lunes, junio 10, 2019

Echadora de cartas...


Bochorno, ese es el hoy. Un presente enjaulada en la humedad y el calor, un calor que me hace andar despacio, con ralentizadas pisadas sobre un asfalto que se derrite.  Mis huellas quedan plantadas y el eco del sol me hace sacar un pañuelo de mi bolso para pasármelo por la frente. En la esquina, la anciana de las cartas, de seguro que me apresará e intentará adivinar mi destino mientras yo la dejo vagar en su elocuencia.  Cuando acaba me tiende una rama de romero en las manos, en tus ojos veo una luz, una claridad que será peso de tus singladuras. Eso me dice y yo me conformo, afronto sus palabras en un reto de incredulidad y a la vez de dudas concienzudas que se incrusta en mi mente.  Sino mi camino, lento con el bochorno impactando en mis carnes. Todo es pegajoso, hasta las sentencias efímeras de la anciana de las cartas. Miro para detrás, ya no está pero su  mirada clara persigue mis pensamientos.  La echadora de cartas se ha perdido en sus ojos hipnóticos, en sus manos arrugadas, en su frente señalada por un punto oscuro que la lleva donde nadie la descubra. No me pregunto más, me ha echado el destino, hoy, en mi andar despacio me ha capturada en sus redes de clarividencias.  Cuanto será verdad, cuanto será mentira. Una cierta brisa fresca viene hacía mi y todo se vuelve confuso ¡Su voz¡, eco meticuloso palpitando en mis sienes, en cada fotograma de mis pisadas de vuelta a casa. No, no me asusta pero su profundidad, su gravedad en el tono clava en mí  torrentes de duda. Emerjo en mi casa, abro la puerta, entro y me siento en el sillón del salón. Me descalzo, me desnudo y enciendo el ventilador, lo necesito. La anciana echadora de cartas me viene, me hechiza y yo asiento. La veo frente a mí, bajo un cuadro por no sé quien pintado y delante de mi aparato de música. Todo se hace extraño, yo desnuda, agotada, aquí agotada y la música comienza y la echadora de cartas juega con su baraja incendiaria pronosticando mí. Así la veo, es real ¡Tanto a influido sobre mi? Sí, pero no hay temor. La anciana echadora de cartas de ojos hipnóticos, de manos arrugadas, de su frente señalada se va…si se va en la espesura de una bruma de una atmósfera pesada, ciega. Yo desnuda, descalza, en el sillón, escuchando música o lo que yo considero música.

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