miércoles, octubre 02, 2019

LAS MAREAS DEL AYER(NARRATIVA) 2 PARTE

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       Las pesadillas atacan a Luam. Tanto, que casi se siente ahogar. No puede casi respirar, su corazón como su cuerpo parece que se para. Se desquita de las sábanas sucias que aun le olían a él y de nuevo se ducha. Después se mira al espejo, solo ve el reflejo de un cuerpo en decadencia. Su mente está extasiada de remordimiento por haber sido convencida por un rufián. El invierno hace más hincapié en ella. Está esperando con desesperación que amaneciera y así cruzar el océano para volver a su tierra. Seguro que esas vacaciones navideñas le ayudarán al olvidar.
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    Anne y Gueda ascienden por ese monte sin saber bien a donde se dirigen. El caballo las orienta. Cuando ya hubo desaparecida esa masa arbórea  suspiran y ponen sus ojos fijos en la cima. Esa cima donde la anciana vive.  El viento es silbo estremecedor, por lo que aunque no estuviera nevando la nieve de los pinares se desploma encima de ellas. Al caballo le cuesta andar, ante ello, se bajan y hundiendo sus piernas en la nieve caminan como puedan. No dicen palabra, tienen que poner todas sus fuerzas en llegar. Aliviadas se quedan cuando los pinares desaparecen y ante ellas nace una luz nítida que viene de la cueva donde vive la anciana.
-Ahí esta la cueva- espeta Anne con su mano levantada en dirección de la cueva
- Menos mal Anne. Ya casi no puedo más. Este tiempo es terrible.
   En su avance lento y palabras inexistente por la intensidad del viento llegan a la puerta. Ya casi sin aliento, extasiadas.
    Anne toca en la madera dura y gruesa. Nadie contesta pero insiste. Y nada. Por un instante el viento se casa con el sosiego y sienten pasos detrás de ella.
-Anne. Tengo miedo. Algo está detrás de nosotras ¿Será él?
-Qué dices Gueda. La noche es oscura y tenebrosa dudo que hasta los difuntos salgan- dice Anne, aunque ella sentía aquellos ruidos también.
A la par se vuelven. No ven nada.
- ¿Qué paso muchachas?
    Una voz ronca y clara se aproxima detrás de ellas. El impacto en sus corazones les proporciona  pánico a ambas. No se mueven, se han quedado paralizadas.
-No os asustéis. Soy yo. Viraos. Os esperaba.
   La calma lentamente vuelve en las dos cuando se dieron cuenta de la anciana. Se giran y se encuentran con una encorvada mujer vestida de negro apoyada en un bastón y bajo el brazo leña.
-Hace frío y se me ha acabado la leña. Mientras os esperaba he ido a buscarla. Venga pasemos que aquí fuera os vais a helar.  Venga pasad, pasad. No os quedéis ahí.
      Anne quiere ofrecerle ayuda con la leña pero piensa que  mejor  no, que sería una impertinencia y a la anciana le sentaría mal. Abre la puerta. Una puerta que chirria a medida que ellas van recibiendo más luz del interior.  Pasan y una atmósfera acogedora  y cálida impacta en el rostro de Anne y Gueda.
-Señora. ¿Cómo se encuentra?
    Anne enseguida se da cuenta de que comete un error. La anciana no le iba a contestar esa pregunta. Es digna y vertical.
-Pónganse cómodas. Sabéis, la noche es espuma sólida donde las almas no descansan y sobre todo de aquellos que no fueron perdón de sus pecados o de aquellos que abogan por el amor de sus seres queridos.  ¿Son molestosos verdad? Vienen con sus cadenas tórridas que nos empuja a un acantilado percibiendo el lado oscuro de la realidad. Por cierto quien de vosotras ha sido arrastrada por un espectro vagabundo.
     Se sientan alrededor de una mesa redonda. La cueva está decorada de máscaras seguramente echas por ella y un sin fin de hierbas que le da al ambiente un olor especial. La anciana en el centro de la mesa enciende una vela y pasa su mano por la tez de la dos mujeres.
-¿No os preocupéis?
      Después de mirarlas fijamente durante unos minutos se levanta. Trae a la mesa dos nueces vacías y unas hierbas. Con un juramento va mezclando las hierbas en un mortero a medida que escupe y las introdujo en las nueces. Cuando hubo terminado hace dos especies de collares con las nueces y se los ofreció. Ellas se ponen aquel talismán que sirve de sable ante todos los males como le explica la anciana.
