Pasos lentos. Desfalleces con la sonata de los soles que
pueblan este universo. Vas en busca del calor de los pinzones que van a tus
manos a posar. Bebes de ellos. De esa alegría que estimula tus singladuras sin
norte. Me dices que estás aburrida. Siempre lo mismo. Cuelgas un almanaques y
lo deshojas rememorando cada mes que se articulado por la monotonía. Son
muchos, ya lo se. Y siempre lo mismo. Quieres volar. No sabes donde. Escurrirte
como el agua que se desliza cuando una ducha temprana despierta tus sentidos.
Te aproximas acantilados. Como rompen las olas. Te estremeces. Avanzas. Ves el
infinito del océano. Sientes dolor. Una pena que muerde tu vientre, tus senos.
Pero sigues. Captas cada ola de la naturaleza y te dejas ir. Si, te dejas ir
por la balada de un viento que azota a tus espaldas. Te empuja. Tiemblas. Y
otra vez te miras al espejo. Tu cuerpo arrugado. Tu cuerpo martirizado. Tu
cuerpo inexistente. Adiós dices. Un adiós que se transforma en alas de mariposa
que te darán la aventura de navegar por otros paisajes, por otros mundos donde
los soles te den vida.
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