu o por impotencia ante tanta injusticia que transcurre en este globo terráqueo. De repente el violinista deja de tocar.

Violinista:
Vamos amigo. Demos un paseo junto por este hermoso lugar. El astro rey parece que da señas de vida. ¡De vida¡ ¡Ay la vida…¡ Estamos aquí de paso. Hay que saborearla. Es tan corta para unos y para otros una tragedia de tempestades que surca en sus vientres como hoces cada instante, a cada paso que dan. Pero olvida amigo mío por unos instantes tu ayer, tu gente. No lo digo malévolamente. Solo quiero que pruebes la felicidad, la alegría que la paz y el bienestar nos brinda en estos momentos.


El violinista y Montedeu se dan la mano. Caminan juntos sobre esos adoquines de antaño. El violín suena sin que nadie lo toque. Las aves de paso recurren a esa música y acompañan a estas dos almas en sus sueños de esperanza, de esperanza…

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