Que haces aquí en esta cueva donde nuestro ayer se difuminó
en la venida de aguas nuevas. No te esperaba. No solo a ti, sino a nadie. Aquí
estoy sentado lamiéndome de recuerdos que sobrevuelan mis manos. Sí, me vendo
los ojos. No quiero ver el desastre de nuestros ancestros ¿A salido el sol?
Si, el sol con su brío hermano de esta esfera da su aliento,
da sus primeros pasos sobre los océanos eternos que nos observan en el continuo
peligrar de su vigor, de su entereza.
Estoy aquí. He venido para ver tu llanto, tus penas. No puedes estar
solo así vagando en un pasado ya exterminado contemplando la oscuridad. La vida
continua, nos transformamos en ecos de su silencio y ahora debemos levantarnos
alzar nuestras velas y ver lo que hay ahí afuera…vamos.
No me mires. Aquí acurrucado me quedaré. No merece la pena
seguir en este manantial que corre por nuestras venas donde el vuelo del pinzón
se apaga, donde las ballenas quedan atrapadas en las redes de la negritud.
Déjame sino siéntate aquí. Sí, aquí al lado mío y abrázame.
Sí, el sol ha salido. Tenemos que irnos. Tus ojos son
truenos del espanto pero tenemos que retomar esa senda bajo los tilos, bajo los
laureles como refugio de lo que aún queda. Venga amigo no llores más, no llores
por ellos. Ya se han ido.
Tu ahí de pie, yo aquí cansado en esta gruta que me aísla de
lo real, de la verdad. Dime que no hay sueños imposibles y tal vez te de la
mano.
Sí, hoy el sol brilla y hay sueños posibles. Sueños en los
de un mundo mejor será venerado por nuestros ascendientes mientras, ahora,
hemos de luchar. Unificar nuestros deseos de justicia, humildad y solidaridad y
vagar por sus ramas. Conducir nuestras pisadas sin daño sobre las mareas del
mañana.
Agárrame fuerte. Voy contigo para admirar el último halito
de su respirar. Gracias amiga, amigo.
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