-          Aquí tenéis. Esta pieza elaborada por mí y con ayuda de espíritus benevolentes será vuestro escudo. Os sienta bien. No le digáis nada a nadie. Es un secreto. Sobretodo para aquellos que tienen fe en el amor eterno.
-          Gracias- dice Gueda.
-          No hay nada que agradecer mujer. Ya sabéis. Esto repele cualquier alma errante. Ya os podéis ir, pero, antes de partir, os haré una proposición. No me miréis con esos ojos tan bellos de asombro. Pasar aquí la noche. Esa albina gravilla fina es traicionera y podéis accidentaros. Aquí estaréis seguras y, además, acompañaréis a esta anciana que es tripulante de la soledad ¡ Mis días son tan monótonos sin ellos¡
-          Si, como no.
      Salen de esa habitación que da un aire fúnebre y entran en otra. Esta es como una especie de salón: con sus paredes pintadas de blanco, una alfombra en el suelo de piedra y cojines esparcidos. La anciana las invita a tomar asiento. Ella también se suma a ese círculo que forman Gueda y Anne en el baile de la noche fría.
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     Liam y la profesora forman unos lazos de amor infinitos. Un amor que los atempera con la dulce acaricia de sus labios del blanco edredón a ras de la tierra. Poco a poco se sumergen en esa laguna de los libros de esos países exóticos que tanto le gusta la profesora. A ella le encanta leer en voz alta esas leyendas de antaño a medida que Liam , hipnotizado, hace un esbozo en como podrían ser aquellos pueblos. Esos dibujos después se los enseña a ella. Y, ella, maravillada por su arte le da un beso en la frente. Un beso en la frente que  corre hasta su cuello y de su cuello a su pecho y de ahí, hacen el amor como aves en el aire del ensueño. 
-Me quieres- dice ella mientras le besaba su vientre.
- Si. Te quiero. Eres ese coro de orquídeas que nacen en invierno. Me estimulas. Me haces sentir feliz en este mundo donde la desgracia de mi madre aprieta.
- Oh, amor. Tu tono de voz es como esos aferrados al halo de la primavera. Te veo distinto, sabes. Más maduro.
           Liam se queda asombrado por esas palabras “más maduro”. El se nota su cambio, ya no es un jovenzuelo que va a la caza de lo excéntrico. Se siente más calmado, más hombre derecho con sus pensamientos vagando en su futuro, en el de su familia y en ese amor.
- Liam. ¿Qué te ocurre? Te has quedado muy pensativo. Ya se de lo muy mal que te debes sentir por lo de tu madre. Pero, ya verás, todo pasará.
    De repente ella le da un beso en la nariz y se sienta sobre su pecho desnudo.
- Liam. Quiero decirte algo.
- Si, dime. ¿Qué es lo que me vas a decir? Te encuentro extraña.
- Porque no nos casamos en primavera. Esa primavera donde el bosque parece encantado por las flores que engendra.
 Liam se queda sin aire. Da un brinco que hace que la profesora se levante.
-¡Casarnos¡ Soy pobre además seríamos el hazmerreír del pueblo. ¡Qué dirían¡ Nos marginarían. Nos mirarían…No se como nos mirarían, ni quiero saberlo. ¿Cómo se te ocurre…?
- Estoy hablando en serio Liam. El dinero no es problema ya verás que de tengas una responsabilidad ya conseguirás trabajo. Y, lo que opine la gente , me importa un bledo. Déjalos que hablen si se divierten. Los enamorados somos tú y yo. A quien le importa nuestro amor. Solo a ti y a mí. No puedes vivir pensando el que dirán ¡Qué mas el que dirán si somos felices¡ Ya se acostumbrarán. Abrázame.
  Se abrasan con la libertad de un beso, rompiendo todas esas cadenas del que dirán.  Liam en sus adentro es árbol que nace. Se siente seguro, recto. Por que no casarse si quería a esa mujer. Sabe que el apoyo de todos los del pueblo no lo conseguirá, pero siempre habrá alguien que le abrirá las puertas. Solo es cuestión de probar y haber lo que pasa. Está tan dichoso con ese amor…
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     La anciana las mira, desenterrando así todas esas punzadas de mugre que poseen Anne y Gueda. Ellas no lo sospechan. Están maravilladas por las pinturas impregnadas en las paredes. Pinturas que la anciana había realizado con unas suaves pinceladas cuando el arte es llamado por la soledad. En su arte se nota la influencia de la naturaleza que giraba alrededor de ella y la muerte de sus seres queridos. Una combinación que da lugar a unos símbolos que para la anciana tenía mucho que decir.
