viernes, enero 17, 2014

Lluvia....

Lluvia. Parece que llueve. El frío se atasca en los cuerpos que semidesnudos vagan en la orilla de una playa. Van a ver el girar y girar de las gaviotas en busca de su presa.  Ellos quieren ser como ellas. Zambullirse y ser libres en sus cuerpos sumergidos en el océano. Llueve. No importa. Qué más da. Seguir el ritmo del alma que vaga por las mareas incesantes. Todo es uno, uno es todo. Somos ese eco que se escabulle en los rincones más abruptos, más rompientes de un oleaje que va y viene. Que va y viene…Contemplamos nuestros corazones que laten con la fuerza certera de chácaras y tambores.  Somos fuertes.  Y en nuestra fortaleza nos concentramos en la esperanza, en la llamada a un mundo que parece emerger de sus sobresaltos. Llueve a lo lejos. El arco iris ha salido. Dando una nueva visión a nuestras expectativas, a nuestras querencias. Nos agarramos a como resonar de colores vivos que nos harán seguir. Se escucha el rumor, el rumor del oleaje, el rumor de las gaviotas…Y volvemos a nuestra habitación. Sí, una habitación de paredes de nubes donde nuestros sueños vuelan y vuelan al encuentro de la dicha. Hay paz en esos instantes. Una paz que se va enhebrando por nuestras piernas hasta llegar a nuestra conciencia. Llueve. 

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