El camino. Está ahí, cerca, en las proximidades de un
arroyuelo infértil. Hoy el viento del siroco se interpone en mis ganas, en mi
ánimo. Avanzo
y ya estoy en el camino eviterno del equilibrio, digo yo. En sus flancos la
muerte temprana de los frutales, de las arboledas de antaño, de animales
desesperados, sedientos. Todo es árido, yermo. Túnel inacabable donde la luz
solar aprieta en mis sienes. Pero he llegado y he de seguir con la continuidad
de mi respiración acelerada, agotada. Inspiro y espiro, espiro e inspiro…lejos,
muy lejos se yerta una montaña donde la noción del tiempo se pierde, donde los
años quedan atrapados en el silencio, en la nada. El camino. Las raíces se
queman con alguna que otra lágrima que cae de mi rostro. Tanto calor…pero, soy
libre. Sí, emancipada de las incomodidades del ayer, ha sido una ruptura. Una
vida nueva me espera en este camino, asolado, engarrotado, estático donde la
brisa esconde el agrietar de mis labios. No, no necesito agua. Solo seguir,
abrazarme
a mi pecho y sonreír al aliento de mis manos. El camino…
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