-          Os lleváis muy bien por lo que puedo ver.  Noto ese trabajo en común en vuestro mañana. Quizás, montañas de flores que prenderéis para  agazapar de la buenaventura. Seguid así.
-          ¡Trabajar juntas¡- entona Anne asombrada – No lo hemos ni pensado. Por ahora lo que hacemos es acompañarnos cuando algún problema llama a nuestra puerta.
   La anciana se levanta y se dirige a donde están ellas sentadas.
- Dejadme un sitio entre vosotras que hace tiempo no soy calidez del ser humano.
Anne y Gueda  se dividen   para que la anciana cayera entre ellas.
 - Gracias  muchachas mías.  Sí, si os uniréis. Porque os necesitareis   con el paso de las  estaciones. Aquí  arriba el dinero no es fuente para  la existencia, pero allá abajo si es necesaria para el logro de vuestros sueños, para pasar la vida sin necesidad.
-No es que quiera meterme en su vida. Pero debería bajar al pueblo a vivir. Aquí está tan apartada de todo. Podría sucederle algo- dice Anne preocupada.
- ¿Para qué? He perdido un hijo por un voraz traidor, he perdido un marido por valiente. ¿Qué me queda? No. Al pueblo no iré. Aquí tengo todo lo que necesito. El rememorar cada instante aquellos de que me quisieron.
- Y, si se pone enferma.
- No. No me pondré enferma. Yo lo se. Como se afronta la vida cara a cara hay que afrontar la muerte  y cuando me llegue  me llegó. No temo a ninguna de las dos, ni la enfermedad ni la muerte. Mi mente será capaz de atravesar cualquier obstáculo. Pero, venga, venga. No os preocupéis por mí.  Para que, he perdido un hijo por el voraz traidor. He perdido un marido por él querer salvarnos de aquella fiebre, que más puedo querer. Aquí están todos sus recuerdos.  Viene a mí ese  día cuando en la albura del amor éramos fluir de estas paredes después de los primeros rayos solares, acudíamos a nuestras tierras, donde el arar y el cultivar era rito de todos nuestros despertares con el desprender de esas cabras por las laderas al compás de nuestros silbidos.  Ese día, impredeciblemente, una fiebre malévola ataco a al pueblo. De silbido a silbido iban pasándose la infortunada noticia a cada uno de los vecinos de este lugar.  Mi hijo y él bajaron al pueblo a prestar ayuda pero, aquello, fue nefasto para ellos, fueron contagiados, encerrándolos en fosas eternas y, así, apartándolos de mi vida. Me trajeron sus cuerpos: sudorosos, fríos. Mis acaricias quedaron desterradas, no sirvieron de nada a igual que mis infusiones y cáscaras de nueces para desorientar esos espíritus malignos que querían llevárselos de mi lado.  Pero, dejemos mi vida, la oscura y airada noche está dando paso al amanecer. Os veo tan cansadas. ¿Queréis una infusión? No os podéis negar, ella os reanimará y hará bien para vuestro largo camino.  
  Anne y Gueda asienten. La anciana se levanta de entre ellas y sibilina sale de aquel habitáculo para ir a su cocina. Allí, con el prender de la leña hace hervir el agua en una especie de tetera. Poleo e hinojo le pone y vuelve de nuevo a donde ellas se encuentran.  En tazas de barro se sirven y con la calma que ofrece la anciana sorbo a sorbo se la van bebiendo.
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      Como se divierten Liam y la profesora. Se visten con sus ropas de invierno y salen afuera para dejar que la tierna nieve les cayera encima. Corren, saltan: dos golondrinas en su círculo de amor en el amanecer. 
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      Luam se levanta con la lluvia de jazmines helados impactando sobre la ventana de su cuarto.  Está algo renovada después de de la tempestad de pesadillas de la noche. Se viste, termina de preparar su maleta y baja al  comedor. El desayuno le espera y con el esos dos hombres que había conocido el primer día. Allí está Bautista recitando un poema. Luam al principio se siente un poco tímida al entrar pero, Sebastián le hizo señas y paso.
