Nubes haciendo círculos con lo cotidiano de pájaros en
silencio. La humedad hermética se incrusta entre los cuerpos ausentes de las
horas y da comienzan los pasos por las veredas aisladas de todo ruido, de
toda polución, solo, el oleaje. Se asoman y dejan que las lágrimas del océano
acaricien sus mejillas, pálidas, insípidas, tirantes, marmóreas. Todavía les
queda por llegar, llegar a la imperfecta atmósfera que dice de amparar la
huída, la herida, la sed. Alguno tiene ganas ante tanto hastío y desolación
cantar ….y canta, se encamina en la mirada firme de la muerte y una nana sale
de sus labios agrietados, de su garganta rajada. Todavía está lejos, muy lejos…cuerpos
rotos que probablemente solo verán el firme y asqueroso hierro en la llegada en
sus ojos ¿Dónde estás?, se preguntaran y lanzaran sábanas de su propia
sangre entre los barrotes. Pero, el oleaje sigue ahí. En sus oídos, en sus
estómagos, en sus luchas, en sus nuevos despertares amargos….
Yo hijo de las
olas declaro
La libertad de los pueblos
Que amanecen en la oscuridad
De batallas insomnes, de hambre perpetua.
Yo hijo del viento declaro
Que venga la esperanza
Con su manto de astros
Amamantando nuestras manos,
Nuestras pies cansados.
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