lunes, diciembre 03, 2018

LOS SIETE RISCOS...9


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Los ecos del curo se escuchaban las siete mujeres de los sietes riscos. No, no había pena. Su dolor era consecuencia de cada castigo aberrante, sangriento de sus ayeres. Su grito escupía cada alma estrangulada en el ayer, cada rajada esencia en el curso de su vida. Lo envolvía una lluvia feroz y ante su final la bruma volvía. En sus ojos se construían espíritus moribundos con sus quejidos. Las siete mujeres de los sietes riscos reían y reían y cuanto más su alegría era más potente más contagiaba al cura de fantasmas del ayer, del hoy. Ellas, no culpaban a los aldeanos en sí. Toda culpa era de él y de sus antecesores. Las siete mujeres de los sietes riscos con la visión de la bruma que hacía de velo para el pueblo bajaron un poco de sus alturas, dejaron sus respectivas  caverna para observar como las cabras descendían por esos siete riscos hasta que la pesada bruma las hacía invisible. Ellas se quedaron en el límite. Bebían de esa agua purificada y de la leche que estas habían dejado en unos cuencos de piedra ¡La naturaleza¡ Compenetradas con ellas , con las siete mujeres de los sietes riscos. Se ayudaban de un gran palo para sus bajadas y subidas. Un palo preparado ante cualquier tormenta en medio de alguna noche de luna al son de los movimientos de una hoguera. Las mujeres de los siete riscos no se encontraban, solo con el canto y sus deseos el efecto de hacer y saber que se encontraban allí. No había caminos para llegar donde ellas estaban y sus pies abrigados con piel de cabra eran los únicos que conocían  a la perfección ese remoto sitio. Durante esa mañana y muchas, tras su canto se sentaban en una roca y silbaban a la brisa. Numerosas especies de pajarillos se arriban a ellas. Sí, a ellas, a las mujeres de los siete riscos. Con ellas conversaba lo que la una quería decir a  la otra, lo que la otra quería decir a una. Respiraban profundamente y el aislamiento al que habían sido sometidas no  lo detectaban en sus rutinas diarias. No, no lo palpaban, la madre tierra les respondía cuando anhelaban algo, la madre tierra de acuerdo con todos los seres de aquel lugar las acogía como circulo de bellos respeto mutuo. Para las siete mujeres de los sietes riscos era una cura, una cura ante todo ese pasado agónico…

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