viernes, julio 17, 2015

Adiós...

La cotidianidad es imprevisible con sus astros de fuego sobrevolando nuestra mirada. Anunciando la venida de las olas que crecen y crecen hasta hundirnos en el silencio. Un silencio que da lumbre a nuestros corazones, a los vientos frescos de la nostalgia. Caemos esparciendo nuestras manos bajo los dones de la espuma que viene, que va. Y ahí estás. Con esa fuerza que hace que me entregue a ti. No sé como si fueras mágica sentencia del destino a seguir. Y te sigo… Y te amo… Y la belleza reduce mis sentidos en el álgido crepúsculo de tus ojos, de tu caricia.  No sé cuánto de largo será nuestro amor pero bajo la sombra de los almendros nos alimentaremos de cada instante eterno en el recuerdo. Qué más da emerjamos y vivamos con la alegría de estos momentos. Observa como cae la tarde, como el romper de las nubes hacen que se diseminen en formas soñadas. Ahí…ahí…un caballo que nos guiará por la memoria del hoy, de este hoy en que somos una.  Sí, una después la despedida. Aprovechemos esta puesta del astro broncíneo para que nos bañe de ternura, del sutil aroma de las algas, del canto de las caracolas. Ay amor…todo acaba. Adiós. Sí, adiós ya las pardelas nacen de los acantilados como llanto del fin.


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