Querida XXX:
Rotas olas. Exactas en el serpenteante ocaso moviendo los cuerpos
desnudos a ras del viento. Las observo
desde aquí, desde este balcón donde las amapolas lucen su traje de difuntos
recuerdos que nos abriga en la intemperie de nuestros pasos. También te veo a
ti. Sí, a ti…tan fresca al son de una marea que evoca el precipicio a la nada.
Me tomo mi café, enciendo un cigarro…uno tras otro y me pierdo por espumas y
caracolas que agonizan en un grito. Ya sé que te disgusta que escriba estas
cosas. Pero a quien…dímelo tu, a quien escribir. Me balanceo sobre naves
obscura siempre durmientes bajo ese foco del llanto, de los atardeceres lamidos
por la sangre de otros pueblos que se van. Sí, se van hacia el gemido de niños
y mujeres banderas de la paz. Ya sé que soy pesada, tonel que rueda y rueda en
la liada hierba de una pena. Vale, me gusta escribirte. Por qué no…Estoy
preparando mis maletas, me voy hacer un corto viaje que me llevará por las
sendas de la armonía. Sí, sola. Qué más da. Allá me espera la casa de campo, un
viejo piano será lumbre de mis manos a medida que los pajarillos se revuelven
en sus tonadas. No desesperes, volveré.
Tal vez más animada. Tal vez más torpe en esta aventura enramada de la vida. Me
llevo a mi gata. Mi gata feliz como siempre, ronroneando el paso de los días,
vigía de todos mis movimientos. Ahora miro ese horizonte el menear de la marea.
No soy gris, solo, necesito tiempo.
Abrazos,yyyy
Rotas olas. Coge su maleta añeja
y estropeada. Mete unas cuantas cosas mientras mira a su alrededor. Mira ese
callar de su techo. Sale de su casa. Ahí está su coche. Se va, se va no muy
lejos donde la tranquilidad puedan ofrecerle un halito de esperanza. Antes echa
esa carta al buzón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario