miércoles, mayo 21, 2014

Algunas veces...

Algunas veces nos vemos tras un espejo que perseguimos. Nos miramos y descubrimos cada rincón de nuestra reconditez. Un tiempo que se aleja y volvemos a retomar atrapándolo con nuestras manos abiertas. En su reflejo un firmamento celeste, es la tarde que viene con su horizonte lejano ha arrebatarnos los pensamientos. Nos quedamos ensimismados por la belleza que presta.  Jugamos a burbujas que toman formas animadas a medida que avanza, nos introducimos en ella y  viajamos. Un viaje al infinito de nuestra esencia, de nuestro cavilar. Nos encontramos que somos polvo de estrellas, sustancia gris que se expansiona por la vía láctea. En una de sus ramas nos estacionamos y observamos con detenimiento esa esfera azul que persiste en los años de paso. Vemos su envejecimiento mientras las estáticas edades recorren nuestro cuerpo. No sabemos si volver. Aquí jóvenes y solos. Allí…Ay allí…
Como pasan las estaciones, los años y todo sigue igual. Guerra tras guerra han hecho de esa esfera azulada una colina gris, una colina donde solo van los buitres. Desgastado está el mundo, un mundo que en sus principios soñaba con ser un arco iris eterno. Yo aquí con mi compañero. Nos damos la espaldas sumisos en nuestro pensamiento ¿¡Qué hacer¡?, nos preguntamos. Como cambiar toda esta población que se aprieta en tinieblas. No hacemos más que llorar, ver cómo pasa el tiempo y nada cambia. Somos groseros, egoístas con los ríos que nos dan vida, con ese boscaje que nos hace respirar, con ese océano singladura de nuestros deseos.
-        Mira amigo. Veo algo, algo tenebroso infundado por nuestras manos. El avance. Sí, ese avance desequilibrado que puebla nuestra casa. Hasta en nuestro techo hay basura. Cuándo nos daremos cuenta. Somos pocos los que miramos por ese globo que indiferente a los demás es llanto, es torturado, es gemido.
-        Te digo que todo cambiará. Cuando se nos venga encima la tormenta seremos capaces de afrontarla y todo volverá a su ritmo. No más hambre, no más injusticias, no más campos donde apiñados solo hay muerte.
-        Somos calaveras flotantes. Un tren que solo nos lleva al invierno eterno.  Y vamos con celeridad evocando la muerte de nuestro planeta.
-        Creo en el retorno. En el retorno de la vida, de la alegría. Todo es cíclico. Caemos y nos levantamos. Nos levantamos y caemos. Creo que en lo sucesivo de los años se darán cuenta y retornará otra vez el respeto. El respeto por la madre tierra, el respeto por cada raza humana sea cual sea su ideología.  Mientras sigamos aquí, en una de estas espirales observando, esperando tal acontecimiento.
-        ¿Tu crees? Crees que el ser humano saldrá victorioso ante tanta amenaza aberrante.

-        Sí, lo creo. Creo en mi, en ti, en ellos. 

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