sábado, junio 15, 2013

Su rostro

Su rostro impecable haz de raíces que van enterrándose en mi vientre a medida que los ecos esféricos del silencio barruntan cierta atmósfera de deseos. Avanza contra el viento con sus ojos huecos cuando la tarde monótono nos impregna de cierta nostalgia. Sí, una nostalgia que va más allá de estas ínsulas y se precipita por los mares de la pena. Llamas. Sí, la llamas de espalda a todo lo que te rodea. No te importa. La dejadez por hallar su esencia te ha hecho huraña, despistada, sorda. Y sigues así con tu danza que cruje a la vez que enfebrecida se aposenta en el equilibrio. Gritas. Y tu grito es escuchado por aves que no oyen. Quisieras volar como ellas. Te alzas y bajo una bóveda celesta comentas de tu peso. El peso de tu cuerpo. El peso de tu alma que se desvanece en un ir venir de las últimas lluvias de la primavera. Ya ves rotas y rotas siempre en lo mismo. Caes y caes. Hasta volar sobre féretros de mármol. Tu ser sin ánimo. Tú ser decaído. Tú ser poblado por las enrarecidas mareas del amor. 

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