    Oh dulce flor de mis inviernos
Soy invernar en la penumbra azul
De los casquetes polares de tu cuerpo
Cuando ese despertar no es  clamor de tú pletórico beso
El beso de un enamorado
En el alba ígneo  decayendo entre tinieblas
¡Qué desafortunado soy ¡
Como   marginado amante de tus bellezas
¡Oh amada mía!
Ayer me amaste con álgida acaricia
Hoy eres regimiento de puñales
Sonámbulas en mi corazón
    Así termina Bautista sus versos, con la emoción de Luam y la ira de Sebastián que no se corta para insultarlo, para escupir en su cara lo que el siente.
-          Sabes Bautista. Estoy harto de tu poesía. Búscate a otro al que puedas encauzar por el río que tú suenas.
     Al terminar sus insultos Sebastian se levanta bruscamente de la silla y se va dando un portazo tras de ellos. Luam entonces sospecha, sospecha de eso que le decían en el colegió de los amantes del mismo sexo. Ella se le antoja la escena algo cómica: esos hombres con esas corpulencias, con ningún rasgo que los defina que son así.   Luam se sentó frente a Bautista como siempre, como si nada hubiese pasado.
-¡Que desgraciado soy señorita¡ ¡Qué desgraciado¡ Siempre terminamos así cuando le recito un poema. ¿Qué hago yo ahora? Yo sin el soy gaviota a ras de la nieve ¡Si¡, la nieve. Tan fría, tan distante. Dividirme en dos. Eso es. Tener una especie de doble personalidad. Una para mi intimidad  cuando estoy solo y otra para él. ¡Qué frío hace¡ No lo nota. Desayuna, desayuna muchacha. Yo ya me voy.  Que tengas una feliz navidad querida. Por cierto, no te fíes del amor. A veces, es veneno que apresa tu alma.
     Luam se queda sola en el salón. Desayuna pausadamente. El hecho anteriormente ocurrido no le afecta para nada es más, parece que le está cogiendo cariño a esa pareja. Al terminar sube a su habitación para echarle una ojeada a todo antes de ver sus notas en la universidad. Fuera de la pensión la nieve se expande por todas las calles. Se encuentra a Sebastián sentado sobre ella y apoyando su espalda al edificio. Ello le produjo una gran lástima. Verlo así, arrinconado, con sus manos rodeando las rodillas y su cabeza en el hueco que dejaba.
-          Sebastián.
Entona Luam impresionada pero, él, no contesta a su primer intento.
-          Sebastián. Hombre. Contéstame.
   Entonces, Sebastián levanta la cabeza y sus pupilas se cruzan con las de Luam.
-¿Qué quieres muchacha?
Contesta con el amargo pesar que se cierne sobre su rostro y la pesadez de las lágrimas.
-Levántate hombre. Se te van a helar los huesos. Te va a sobrevenir una enfermedad.
Ante las palabras de Luam Sebastián se muestra indiferente volviendo a su posición original. Luam no puede dejarlo así, algo la carcome por dentro. Un especie de remordimiento que va introduciéndose por cada uno de sus poros y pensamientos. ¡Qué será de este hombre¡, se decía, si lo dejo así. Por lo que insiste.
-          Vamos hombre. Levántate. Por que no me acompañas a la universidad. Yo también me siento un poquito como tú, engañada, parece que una espina se me clava. Venga, anímate. 
      Luam se arrodilla y toca sus manos heladas transmitiéndole todo ese calor que ella posee.
-          Venga, Sebastián. ¿Vamos?
       Sebastián ante esas palabras de empuje se pone de pie sin dejar las manos de Luam.
-Luam. Me siento tan triste. Pero, caminemos, caminemos.  Existe tal apatía en mí que hace caer en pozo de llantos.
Luam escucha sus palabras, escucha su interior. Su cavilar busca algún remedió para alejarlo de esa pena.
- Oye Sebastián,  ¿qué sabes del señor que vive en frente de mí? Nunca lo he visto y mira que me he puesto a mirar por la mirilla en mis ratos de aburrimiento. Pero nada, como si no existiera.
-Si. Te contestaré a ello aunque mis lunas están cegadas de tanto llanto en el día de hoy.  Es un hombre mayor el que ocupa esa habitación. Un usurero, mejor dicho. Dice la dueña de la pensión que tiene cantidad de dinero y que guarda en su cuarto. Lo único que hace es vigilar sus billetes y se ha vuelto tan huraño que ya no sale de su nido por si le roban. Su mezquindad lo ha llevado a la enfermedad. No se deja ver por nadie solo, cuando tiene que hacer el pago. Ella espera un día su muerte, ya está achacoso y , así, quitarle todo lo que él posee y poder vivir una vida más tranquila. Comprarse una casa apartada del mundanal ruido de la ciudad y dejar la pensión. Esto, no se lo digas a nadie Luam.
