jueves, diciembre 02, 2021

LA TARDE

 

La tarde, huellas dejadas en la espalda de los océanos para aquellos que buscan sus sueños. Amadeur viene,  viene con su albornoz rojo como resto de un naufragio. Amadeur ya se encuentra bien después de que las cuerdas de una barca lo astillasen hasta la cercanía de la nada, de la muerte. Amdeur pasa ante mí, sonriente, con su lenguaje particular. Amedeur no me entiende, yo no lo entiendo solo con el idioma de los ojos, con el idioma de una alegría de estar aquí, ahora, con sus piernas dando un paseo. Amedeur se dirige al patio, al patio de una casa que acoge bajo su techo protector. Y amadeur sonríe, por unos instantes mira el atardecer con su mirada estática en ese cielo limpio, en esa tarde fría de otoño. Amadeur no sabe que lo observo, que me detengo en cada movimiento de sus pisadas. Amadeur corta una flor amarilla nacida en un pedazo de tierra o en un pedazo de belleza, según como se mire. Amadeur la huele y quieto con sus ojos de alegría, suspira. Amdeur se siente feliz, se siente abrazado con su albornoz rojo.  Y para mi todo es perfecto, la hermosura de una flor amarilla, la hermosura de la alegría de Amadeur.


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