Despacito, con la lentitud de los años sube las escaleras.
Sus sábanas blancas tendidas a un sol meditativo si quedarse o no. El
viento. A ras de su rostro pálido, a ras
de su cuerpo menudo, a ras de su delantal de años, a ras de unas manos
temblorosas por lo gélido de su desafío. El viento. Solo él y un sol dubitativo
, incluido en su día a día. Mira la bóveda celeste, grandiosa, perfecta, bella,
y se mece con una canción que le viene a la memoria. El viento, es pesado, es
tétrico. Traerá las nubes y el sol se marchará por unos instantes. Lloverá o no
lloverá. Huele, olfatea y sabe que lloverá. Sus sábanas blancas…mudas, mojadas
no las podrá recoger hoy y quizás ni mañana. Le da igual. El viento. Ella sigue
en con toda pulcritud tendiendo. No está cansada. Le gusta esa sensación. El
viento. Las nubes. La lluvia. Goterones caen a ras de su rostro pálido, a ras
de su cuerpo menudo, a ras de su delantal de años, a ras de unas manos
temblorosas. No se resigna. Sentir el ritmo natural de la vida, una vida que se
va apagando en el curso del tiempo. Mira la bóveda grisienta, plomiza y por un
momento se detiene. Ya está empapada bajo la insomne lluvia. El viento, no
quiere irse. Se llevará las nubes, traerá el sol y ella seguirá tendiendo sus
sábanas. Así es. Lo agradece. Cierra la puerta y baja cuidadosamente la
escalera. Ya bajo su techo mira por la ventana ¿hay alguien por ahí? No lo
sabe, solo, el viento. El viento. El sol. Uno haciendo retumbar los cimientos
de su casa, el otro dando calor a su silencio. Despacito, con la lentitud de
los años su estado de ánimo es neutro. Ni tú, ni yo. Hermética mira por la
ventana ¿ cómo estarán sus sábanas? Veleros al encuentro de algún puerto donde
la calma emita un largo letargo. El viento….
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