miércoles, noviembre 01, 2017

divagaciones de una noche de noviembre

Comenzamos el viaje, un viaje largo o corto según como se mire, según las manecillas de un reloj marque nuestras vidas. Algún día se irán…si, por allá, como polvo de estrellas que somos. Pero ahora, mientras saboreamos de nuestro caminar incesante, a veces retorcido por los temblores del viento, sonreiremos. Vagaremos en las mediaciones de la concordia y pacíficas palabras nacidas de nuestro vientre. No sé para que discutir, para que distanciarnos de ellos de nuestros hermanos manados de esta tierra madre.  A veces queremos distinguirnos en la brutalidad de la fragmentación de nuestra sangre. Mira como mana su color vivo, no hay distinción solo la meta que se proponga nuestro cavilar, muchas veces absurdo, caemos en la estupidez de la superioridad ¿Superior a qué? Sí, tenemos capacidad de pensar, de una cultura que establece nuestro rango entre otros seres, entre otras formas de vida. Pero a la vez somos tan iguales, existe una similitud: muerte y vida, vida y muerte. Y así sucesivamente ¡Déjalo ya¡ ojos desorientados acarician la grosería, duermen en la terquedad, ansían el yo. Sí el yo, yo soy mejor que tu y me voy, detesta toda la atmósfera que ronronea en su propio mar, en su propias raíces.  Se elevan banderas, se elevan brazos y todos caemos en la tentación. La tentación de la huida del enlace de los pueblos. Estamos lejos, muy lejos de una tierra amparada por la igualdad, por la sombra ausente en pueblos moribundos. Pues sí, comenzamos el viaje, un viaje en la mirada perdida de la sobriedad, de desencajadas navajas que retuercen los huesos, ya cansados, de este anciano planeta. 

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