domingo, noviembre 23, 2014

Contemplaba....

Contemplaba las aguas reminiscente del ayer. Aguas que correaban en el curso de las horas, de los días, de los meses. Sumisa a su juego encendía hogueras que dibujaban tu fisionomía. También corrías con el soplar de la brisa hacía mi. Tu espíritu albergaba cierto aroma que intentaba atrapar en mis sentidos. Pero la levedad de tu susurro se iba. Sí, se iba hacia donde nadie habita. Te habías ido. Y yo también corrí, corrí hacia ti. Halle una gruta. Una gruta profunda. Allí me refugié. Me encerré eternamente conquistando todos los recuerdos del ayer. No salí jamás. Me alimentaba de cada imagen que venía de tu esencia, de tus manos con las mías. Y llorar y llorar. La oscuridad y el frío lugar me auxiliaban a estar más cerca de ti. Las jornadas pasaban. Mis ojos se iban apagando, tanta luz perdida hizo que me agarrara más y más a esa cueva. Me molestaba la claridad, el tic-tac de mis pasos en el exterior. Me acostumbre. Solo en la noche y las campanadas silenciosas luminiscente de las constelaciones salía de mi agujero. Muerte en vida. Vida muerta. Era presa de un otoño donde las ventoleras me arrastraban más allá del hambre. Y así me quede. Con ese ayer lleno de alegrías, de alguna otra pena. Bebía de las aves nocturnas que me llevaban hasta ese arroyuelo. Me alimentaba de las raíces que emergían del barro. Curioso, no echaba nada en falta. Solo su ser que me azocaba en un soñar despierto. La veía…La veía latente, bella. Que más necesitaba. Nada. Solo el venir de su aroma, con eso me bastaba. 

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