sábado, enero 11, 2020

Los cuervos...








Desnudo…todo estaba desnudo, el otoño había pasado fugaz en sus ojos y ahora todo estaba desnudo. Hojarasca que se desparrama más allá del viento de un invierno que abría sus puertas con una bocanada gélida, de penumbra, de una bruma que hacía aquel parque insonoro a la mirada. Solo, las pisadas de aquellos solitarios, solitarias en su encuentro con el pulmón de la urbe. Ahí, estaba ella, sentada en su banco habitual, con una carta en las manos temblorosas, frías, doloridas.  Cada cierto tiempo volvía algún cuervo con un aliento de palabras que la iban conformando, edificando en el fin de sus días y ¿Cuál fin? Ello es indeciso de predecir , solo , cuando nos llame los huecos de la muerte. Ahí, estaba ella, sentada en su banco habitual, con una carta que se edificaba a medida que un cielo pesado, bochornoso, nublado anunciando tormenta se estancaba en el parque. Ahí, estaba ella, intentando terminar esa carta que en el paso de los días se hacía más y más larga, más y más densa. Su significado bailaba con la pronunciación de su destino, una ruta indescifrable hasta que fuera amortajada. Y venía de nuevo un cuervo, un cuervo negro regándola de palabras, palabras de deseos, de sueños que serían heredados por otros. Sí, otros cual leyera lo que en ella decía.  Por un momento la abrazaba a su pecho para que se impregnara de sus latidos firmes, esperanzadores, pacíficos y luego continuaba…continuaba escribiendo lo que los cuervos le traían.  Una carta con sabor a ella, con olor de invierno.  No era ni triste, ni alegre solo el resonar de la vida como nota de lo cotidiano la embriagaba, se deletreaba en cada figura de sus palabras. Un respirar intenso, un vivir profundo en las cavidades del amor, de una paz rasgando las quebrada emociones. Ahí, estaba ella, sentada en su banco habitual, con una carta en las manos donde describía el circular del mundo, de esa atmósfera que en vertical u horizontal atrapaba al humano. Y seguía y seguía con su carta escrita por cuervos negros, con sus manos arrugadas, ásperas por el frío.


1 comentario:

marcamar dijo...

Inquietante relato, Dunia, pero la descripción es maravillosa, me ha atrapado y me he dejado llevar por tus bellas palabras. Gracias.