martes, agosto 27, 2013

Caminábamos...

Caminábamos juntas. Caminábamos entre las nubes cuando los pertinaces haces solares deslumbraron nuestros ojos. Ojos que ven. Ojos que tocan. Ojos que acarician cada llaga incrustada en nuestro pecho. Nos alejamos. Huimos del calor de nuestras manos hacia otros horizontes. Unos horizontes muy lejanos. Pero seguíamos andando por esas veredas similares a nuestro ayer ¡Ay ese ayer¡ Qué terso son tus labios sobre mi cuello, sobre mis labios…Y ahora mira. Lejanas. Ausentes. Solitarias. Pero siempre con ese acento que nos marca para el recuerdo. Que grosera es a veces la memoria. Ahora sobre el puente del olvido nos retorcemos, buscamos, escudriñamos. Pero nuestra mirada no se cruza. Hemos envejecido y todo se vuelve distante, no más que un velero de velas rajadas sin rumbo. Vacío. La nada. Qué triste suenan los cuerpos cuando se aman en la lejanía. Esa lejanía que nos conduce a paraderos ya infranqueables. Adiós nos decimos.  Un adiós que recorre cada tremor de nuestra carne en el fin. 

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