Rosam cabizbaja por él la miraba de reojo. Absorta por las experiencias
de esa extraña mujer. Su naturalidad era sobresaliente.
-
Y dígame
señora- con ironía entonó el- ¿Quién le espera en la estación siguiente?
-
No se
ria usted caballero con mi arte de estudiar las culturas, de escribir sobre
ellas.
-
El arte
acaso de ser almohada con lo desconocidos. Eso lo llamaría yo otra cosa…Cuide
lo que dice ante la señorita.
-
Se
preocupa y protege esta linda señorita. Me parece bien. Pero ella en la vida
tendrá que atajar, zanjar todos los derrumbes que nos sobrevienen. Y tendrá que
luchar sola, no va a estar usted siempre a su lado.
-
Señora
comete errores en sus palabras. Cállese, por favor. Qué sabe usted de nosotros…
-
¡Oh¡ Ya
traen la comida.
-
Responda
señora por favor.
-
Responderé
después. Ahora no. Todavía no estoy preparada para ello. Además como usted
dice: no hay que inmiscuirse en asuntos ajenos. Y mis palabras son ajenas.
La anciana probaba todo como si
nunca hubiese visto esos tipo de alimentos, invitaba a la muchacha, invitaba a
él.
-
¿No come
usted señor?
-
No
-
Sabes
muchacha. Una vez cuando tenía tu edad y me hallaba en la selva fui recluida
por algunos días del contacto humano. Aquello era estar enterrada en vida,
apartada de todo contacto humano. Noche y día mis ojos permanecieron abiertos,
alerta ante tanto crujido y tanto ruido sibilino. La humedad me corroía, mis
emociones se escapan y me decía que había echo yo para merecer esto. El miedo y
el temor fueron conquistándome por muchos pensamientos positivos que tuviera.
En mi mente solo cabía que los muertos que aquel follaje exuberante saldrían de
las raíces, de las ramas y me atarían de manos y pies para llevarme con ellos
viva. Deseaba solo la claridad, cuando ella llegaba con la lentitud del terror
acompañada de mosquitos, bichos raros, animales extraños intentaba caminar
alejándome del delirio, de la pesadilla. Al cabo del tercer día me hallaron.
El la
mira, la observa, la escucha. En su interior una especie de tempestad se está
avecinando y no sabe como afrontarlo. Qué mala suerte, piensa. Haberse
encontrado con aquella mujer. Es como si ella supiera el destino de ella. El
cielo se había vuelto más azul, una brisa del norte azotaba ahora con más fuerza.
-
Yo no se
adonde voy, pero no me voy a separar de este caballero.
-
No digas
nada muchacha que el señor se puede enojar.
La
mesa quedó vacía, se habían comido todo. Todos los que estaban dentro de la
cafetería se iban marchando. De nuevo a ese tren donde tomarían descanso. La
señora se despidió, el no dejó que ella pagará.
-
Gracias
caballero- de sus ojos ancianos emanaban unas lentas lágrimas que bañaba su
tez- ¡Ay la vejez¡ Esta vejez que nos lleva a ser pesados. A entrometerse donde
una no debe. Disculpe usted y no se preocupe. Solo he hablado un poco de mi
historia. Estoy tan sola… Adiós pequeña.
La anciana se levanta y se aproxima a Rosam.
En su frente, en su frente joven fue beso suave. Después desapareció entre los
demás.
El firmamento parecía que quería escupir todo
lo que cargaba en buche. Frías gotas otoñales se enmacipaban de las nubes pero
Rosam seguía quieta en la laguna observando sus plantas acuáticas sobre su
superficie. Recordaba aquella anciana cuando le narró lo de la selva, su
pérdida. Fuerte soy, se dijo. Fuerte como este viento que con la lluvia quiere
arrastrar su entereza. Solo romperá algunas ramas pero sus raíces…Sus raíces
son tan duras de roer que permanecerán en su lugar. Aquí. Aquí…Hoy quiere
sentir el rugir de la naturaleza, un rugir que es terso según como se miro. El
viento me quiere tirar pero yo abrazada a este árbol con el lago revuelto ante
mí me mantendré, mantendré mi postura vertical. Así ha sido mi vida, bruscas
marejadas condensándose en el olvido en el despertar de cada día. Avalanchas de
peligros me han sobrevenido no solo al nivel síquico, sino físico pero ante
todo esto salgo victoriosa. ¡Por qué¡ Se van, se esfuman de mi cualquier
incidente, cualquier herida agarrándome más a la vida, la vida…¡Uf¡ como me
purifica esta potente lluvia. Estoy empapada, el barro llega a mis tobillos y
de tanto apretar mi cuerpo a este tronco me siento sangrar. Sï, sangrar, una
sangre que me alivia, que me sostiene.¡Te acojo como amante¡ ¡Me siento tan
dichosa¡ Aunque tu fiereza me aferra después bajo ese techo y tu voracidad
impacten a mi puerta como si la quisieras derribar. ¡Oh viento¡ Como si
quisieras poseerme. Me desafías, al menos me das trabajo. Labor de recuperar mi
huerto, labor de limpiar esa cabaña y rehacerla allí donde los goterones
pierden mi paciencia.
