Debajo de los arroyuelos que
suben y bajan. Izando los trinos muertos de los pájaros inconclusos en su perdida. Arboledas que erectas danzan a la melancolía
y un adiós de los valles aislados por la frondosidad de su gris
vegetación. Y yo aquí, en la ensoñación
de que tal vez algún día logre verte. Mientras, los ojos olivinos apagados se
pasean por la derrota de una lágrima que vuela y vuela frente a los muros de la
vedad. Mientras correr a través cumbres
insomnes donde las brasas embriagadas de la exuberancia de la espera escucha el
pacer de un jilguero. Debajo de las derrotas, acostada con el canto de senderos
que te llevan al silencio. Así me
siento, digo. Nubes marmóreas me visitan. Un llanto que se vuelve caída por
pedregosas curvas donde el dormir se
hace perpetuo. Y yo aquí arropada por una música que va, que viene pronunciando
palabras de amor. Sí, sola, entre acantilados afilados y el aliento gastado.
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