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Los
ecos del curo se escuchaban las siete mujeres de los sietes riscos. No, no
había pena. Su dolor era consecuencia de cada castigo aberrante, sangriento de
sus ayeres. Su grito escupía cada alma estrangulada en el ayer, cada rajada
esencia en el curso de su vida. Lo envolvía una lluvia feroz y ante su final la
bruma volvía. En sus ojos se construían espíritus moribundos con sus quejidos.
Las siete mujeres de los sietes riscos reían y reían y cuanto más su alegría
era más potente más contagiaba al cura de fantasmas del ayer, del hoy. Ellas,
no culpaban a los aldeanos en sí. Toda culpa era de él y de sus antecesores.
Las siete mujeres de los sietes riscos con la visión de la bruma que hacía de
velo para el pueblo bajaron un poco de sus alturas, dejaron sus respectivas caverna para observar como las cabras descendían
por esos siete riscos hasta que la pesada bruma las hacía invisible. Ellas se
quedaron en el límite. Bebían de esa agua purificada y de la leche que estas
habían dejado en unos cuencos de piedra ¡La naturaleza¡ Compenetradas con ellas
, con las siete mujeres de los sietes riscos. Se ayudaban de un gran palo para
sus bajadas y subidas. Un palo preparado ante cualquier tormenta en medio de
alguna noche de luna al son de los movimientos de una hoguera. Las mujeres de
los siete riscos no se encontraban, solo con el canto y sus deseos el efecto de
hacer y saber que se encontraban allí. No había caminos para llegar donde ellas
estaban y sus pies abrigados con piel de cabra eran los únicos que
conocían a la perfección ese remoto
sitio. Durante esa mañana y muchas, tras su canto se sentaban en una roca y
silbaban a la brisa. Numerosas especies de pajarillos se arriban a ellas. Sí, a
ellas, a las mujeres de los siete riscos. Con ellas conversaba lo que la una
quería decir a la otra, lo que la otra
quería decir a una. Respiraban profundamente y el aislamiento al que habían
sido sometidas no lo detectaban en sus
rutinas diarias. No, no lo palpaban, la madre tierra les respondía cuando
anhelaban algo, la madre tierra de acuerdo con todos los seres de aquel lugar
las acogía como circulo de bellos respeto mutuo. Para las siete mujeres de los
sietes riscos era una cura, una cura ante todo ese pasado agónico…
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