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Las
ánimas, corren por el boscaje mientras ella con sus ojos grises se ahuyenta de
la luz solar. Almas perdidas en el enredo desorbitante de la naturaleza, su
casa. Sola, con la tenacidad vibrante de una existencia alejada de toda
civilización, de toda sociedad. Su cabello moreno cae más allá de su
espalda. Sus pies desnudos son huella
del barro . No importa el frío. No importa las corrientes zanjando en navajazos
gélidos en su cuerpo. Solo sabe que no debe salir de los límites de ese bosque
de faya y brezales. Qué hermoso es se dice, cuando en la mañana con la claridad
del astro hoy su piel se tiende para saborearlo. Una sustancia boscosa que
llega hasta el mar. Allí se dirige, con sus pocas prendas, corriendo como
animal abatido por chillidos de las balas. Habla con los espíritus, ella los ve.
No entiende muy bien el porqué pero siempre ha sido así. Ignora el mundo, en la
clausura de sus palabras difícil de expresar. Ignora el tacto sutil del cariño,
de la ternura en las rejas impuestas en su ser. Solo, el oleaje caricia su
cuerpo que se desnuda al son de un canto monótono. No teme ese mar brutal,
violento del otoño. Solo la brevedad en que permanece en su masa líquida la
impulsa en su estar en esta vida. No se pregunta si hay alguien más. Nacida en
los albores de una primavera y aconsejada por una voz , solo una voz, tras la
puerta donde habita. Una nada rasgueando su crecimiento, sus cuestiones, su
esencia. Esa nada que habita en cada uno de sus sentidos acostumbrándose,
retrayéndola. Creando unas manos de guaridas donde la soledad embriaga cada
conversación de sus pensamientos, de sus labios ¡Oh, otoño¡ Mujer engendrada en
el seno de velatorios. Mujer amortajada cuando la sonoridad de su cuerpo deambula
a través del oleaje. Y nada con las ballenas llegadas en su migración por la
estación, y nada con peces plateados en la frondosidad de algas y caracolas que
cuando llega a la orilla la embelesan. Entonces, los espíritus se forman ante
su figura como luz que va, como luz que viene y ella extiende sus manos para
acoger de su calidez. Entonces, comienza su baile, un baile donde almas
animadas la acogen en el rito perseverante de los años. Ah, mujer, continua con
tu danza lenta, haciendo giros en el aire como parte de él. Ah, mujer, todo ha
de terminar, la ceguera de tu rumbo se reorientará y no serás mujer de
desiertos eviternos ¡Ven¡ ven le dicen las ánimas del bosque , ven con nosotras
pero ella desoye, se aísla como soñadora bebiendo del néctar de su
verticalidad. Corre y corre sus zancadas la llevan ante una madre tierra
creativa, ilusionada en el volar y volar con la intensidad de sus sueños. Y los
espíritus le hablan, le aconsejan y ella sigue y sigue en su lucha con la
supervivencia, con su libertad cuando es hija de la nada...CONTINUARÁ
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