Rosam a rastras, llena de barro llego a la cabaña. Sentía escalofrío en
todo su cuerpo. Temblaba. Cuando cerro la puerta sintió aún con más potencia el
sabor del viento, la frescura de la lluvia torrencial que estaba cayendo.
Cuidadosamente se quito la ropa enchumbada de agua, calentó en un caldero agua
y la echó en una bañera. Se introdujo dentro e imagina su cuerpo sobre otro
cuerpo, sobre un sutil beso que se expande en las mareas de los sentidos. Su
peso caería en la mirada, esa mirada incierta de sus amores imaginarios. Amores
idealizados en ese afán de ser amada, de ser sacada de ese lugar. Caricia a
caricia resbala por su cuerpo por sus agrietadas manos. Lanza un suspiro, un
suspiro que la hace respirar muy hondamente. Inspirar e espirar hasta que todo
su ser encuentra relajado, pacífico como la borrasca que ya pasa. Piensa que
pasaría si fuera hombre. Todo sería distinto, ya no estaría ahí o nunca lo
hubiera estado. Lo dejarían ser libre. Libre como las grullas que visitan el
lago. Suspira. Inspira e espira y en el mecer de una vela cierra sus párpados.
Quiere descansar, sale de esa especie de tina y desnuda y mojada se mete entre
sábana. Se cuestiona que sueño tendrá. Y feliz se quedó dormida sabiendo que todavía
era cordura.
Y
soñó: estaba observando la luna muy atentamente, esa maravillosa bola blanca
que cuando los cielos están claros es luz de todas las sendas de ese bosque. Su
imagen se reflejaba en el lago. Pero no era como otras veces, su luz era más
impecable, más fuerte de lo normal. De repente del lago emergió un ser, un ser
pequeño como si hubiera dado luz una criatura. Ella se aproximo y al acercarse se
hizo cenizas.
Y llega otra jornada, ella despierta.
Directamente se dirige a su querido cerezo al lado del lago. Se alegro de que
estuviera intacto aunque el agua del lago estaba algo turbia. Miró al horizonte
y sus ojos contemplaron un hermoso amanecer.
De repente, ella que conocía todos los ruidos de aquel boscaje, sintió
un ruido extraño, anómalo a lo que estaba acostumbrada. Un ruido que tenía voz,
voz humana como la de ella.
- Vírate mujer. Vírate mujer y comparte conmigo la sombra de ese cerezo
que tanto amas.
Ella se gira y atentamente observa al que tiene enfrente.
-
Por qué
me miras así mujer.
-
Creo que
estoy soñando o entrado en la locura.¡Eres un sueño¡
-
Sí, soy
un sueño. A veces la esperanza es anclaje de las maravillas que pasean por
nuestra mente. Bajamos para nos más que ser danza transparente infinita en el
recuerdo como una nota más de la vida. Como alegría al gris de tus pasos por
estos parajes. Somos ese sueño renuncia de las adversidades, tentación que
evoluciona en un argumento para que la dicha vuelva a su cauce. Un nuevo
despertar. Un nuevo despertar sin esa celda de la soledad.
-
¿Y por
qué has venido a mí? Es tan raro todo esto.
-
No seré lastre de tus huellas. Solo ese
intenso perfume que queda en la memoria. Esa atrayente melodía de tus
desazonados días. Ven. Acércate para ser ese océano de los nocturnos astros bellos que completan
tu jornada. Acércate a este ser de ti y olvídate de esas espuelas que andan
escarbando tu corazón cuando más que desiertos te seducen.
-
No
puedo. No puedo aproximarme a ti. Ser parte de ti como esencia que reluce en el
aroma de las flores cuando la brisa se levanta. Eres tan distante a mi…Muchos
otoños, muchos inviernos, primaveras y veranos en el silencio del roce de la
palabra. Ahora vienes tu. Tantos años… Y me hablas. El temor me acecha. No se
que decir. Las palabras se desangran cuando intento, intento contar algo.
