Nubes. Se describe la llovizna
como algo peculiar, como algo afín de año en año en este original otoño. Islas,
una cadena nos ata a ser raíces de esta tierra, una soga barre las ganas de ser
hijas del viento. Nos estancamos, nos precipitamos en la orilla de una playa
vacía donde las olas rumorean al infinito horizonte. Donde las olas nos
entregan a sueños tristes, donde las olas hacen círculos de nuestras huellas.
Nubes. Lo gélido se adueña de nuestros espíritus, libres, nos entregamos a una
visión donde un halo de un mañana mejor nos persigue incansable. Nubes, el
ahora, el aquí, somos hijas de arena envueltas a la servidumbre de nuestros
deseos. De esos deseos trinando frente un espejo que nos muele, que nos hiere.
No, no me mires, Nos decimos y en el
transcurso de las horas cabalgamos donde la luz de un faro amanece en nuestro
ánimo. Hijas de las estrellas, esperamos. Nubes. Una silueta se arrima a mis
pisadas estáticas, verticales y somos eco de la plenitud de los corazones que
se rozan, que se acarician al ritmo de la llovizna. Nos montamos sobre yeguas
de algas y avanzamos donde los soles nos miran. Nubes ¿Cómo se mece la tarde en
su soledad¡Uhm, nos dirigimos donde los ojos opacos no saben de nuestro deseo,
de nuestro amor y nos levantamos, invocamos nuestro encuentro y nos decimos
hola, que tal . Nubes y la luz nos endereza en navíos sin ruta, en la
orientación de nuestros alientos. Nubes.
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