viernes, abril 19, 2024

LA MEMORIA QUE HABITO(NARRATIVA) 1

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Vuelves, como se puede volver lo interminable. Una espesa capa de fresco acoge mis ojos y habito donde las estrellas placen en el caos y el equilibrio de este mundo. La noche se hace cristalina y yo de mi casa cueva me asomo a la puerta. El fresco de un otoño derrotado acaricia mi cara y me siento renovada visión de lo que habita más allá de esta esfera. El tiempo , inestable, se contiene y puedo respirar por unos momentos ese regalo del cosmos. Sola, con mi perro Arturo, guía de mis pasos perdidos me mezclo con el follaje de este apartado lugar. Voy al lugar de mi encuentro, donde tengo todos esos aparatajes para observar detenidamente, insistentemente esa zona visible del universo. El tiempo es grato, mi madre me viene a la memoria. Ella me crío como hija de los astros, como hija de esta cueva acogedora donde ahora me quedo, como hija de noches que terminan cuando el crepúsculo besa mis párpados. Me siento donde una roca en la intemperie de mis sensaciones y una brisa pertinaz pero sutil se cruza en mi espíritu. Me siento elevar en los pensamientos, en una memoria perdida donde que escala en la armonía. No espero visita. Yo he designado mi modo de vivir, ajeno a la polución. Quiero disfrutar por los pocos años de existencia que me queda de mí, de mis ojos perdidos este cielo oscuro con sus gotitas brillantes de maravillas. Y es que es algo maravilloso. Yo, aquí, sentada, observando el nacimiento repetitivo de las noches. Y es que es agradable, sensato el estar aquí, en medio de la nada humana, donde aun sus quebrantos dolientes no han podido hacer cenizas, hundir este apartado canto de la naturaleza. La madre tierra me saluda. Mi madre me saluda e inspira cierta tristeza confortable que me aleja de todo, del todo. Aunque la noche sea clara, el mar de nubes asciende hasta ser parte de ellas, la humedad me rinde y disfruto mientras la celeridad de esta se disipa a medida que las horas se van. Mi madre está conmigo, esta madre que es madre de todos. Y confío, confío en las horas, confío en este destino que describe cada uno de los puntitos luminosos de este firmamento bello, increíble. Ramalazos de la vía láctea se perciben y que más decir de esta belleza. Una belleza donde la paz es sonora es invita especial en este mundo convulso, desquiciado. En estos momentos anoto cada observación de manera sosegada, ya llegaran otras noches. Inspiro y espiro, mi vientre se insufla de recuerdos, de una cotidiana calma infinita, de un querer, de una dejadez como máscara inquebrantable de mi esencia. Y ella vuelve, vuelve como las flores del amanecer cuando la primavera se expande ante nuestros sentidos. Miro por uno de los telescopios, mi ojo se retracta a un satélite de los innumerables que forman esta respiración del cosmos. Su danza es la similitud incorpórea de retazos de la lentitud. Su danza es detenida, casi estática y yo me dirijo a el como fuente de una oportunidad, de una ilusión que produce esa necesidad de saber por quien son succionado nuestros muertos cuando su energía abandona este planeta llamado tierra. Si , estoy en la tierra, corre el año 2050 y una grave violencia tanto del reino natural como antropogénica azota a este planeta. El agua es escasa, estamos en abril. Un abril cualquiera . Pero aquí, donde habito, este abanico de desesperación aun no hay hace escala para el sufrimiento, la ansiedad, la pena del humano.  Y me gusta conversar a solas, conmigo, con esta pizca de maravilla que me envulve. No sé, dreno como una felicidad en mis entrañas que desfila en el asombro de mis ojos. El asombro de contemplar este más allá de este globo.


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