domingo, agosto 25, 2013

Divagaciones de una mañana de agosto...

El viento. El viento. Llamada en el alba cuando la rutina de unos ojos abiertos observan ese techo de los pensamientos. Sopla incansable. Con sus manecillas frescas recorriendo cada esencia de ti. No lejos una bahía donde los barcos reposan ante la venida de su violentado cuerpo. No lejos una sensación que nos yerta sobre diques donde unos corazones aspiran al amor. No lejos la monotonía de una jornada que se ramifica en una larga espera de lo vaga, de lo desconocida que es la vida. El viento sigue con ese tintineo que aromatiza el despertar frente a un espejo. Y nos miramos. Y nos examinamos. Rostros que aspiran al beso. Rostros que anhelan una caricia en la plenitud de la calma. Rostros que se ilusionan de un día más donde los latidos de este planeta rozan levemente nuestra alma. El viento. El viento. Viene y va, se enreda en nuestras manos, en nuestra desnudez y dejamos que su andar nos lleve a un lugar lejano de nuestra memoria. 

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