La playa y en ella una avenida. Alguna música suena a lo
lejos. Dos hombres que se encuentran.
E:
Mira mis manos. Sí , estas manos de unas tierras extrañas
para ti. Por si no lo sabías habitamos la misma esfera pero con distinta
condición. Te las enseño por en ellas se refleja el sudor, el penar de años, de
siglos reposadas en ellas. No me mires
así, como algo marginal a tus ideas. No, no sé escribir. No he ido a la
escuela, es más, del lugar que vengo no existen solo la enseñanza
de la vida, de los ancianos que habitan mi pueblo. Ellos dicen que algún día
cuando el sol sea lamido por la luna todo cambiará, seremos iguales. Sí,
iguales ante la muerte. Nuestros huesos sean gemelos , nuestro espíritu
habitará en la sonoridad de este mundo. Yendo, viniendo en cada recuerdo de
nuestros amigos. No te acercas, no quieres darme la mano. Mira tus manos…por
favor míralas y cierra los ojos. Dime lo que sientes, lo que te transmito a lo
mejor no mucho más que las tuyas , iguales pero finas, cuidadas.
H:
No, no te tocaré. Mi mente esta concertada con el repudio,
con la fuerza
brutal de echarte. Sí, vete de aquí de dónde has venido. Este lugar es
tranquilo y ahora ustedes. Sí ustedes vienen con los hombros de la miseria, de
la incertidumbre a estas tierras ricas en su crecer y crecer. No, no te tocaré.
Márchate ya, molestas. Me siento incomodo ante tu presencia. Yo no puedo hacer
nada. Solo proteger mi ciudad, mi país.
E:
Mis manos. Ni te atreves ha obsérvalas. Sientes miedo al qué
dirán. No eres valiente, la cobardía te ampara a ti y a muchos. Pero no me iré.
Quiero aprender de lo que no tuve oportunidad. Soy mayor, muy mayor. Las canas
surcan por mi rostro, dolido ante tu negativa, ante el ayer, ante el presente.
H:
Vete ya, vuelve a tu pueblo. Deja está sociedad que sigua su
senda alejada de todo mal, de todo harapiento como tú.
E:
Duras tus palabras. Me dices harapiento. Yo no soy vagabundo
del aire que respiras, ese aire el mismo que el mío. Me iré….sí, como preso de
tus sentidos, erróneos, fatigados. Vuelvo a mi casa, hace frío, es otoño. Le
diré a mi pueblo que todo es falso…sí, eso que dicen de una vida mejor. No
soporto el odio de tu mirada, tu repugnancia ante mis manos. Déjalo ya, me voy.
Aislado en la cárcel de los sueños, en lo que cuentan.
Y se va como defensa de su tierra. Penetra en el oleaje calmo
y desaparece cuando una pardela lo llamo. El otro retorna a la venida con el
pecho inflado de que algo anda mal. Su razón lo lleva a la impotencia.
Mira por un momento a la orilla, el ya ha desaparecido. Todo tiene que cambiar,
se dice.
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