 Luam no sale de su asombro ante la historia contada por Sebastián. Le disgusta esa persona que vive frente a ella pero, también, no le agrada que la dueña de la pensión quiera quedarse con todos sus ahorros.
-          Bueno, para sincerarme. Ella a mi no me lo ha dicho directamente. Se lo he escuchado en esos días de bronca con él. Por lo que le he entendido a ella le da rabia la miseria de la pensión y que ese hombre tenga sus paredes bañadas en oro. Secreto Luam, eh.
-          Si, Sebastián.
Llegan al edificio de la universidad. Sin más se hace silencio entre ellos. Luam por dentro está cimbrando, parece que sus piernas no quieren avanzar pero con Sebastián se encuentra más segura. Cada escalón que sube es similar a llevar dos botas de hierro para ella.
-          Luam, te encuentro pálida. ¿Qué te ocurre?
-          Serán las notas.
-          Mira, la vida hay que mirarla cara a cara. No dejes que unas simples notas te encharquen tu hermosura. Se valiente.
Ya frente las notas los ojos de Luam parecen que se eclipsan, solo ve  hojas blancas con líneas negras, llantos y alegrías de otros estudiantes. Sebastián no le dice nada, deja que ella se recupere para que dé el paso.  Luam ataca, se decide. Después de mirar y mirar sus mejillas suben a un carmín y una felicidad incontenible. Sebastián lo capta con celeridad.
-          Felicidades Luam. El aprobar es un esfuerzo de superación a si mismo. Tú lo has conseguido además, en los primeros meses. Esto implica que un futuro enriquecido te llama. ¡Atrápalo¡ Ya has dado el primer paso.
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     El cura de un sobresalto se levanta de la cama, un estruendo atroz siente en la Iglesia.  Sus ojos se desorbitan al comprobar que una de las ábsides, donde está la capilla, fue derrumbe. Se lleva sus manos a la cabeza y se tiro al suelo, no se lo podía creer, una nieve malévola  era asesina de ese techo con ciento de años de antigüedad.
-          ¡Dios¡ ¡Dios¡ ¿Por qué me haces esto a mi? Esta casa de Dios está edificada por nuestros antepasados en tú nombre. Ahora la calcinas con ese polvo blanco hasta su destrucción. ¡Dime¡ Dime que hago yo ahora. ¡Yo¡ Yo donde el predicar de tu nombre es diario. ¡Yo¡ Yo que no he faltado a ninguno de tus mandamientos. Me abandonas y dejas en manos de un destino cruel tu hogar, mi hogar.
El cura se levanta. Vuelve a su dormitorio. Se pone sus vestimentas  y sale veloz hasta la casa del doctor.
           El doctor, que en esos momentos se encuentra leyendo, oye un toque desesperado. Baja escaleras abajo con la rapidez de sus pensamientos, ¿habrá pasado otra desgracia, otra muerte? No. Su cavilar quiere dar negativo a esa idea. Abre la puerta.
-          ¡Qué horror¡ ¡Qué horror doctor¡ Una parte del techo de la iglesia se ha derrumbado. Siento que la iglesia se muere y yo con ella. ¡No puede ser doctor¡ Es el símbolo del pueblo. Toda la historia del pueblo se cobija en ella. ¡Vamos¡ ¡Vamos doctor¡
-          Tranquilícese señor cura. Deje que coja mi abrigo.
 El doctor tras coger su abrigo se dirige con el cura hasta el lugar del suceso.
-          Hombre. La cosa no es para tanto. Ya verá que entre los hombres del pueblo este lugar volverá a sonreír y, usted, también. Vamos, vamos que en mi casa le haré un buen café para que vea las cosas con mayor claridad.
-          Entonces. Usted creé que….
-          Si, señor cura. Todo quedará como antes.