Aquel ser nacido del bosque ante
sus tristes palabras comenzó a aproximarse a ella. Rosam temblaba, se sentía
indefensa ante un igual. Rosam se sentía torpe, absurda. Tanto había deseado
hablar con un ser humano que ahora se encogía en la desesperación, en la
vergüenza de haberlo deseado tanto.
-Llego a ti suave como el
vientecillo que nos acaricia, como el cosquilleo sutil de los primeros rayos
solares. ¡Ay¡ bien de tristeza hay en ti…Seré beso, ese beso que se
disipará con el sonido el rumor de las
caracolas de la felicidad. No temas. ¡Tus manos vacías¡ ¡Tus manos agrietadas¡
¡Qué pena¡ Ven. Extendamos un abrazo que dará a tus sueños la buenaventura del
mañana.
Y la abrazó. Rosam no sabía que
hacer. Se sentía cohibida. De repente Rosam despertó de esa falsa ilusión.
Estaba abrazada al cerezo.
- ¿Por qué? ¿Por qué?-grita- Este
fallo de la vida. Oh cerezo mío me siento tan desdichada. Fuerza. Fuerza.
Esperanza. Esperanza.
Se dirigió como de costumbre a su huerto.
Estaba destrozado. Siempre lo mismo. Girar y girar en la cotidianeidad de días
idénticos.
De nuevo en el vagón. Pasa el supervisor pero esta vez toca antes de
entrar. Ellos dicen que todo bien y continua el viaje.
-Permaneces callado. ¿Pasa algo?
- Me preocupa para ser sincero la actitud de
que aquella mujer. No se. Ha sido imprudente que se sentará con nosotros en el
bar. Ya sé que no había sitio. Pero no sé. Menos mal que no dijiste nada.
Olvidemos a esa mujer.
- A mi me pareció simpática y graciosa.
-¡No Rosam¡ Mírame. Mírame bien. Hemos
cometido un error o mejor dicho nos han
hecho cometer un error. No podemos confiar en nadie como te he dicho y
no te dejes conquistar por la primera sonrisa, por la primera apariencia de los
seres. Nos pueden engañar después. Y eso sería muy doloroso. Tienes que
aprender muchacha a no dejarte llevar por esas impresiones primarias, no se
sabe lo que hay detrás de cada palabra, de cada mirada. No sabes sus
intenciones. Todo ha de ser lento, muy lento. Bueno, ya que poco para llegar.
Verás que todo saldrá bien.
Rosam lo miraba mientras intentaba imaginar a donde iban. Eso la ponía
de mal humor. Pero que hacer. El era un muro infranqueable.
-Fíjate Rosam como va cambiando el paisaje.
- ¡Qué me fije¡ Si no hay nada. Me gusta más
el color verde, el verde los montes. Pero ahora solo hay desierto de piedras.
-¡Si¡- suspiró-Así es la vida Rosam. Unas
veces somos desierto, otras verdor y otras ambas mezcla a la vez.
- No se. Todo esto. Me da la impresión que me
llevas a no se donde. Apartada de todo se podría decir.
Incidieron los ojos de Rosam y de él. El canelo miel de Rosam era ahora expedición
en las más profundas aguas de él.
-
Pues si
Rosam-contestó él afligido, desviando su mirada al exterior
-
Entiendo.
Rosam también desvió la mirada al exterior.
De sus ojillos alguna lágrima se correteaba por su tez.
-
Todo por
mi padre no.
-
Si
Rosam. Pero no te preocupes será por poco tiempo. Cuando todo se arregle
volverás con él.
Rosam volvió a la cabaña con pies enfangados.
Notó algo en el ambiente que ya era común a otras jornadas. Cogió el libro
había estado leyendo días anteriores y dentro descubrió una carta. ¡Otra
carta..¡, se dijo para si.
“
Hola Rosam. Se que te encuentras desanimada. Imbuida entre montes que a veces
no te dan respuestas. Pero te pido paciencia como siempre. Siempre te escribo
lo mismo. Todo se está arreglando y pronto nos veremos…”
Todo
se está arreglando y pronto nos veremos. Siempre lo mismo, se dijo. Se dejo
caer en la ventana y sus vidriosos ojuelos inspeccionaron el lugar. Buscaba,
buscaba…
Continuará
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