Mira, observa. Sí, si… Allí en el horizonte. No ves figuras
de nubes naranjas que se entrencan al ocaso. Como que no las ves. Que no
distingues formas corpóreas que se van extinguiendo a medida que la jornada se
apaga. Mira, observa. Estos ojos que ven las esperanza de una orbe mejor. Que
se consumen con el tiempo. Si, si…el tiempo, se va y no quiere prolongarse
sobre nuestras manos. Estamos mayores y el día a día es va con tanta celeridad
que a veces confundimos las horas, las estaciones. Mira, observa…el resplandor
ininteligible que nos espera después de nos hallamos ido.
Te escucho. Miro y observo donde tú quieres. Pero nada más
que siento un amargo placer…será el cansancio. Esta fatigo que por muchos años
nos han visitado. Miro y observo y solo
veo nubes descoloridas, no me dicen nada. Sí, nada ¿Cómo alcanzar lo que tú
ves, lo que tú sientes? Es todo tan remoto que ya nos queda exclusivamente las
profundidades del vacío. Me hallo vacía. Dime tú como surgir y ser brío para
que esas nubes que tanto admiras me comuniquen algo, alguna cosa, por muy poco
sea. No cierres los ojos mujer. Intento mirarte y la oscuridad de tu iris me
dice que hemos de marcharnos.
Mira, observa…oh ya se han ido y solo queda la noche. Una
noche donde el follaje de las estrellas nos entregara lo hermoso que esta
atmósfera que anda alrededor de nosotros. Bésame querida mía. Sí, ahora, por qué no.
Nadie nos ve. Estamos sola ante la mirada de las constelaciones. Un día verás que todo mejorará, no más
incertidumbre donde pisar, donde no mirar para que las espadas en carne viva no
tropiece con nosotras. Ahora, bésame…Mira,
observar…los montes ahí debajo, con sus siluetas negras meciéndose, rasgueando
al son del viento. Sí, precipitémonos bajo la oda del amor.
Te escucho mujer. Sí, el amor. Ese sabor de tu piel, ese
relampagueante embrujo de tu sombra sobre la mía. Vivamos.
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