Tendida sobre una rama, así miraba ella el transitar del
nuevo amanecer. Un amanecer donde los pajarillos hacen de las suyas con sus
cantos armónicos. Se hallaba pensativa, absorbida
y conmovido por la eclosión de una nueva jornada. Frente la isla, tan lejana,
tan cerca que con sus dedos lograba dibujaba su relieve en globos amarillos. Se
sentía vivir mientras su juego la invitaba a descender del árbol…el árbol de la
vida, se decía. Se abraza a él como si fuera un nutriente revitalizador para su
continuar…continuar evanesciéndose con una bruma cercana. Sus huellas dejaban
de respirar. Sus manos sombras de sonoros olvidos. Sus ojos gritos del
despertar, en silencio…mucho silencio.
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