Escena 2º
Y la hija sale. Cierra la puerta con un portazo. Escaleras
abajo va, en su descenso se encuentra con anciano, un vecino del edificio.
El anciano:
Buenos días hija ¿Cómo van por ahí arriba? Tu madre no deja
de dar taponazos con su voz. Un día de estos el bloque se cae ante tanto y
tanto griterío. Dime ¿Cómo estás hoy?
La hija:
Aquí, como siempre, saliendo corriendo del estruendo inaguantable
de mí casa. Ahí no más existe una atmósfera enrarecida por el aliento fétido de
mi familia. No hay cariño. No hay cordialidad , en total, no hay equilibrio.
El anciano:
Eso es así hija. Unos nacen bajo la lumbre de la
buenaventura y otros han de sufrir para conseguirla. Ya sé que es un calvario, algo oscuro que se
va tejiendo día a día. Tú no tienes la culpa, créeme y no te ofendas ¿para qué
estas clase de bestias quieren hijos? No sé, no sé. El mundo anda mal, pero que
muy mal. No solo bajo tu techo. Hay muchos techos descuartizados, sonámbulos en
la ira. Y por cierto, ya sé que llevas prisa ¿ Adónde vas?
La hija:
Pues pensándolo bien no lo sé. En busca de un curro. Yo que
sé, estoy desconcertada con la vida. Con la nada cotidiana que deja ajada mi
casa. Tal vez, a ver si encuentro un trabajo para que sus lenguas se amarren.
El anciano:
Si amarrar es lo correcto. Porque callar, nunca se van a
callar. Lo que deberías hacer es pedir ayuda, esto es tiránico e insoportable.
La hija :
Ayuda ¿a quién? Asuntos sociales se hacen los sordos, los
huecos. Es como si yo mintiera.
El anciano:
¡La policía ¡ A ver si se acaba todo este tema, mal tema.
La hija:
¡La policía….¡ no había pensado. Pero ahora que me detengo
sería terrorífico. Mi familia caería sobre mí
como tempestad en los océanos.
El anciano:
Nunca se sabe…seguro que viene bien un susto. Qué más te da
a ti, están podridos.
La hija:
No sé. Tiene que haber otra manera para que en sus rostros
circulo alguna sonrisa, que aunque no sea eterna los deje mansos.
El anciano:
Si hija, tienes que llamar a la policía y que se los lleven
a todos. Por maltratadores tanto psíquicamente como físicamente, por hacer
cenizas los pasos de sus hijos. El daño…el daño. Ese daño retozará en tu
existencia hasta la muerte y entre más esfera todo será peor. Algún día la
sangre correrá y entonces no podrás hacer nada. Hazme caso. Llama ya a alguien,
pide auxilio o lo que te apetezca. Pero que esto finalice ya. Y tiene que ser
ya, te lo digo de todo corazón, del afecto que os tengo y sobre todo a ti que
eres la única sana.
La hija:
Me quedaré sola. Sola y sola
El anciano:
Y qué más da. No me ves a mí, estoy solo. Hay días que la
casa se me viene encima pero luego los escucho a ustedes con los balazos sin
escrúpulos y me alegro…me alegro de este silencio cuando me siento en el sofá a
ver la tele.
La hija:
Bueno, ya veré. Tiene usted razón. Me voy.
El anciano:
Adiós pequeña. Verás que el mañana será mejor para ti, solo
para ti. A ellos, que les den.
La hija:
Adiós. (hablando para sí misma) Sí, tiene razón….mucha
razón. Ellos no son parte de mí, estamos tan distantes. Son ajenos a las emociones que me manejan en
el pasar de las jornadas. Están imbuidos en sí mismos. La droga, el alcohol, los gritos. Los tres
están marcados por tumbas caminantes en este espacio que muevo y me rodean…me
rodean y siento ahogarme bajo planchas de acero corroído. La situación cada día
va a peor…tanto que de un momento a otro se les pueden ir sus manos y ser
cuchillo del adiós. Entonces, yo seré
culpable. Culpable de aguantar. Culpable de ignorar. Culpable de huir. Culpable
de dejar que se asesinarán unos a otros. Aunque para mi , muertos están.
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