Y no luce la sombra broncínea de
ese astro cuando el amanecer es alfombra de nubes cenizas donde se recuestan
los sentidos. Avanzamos. A medida que el tic-tac de un viejo reloj nos dice de
ese tiempo que se va. Aquí estamos.
Saboreamos el perfume de la mañana donde los pájaros no son tonada. En la espera aguardamos el silbo del viento
que hoy permanece callado. Desaparece. Entre las calles de esta urbe nos
movemos y levantamos una llamada a la distancia que se encierra sobre mareas de
un lejano deseo. Y deseo es la palabra. Deseo de perderse por los laberintos de
una mirada que nos dice “sigue, sigue”.
Y seguimos. Con un desierto en nuestra espaldas, con el incierto paso de
las horas. Que pesadez, nos decimos.
Pero impenetrables, aislados nos balanceamos sobre los sueños que se yerguen en
la sombra que vamos dejando atrás. Y así
continuamos. Siempre encerrándonos con nuestra esperanza que a veces juega al
escondite ¿Dónde estás? A por ti vamos. Sí, alargamos nuestra mano y tomamos de
ella como manantial de siemprevivas que nos hace sonreír.
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