sábado, enero 04, 2014

Divagaciones de una noche de enero...



Estaba. Sí, estaba. Por qué no estar soñando. Admirando los senderos de la noche con los astros alumbrando mis ojos tras una lágrima que se fuga por la cierta puerta del adiós. El tiempo se detenía y con los ecos de las aves que se dirigen al océano quedaba hechizada en ese sueño. Estaba. Sí, estaba. Por qué no estar soñando. Volaba. Sí, volaba a través de un arco iris donde me mostraba cada callejuela inmersa en rosas rojas.  Mis pasos se perdían y un deseo se incrustaba en mis sentidos. Quería cantar. Sí, cantar. Cantar bien alto. Y canté hasta que el viento vino hacia mí y me pregunto “Qué haces”. Yo respondí “Cantar a la vida”. Esta vida que nos hace andar por retorcidos túneles que a veces no vislumbran un resquicio de luz Pero llegaré. Llegaré con mi canto. Por qué las alegrías de vivir despiertan la sangre que fluye por mis venas y lamento se va. Se va. Estaba. Sí, estaba. Por qué no estar soñando. Encantada por el brío de la madre naturaleza cuando con sus cascadas y verde piel acarician mis manos. Alejada del malestar de este mundo donde todo parece descompensado, distorsionado No. No penar. Ahora no. Ahora que el sueño me lleve por la alegría en mayúscula. Queda el resto. El resto de las estaciones para ser pensamiento de esos seres abatidos por tantas cosas. Tantas…

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