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      Luam y Sebastián salen contentos de la universidad e hacen el mismo recorrido para la vuelta a la pensión. Luam percibe que a medida que sus pasos los alejan de aquel recinto a Sebastián arrumba de nuevo por la melancolía. Edificios sucios son mestizaje con la nieve  y el silencio se intercambia entre ellos. Llegan a la pensión y cada uno casi, sin despedirse, se va a su habitación, en el comedor se verán de nuevo a la hora del almuerzo.  Ese almuerzo que será especial, Luam se tiene que despedir de sus nuevos amigos.  Una vez terminado de recoger sus objetos personales baja al comedor. Bautista y la dueña de la pensión ya están sentados. Se extraña de que Sebastián  no estuviera, pero no dice nada. Se sienta en su sitio.
-Buenas tardes Luam- entona Bautista con una ferviente sonrisa. Una sonrisa relacionada con lo pasado en la mañana, como si todo se hubiera aniquilado. Está elegantemente vestido, con un traje negro y el pelo hacía atrás por la gomina.
-Buenas tardes Luam- dice también la dueña de la pensión- ¿Cómo estas muchacha? Hoy es el día en que partirás a ese lugar donde las estrellas en la noche son pureza cristalina de esa cúpula celestial.
- Buenas tardes a los dos. Sí, hoy estoy contenta. Otra vez veré esos arroyuelos de mi tierra y el blancor puro de la nieve y , como no , a mis seres queridos. En lugar de andar entre cemento andaré de nuevo por unas semanas, por la naturalidad de sus pastos y de sus montes .¡Lo hecho tanto de menos…¡
- Un brindis Luam antes de empezar a comer.
      Todos levantan sus respectivas copas hasta lo más alto e impactan suavemente. Comienzan a comer. Luam se halla algo apagada por la ausencia de Sebastián. No está ese hombre tristón. ¿Qué le pasará? ¿No había echo las pases con Bautista? ¿Otra vez se encontraba en el mundo de la desdicha ¿, piensa Luam . Al acabar, como siempre, Luam sube a su habitación, atenta de que el inquilino de al frente saliera. Pero, nada, ni rastro de vida. Coge su equipaje y se va. Otra vez, Sebastián, está fuera de la pensión.
-        Sebastián, Sebastián. Oh, pobre Sebastián. Pero, que haces otra vez aquí.
-        Sabes pequeña. Estoy aquí sentado porque mis sueños han sido aplastados. Luam escúchame.
Se hizo un silencio y después Sebastián recita un poema.
                El águila de mis oteros rechaza estos nardos
Conquistados por el lustre de mi mistral para su belleza.
El águila de mi cuero es luna hueca
Donde el helar de mi júbilo
Es briznar  con las brasas de sus oscuridades.
Yo lo ame,
Como aquel amante de mis juegos primaverales,
Donde el jugo de los claveles son magia de las nieves,
Ellos renacen cuando su candor aclimata este adormecer
Sobre su pecho de bronce boscoso.
El, el más querido por los timbales de mis océanos
Ahora me desmemoriza de sus acaricias
Con esas olas someras acosando el germinar de mi paraíso
¡El paraíso laguna de dos aves tropicales¡
Que triste es hoy mi oda querida amiga,
Que triste son estas notas
Sobre casquetes incendiados.
No se si ser de nuevo golondrina sobria
En la deidad de su aroma
O ser espaldas de su atuendo de azucenas,
Cuarzo de mi pureza
Y volar, volar por el olvido.
    A Luam le salen algunas lágrimas ante aquel poema, unas lágrimas que también son acompañadas por ver a ese hombre de la misma forma que en la mañana. Luam se aproxima a él y desenriza palabras de ánimo.
- Vamos Sebastián. Que tu poesía en bien hermosa y me llena de nostalgia. Una nostalgia extraña. No me preguntes. Prefiero guárdamelo para mi el tipo de nostalgia. Levántate y acompáñame hasta el puerto No te puedes quedar ahí amigo mío.
Sebastián la miro, la miro con esa distancia de herido amor. Se levantó y le hablo aturdido.
-        No Luam. No puedo irme y dejar aquí ese gavilán de mis pasadizos del amor. Tal vez, de un momento a otro, su sombra corra otra vez por mis venas y volvamos a nuestro culto al amor. Date cuenta en la época que estamos. Todo se perdona. Yo a él lo quiero y se que él también me quiere a mi. Ya se le pasará.
Luam comprende sus palabras. Ella no sabe nada de ellos, de esa relación añeja. Sebastián la convence de que aquella tempestad pasaría.
-        Vale. Te dejo. Que pases unas felices fiestas.
