Y la música. Y el calor. Juntas
unamos nuestros sentidos y somos hijas de un otoño que llama a ese desierto que
mece entre nuestras manos. Aquí estamos cabalgando sobre aves de papel que nos
llevaran por las llanuras franqueables de una luna cuyas raíces de hojas verdes
nos empujarán al compás de la brisa. Y la música. Y el calor. Calles vacías. Y
ella. Que lejano paisaje donde los sueños nos llevan cuando en la tarde
paseamos bajo secas arboledas de soledad. Esperemos al anochecer y encendamos
esa hoguera donde los pensamientos son verticales, están concentrados en
minúsculos astros que cuenta los días, los meses, los años que evocamos para
ese encuentro. Un encuentro tal vez doliente, sumiso a esos caminos que nos
harán andar en la unión del amor. Y la música. Y el calor. Vagar a rienda
suelta por esos laberintos sibilinos de la nostalgia, del despertar en el vacío
de tus labios, de tu mirada. Querer y no querer. Contradicción. Y la música. Y
el calor. Nos arropamos de la cara silenciosa de la luna y en la intimidad
somos ese andar y andar por la caricia perdida. Deseos inconclusos. Amor
distante. Y la música. Y el calor…Bailo. Canto. Y me dejo caer en la tentación
de seguir aguardando bajo faros cuya luz alumbra esa senda del mañana. Ay el
mañana. Cierto. Incierto. Rodeadas por las ortigas que nos presionan a volar
entre riscos muertos. Y la música. Y el calor…
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