miércoles, mayo 01, 2019

LA SOMBRA. 11(NARRATIVA)


11
María se duerme entre cartas y cartas eclipsadas en sus pensamientos. A las siete se levanta, aturdida, con la molicie que tiene dormir sobre una alfombra en el suelo. María ha soñado y se siente rejuvenecer. María va al baño, se ducha, se mira en el espejo –el único espejo- que tiene el baño y con su mano sutilmente roza su tez. Aunque no se maquilla por la corriente nefasta del ayer se siente en buen estado. María ha recuperado su naturaleza, es selva virgen que tendrán otra vez que introducirse pero esta vez con una delicadeza, con sensibilidad, con una sutil acaricia que ella valorará. María toma su pasado como nave naufragada, como muertos desperdicios que se pierden con el paso del tiempo. Los ojos de María se agudizan y frente a frente al espejo ve cierta estabilidad, cierta belleza renovada. María se viste como le han aconsejado. María sale de la pensión. María va al lugar donde tiene el trabajo caminando, le apetece. La jornada se ha engendrado azul, un sol tronador se extiende hasta sus poros, hasta su andar y la anima, la anima a seguir. María observa la ciudad, limpia, caótica, refugiada en edificios abatidos por la polución. Todo es cemento. Todo es asfalto. Todo es jardín de alquitrán y gases asfixiantes.  Pero María se alegra de vivir en una isla, en un pequeño o grande según se mire. María ve el mar y lo ve de forma distinta a antaño. Ahora ve el mar y su rumor acompañado de su olor la hipnotiza. Mar verdadero. Mar esfera de sus ojos.  Por un momento se detiene, mira atrás y puede divisar con embeleso algo de las montañas, de la cumbre que tanto nos regala con sus pinares. No lo distingue bien pero se lo imagina. Tras un suspiro de libertad continua. María continua hacia la costa, ahí está su trabajo. No quiere dudar. No quiere temer. No quiere ser reconocida por ello no se maquilla. No quiere ser mujer rota ante los demás. María es acero. María es el balanceo fenecido en estaciones pasadas. María se halla segura. María mira esa marea ya ante su figura en calma, en serenidad. María está ante la puerta del trabajo, espera, y su respiración pausada habilita lo soñado. María rescata el sueño de la madrugada, de esas dos horas donde se concilió con su subconsciente. Se fija en sus manos, están cuidadas. María tiene manos de mujer trabajadora, de mujer luchadora, de mujer decidida, de mujer emergida después de las tempestades. María respira hondo y toca, espera a que le abran. Es temprano pero le da igual, no se esconde, no teme.  Y a María le abren, le abren con una verdadera sonrisa y ello la motiva. María la drogadicta, María la puta, María la desorientada se afirma y ante el velo al ayer entra...CONTINUARÁ

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