domingo, noviembre 19, 2017

El acantilado

Ya he llegado, estoy en la cima del acantilado. Una cierta bruma me acoge sin poder conquistar con mis ojos abatidos el más allá. Mis piernas se detienen, mis manos usurera de caricias se agotan…pero estoy aquí. Me pregunto de donde vengo, si he nacido o no. Mi vida parece ser agitada por la ceguera, por el mecer de un oleaje que solo escucho…viene y va, va y viene moldeándose, muriendo contra las afiladas, deformes y negras rocas. Me detengo, mis pies creo que están en el filo, noto la ausencia del viento y la pesadez de esta bruma que a cada instante aumenta ¿Soy yo? O es mi alma la que inspira y espira en este momento en este acantilado bien alto, bien fuerte, con silueta de alas resquebrajadas. No, no me doy cuenta, el tiempo pasa. Yo, aquí estática. Seré o no seré. Apartada de todo la nada me acompaña, me cuestiona el veredicto a tomar. No sé, se me antoja seguir aquí, en la cima del acantilado. No hallo solución a los Dioses que pueblan esta esfera llamada tierra. Todos los escritos es lo mismo. Tomare alguna cuerda en el bolsillo y la decorare con piedras, piedras de esta tierra, de este acantilado y oraré por no sé quien, quizás, por mi, por esos dioses que no responden. 

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