domingo, octubre 27, 2019

LAS CARTAS....


Como de costumbre se dirigió a su mesa de trabajo, estaba en su próximo poema, estaba ensimismado en su ocurrencia y deseaba transcribirla antes del olvido. Abrió uno de los cajones y allí sin más y sin saber porqué encontró cartas de amantes en un tiempo pasado. El no recordaba que las  hubiera puesto allí, se quedó pensativo. En su pregunta interior fue repasando cada una de ellas, mujeres diferentes habían pasado bajo ese techo y todas le habían dejado una carta, una carta de despedida. No que él las hubiera echado sino que no eran compatibles, no era lo que él desea y su sueño aun seguía vigente a su mediana edad. Se sentía confuso, tantas y tantos errores para su ideal de amor. Cuando las hubo revisado todas, la tarde se pegó con su aroma cálido y la pesadez de un extraño otoño. Tirarlas o no. No, fue la decisión que tomó, cogió cada una de ellas y marcó cada desdén, cada reproche, cada hostilidad de su aliento, cada desgana cuando la noche se hace larga. Se había olvidado de su poema, un poema a ¿quién? No, no se acordaba. Con sus manos sudorosas fue escribiendo cada uno de las cartas donde las había marcado.
No soy mujer de tus deseos.
No soy mujer de tus  emociones.
No soy mujer de tus sueños.
No soy mujer de tu paz.
No soy mujer de tu aliento.
No soy mujer de tus besos.
No soy mujer de tus caricias.
No soy mujer….
Y así sucesivamente, tantas….hasta que llego a la última. Se fijo muy atentamente, suspiro y escribió…
Deseaste, aventuraste, soñaste, besaste, acariciaste pero yo aun no he nacido en tus ojos, en tu corazón en busca de lo perfecto. No, no somos perfectos. Somos existencias comunes que compartimos ratos, pasiones, emociones. Dos mundos que giran en distinta orbitan cuando las cenizas nos envuelvan en la desmemoria. No, no existo, solo el eco de tus latidos en la lejanía, en la soledad. Tus sentidos vírgenes se vuelven tosco a medida que las estaciones pasan y te detienes, y miras, y examinas tu ser ante un espejo, y no te ves, entras y sales pero no te encuentras, no la hallas. Temblor, sintió temblor, un miedo enclavado en sus vientre y cerró los ojos. Tras unos instantes se levanto de su mesa, se puso su chaqueta gris y metió todas las cartas. Salió a la calle, ya la tarde daba a su fin, el viento tempestivo lo avisaba, levanto los brazos y las cartas se perdieron en la voracidad de la climatología. Desapareció por una esquina y sus pasos entablaron conversación con las polvorientas y sucias aceras, en su silencio, en su pena.

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