miércoles, enero 08, 2014

Contemplaba


    Contemplaba el surcar del oleaje mientras la noche se aproximaba lenta.  Acogía en mis manos cada astro, cada polvo interestelar cuando la luna era vacío.  Mis ojos, dos flores eclipsadas se introducían dentro, muy adentro.  No tenía ganas de abrirlos. Para qué. El aroma que insuflaba el océano era conmovedor. Daba una visión bella de lo que es la vida. Despacio me arrodille y con los brazos en alto inspiré e espiré de ese elixir de su magia en soledad.  Comencé…a ser parte de la naturaleza, de su ritmo hermoso y perfecto.  Me transformé en mariposa blanca cuyo vuelo delicado es fuerza de voluntad. No muy lejos observé un islote. Hacía allí fue con la energía que dan los sueños. Era un pedazo de tierra cuya exuberancia concurría con cascadas salvajes y piedra volcánica de reciente formación. Me enamoré. Sí , me enamoré de su esplendor. Era maravilloso. Allí fui otra vez persona.  La laurisilva me hechizaba. Inspirar e espirar ese era mi gozo de ese paraje. Me levanté. Anduve. Me encontré con cierto ser. Un ser paralelo a mí en busca de la paz y el amor. Nos abrazamos hasta que la eternidad nos llevo al cansancio. Sí, cansancio. Nada es perdurable. Allí ahora están nuestras fosas. Quiero decir la única fosa. La cavamos cuando sabíamos que el final iba a llegar. Ya la naturaleza se encargaría de lo demás.  Por ello. Cuando vayáis a ese islote escucharéis el silbo de nuestra canción de amor. Y cuando llueva será nuestro sudor cuando hacíamos el amor.  

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