martes, julio 12, 2016

Se encoje...

No. No me llames. Solo envíame esas hojas otoñales impregnadas de tu aliento . Un aliento del cual me nutriré y veré tu imagen a través del sueño. Estas lejos….muy lejos. Aquí, no hay nada que contar, todo sigue igual. Sí, ahí desde esta ventana, de nuestra ventana del ayer observo la misma luna: triste, embelesada, conspirando con los espíritus que alzan su andadura más allá de ella. Aquí ando sentada, en tu silla, escribiendo…escribiendo al silencio, a las llagas que con su tic-tac tilintan en mi memoria ¡Ay la noche¡ se enhebra en ramas cuyo mecer al son de la brisa hacen que se retuerza bajo las esferas de una ruptura…nuestra ruptura. No sé que más decir libar de estas azules paredes el frescor de cuando nos conocimos. Un perro ladra, a lo lejos un faro guiando la incertidumbre de los ahogados. Ahora te dejo, ya seguiré…

                Ella se levanta de aquella silla donde el influjo de su amado adolece su alma. Huele esa hoja. Esa hoja amarilla que llegará lejos, muy lejos. Se eleva ante la ventana. La luna…la luna. Redonda figura donde se dibujan blancos pensamientos que la lleva, que la ata a los sonidos de su ayer. Se va a su dormitorio. Se envuelve en arrugadas sábanas grises donde el resonar turbulento de su ser busca y busca algún pedacito de él. Cierra sus ojos, una nave de ilusiones y esperanzas le entrega parte de un mañana, de un deseo que la yerta en puentes colgantes que ha de pisar, que ha de seguir…. Metralla de sueños insondables, un sudor por sus sienes. Despierta. Ahí está. Sí, es el que ha venido para acogerla en su regazo moribundo. Ojos que en su viaje a ella derivan a pozos de lodo. Ojos que con su llanto son tapias que  ya ella no ha de pasar. Se encoje en su cama. Ojos rebotando a la nada, a la nada…la luna sigue ahí, tan estática, tan solemne en su vasto jadeo cuando las manos quiebran, cuando el corazón se evade en los racimos de gotas de lluvia hechizadas por el viento. 


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