Entonces Sebastián se levanta y coge su maleta.
-        Qué haces Sebastián. Nada, te acompaño al muelle. 
 Sebastián lleva a Luam hasta su coche y , allí , la invita a subirse.  Sebastián conduce acelerado, como si se supiera de memoria todos los semáforos, los pasos de peatones y los coches con los que se iba a cruzar. Los sudores de Luam son desesperantes, no había visto conducir a nadie tan rápido pero, menos mal, pronto, llegan al muelle.

**
   Anne y Gueda sorben de esa infusión como estimulante de la vida ¡La vida¡ Esa que nos retuerce y nos hace andar de nuevo. La anciana está encantada, en sus ojillos se vislumbra una brisa de felicidad.
- ¿Cómo estará esa hija mía?- los pensamientos de Anne se alinea en alta voz. Una voz que suena a nostalgia.
- Suerte tienes tú, querida mía. El mío bajo tierra no podrá nunca abrazarme. ¡Abrazarme¡ Oh , su calor , su aroma…- suspira la anciana – Mi jubilo de cuando lo veía para atrás y para delante es ahora hojarasca. Soy mujer invierno, este invierno que ahora nos azota y con el puedo escuchar la profundidad de su voces. Le escucho decir cuentos, aquellos cuentos que yo le contaba cuando era pequeño y yo le respondo. Como era el final madre. Anda cuéntame el final y, yo, se lo cuento. Aquí en mi intimidad, en mi soledad. ¡Mi hijo¡ Un llanto sale de mi alma, un llanto que nadie comprende.
     Anne ante aquellas palabras se siente arrepentida por el error que ha cometido. No tuvo que nombrar a su hija. La anciana suspira. La anciana llora por dentro. Se hace un silenció súbito que incomoda a Anne.
-          Lo siento. Siento haber sido navaja que toca las heridas que posees. Quizás, no tenía que haber dicho nada. ¡Me culpo¡ De haber tenido un mal comportamiento ante tu hospitalidad. Es imperdonable para mí.
-          No. Tú no has tenido la culpa. No te atormentes por haberme motivado algún recuerdo. Yo siempre lo recuerdo. Ahora, lo que siento, es paz y sosiego. Esta pena que llevo en mi interior me lleva a ello.
-          Bueno, nos tenemos que ir- dice con cierta   tristeza Anne.
  Mientras ellas desatan el caballo la anciana les narra una historia que implica su vida.
- Sabéis mujeres. Existió una vez un pueblo. Un pueblo frondoso. Donde sus montes eran esplendor con el cotidiano fluir del río y la lluvia. Donde la siembra era paisaje bello para aquellos que vivían en lugar. Siempre tan  exuberante. Siempre subsistencia a sus vidas, a la felicidad de aquellos lugareños. Era un lugar su vida era extática, de aguas doradas cuando el ocaso era anuncio, de aguas cristalinas cuando esa bola de fuego era bandera ondeando en lo más alto. Todos madrugaban. Los gallos los erguía para el continuar de sus labores. Había que aprovechar las primeras horas de la mañana donde eran presos de sus arados, de sus recolecciones, del ir y venir del mercado para dejar sus mercancías.  Sí, había que aprovecharse de la fresca. Es decir, llevaban una vida placentera vinculada en ese valle que los apartaba de la mundanal ciudad y todo lo que ella conlleva: prisas, horas marcadas, contaminación. Allí, no se conocía a algún lugareño que llevara reloj.  Pero llego ese día. Ese día en que la sequía se fue tragando sueño por sueño. Pereciendo cada parcela, marchitándose todo. El río, no quiso entonces ser más nutriente de aquellas tierras, de aquellas gentes.  El también se estaba secando. Tanto, que fue pesadumbre de su trinar diario al no sentir el agua de la vida sobre su cuerpo.  Entonces, decidme muchachas, que hacer cuando aquello es felicidad de vuestras vida, se pierde. Podían irse. Pero, ¿a dónde? No tenían a donde ir y además estaban muy arraigados aquella tierra.  Por ello, un día, todo aquella gente se reunieron en ese lugar donde el río tenía gemido más grave. Comenzaron a excavar. A excavar el río  con el gran amor que sentían. Quería que él también fuera sepultura de ellos. El río al notar aquello les hablo “Gracias amigos míos. Gracias por cavar en mí vuestra sepultura. Pero yo no quiero ser fosa común. Queréis morir conmigo. Pero, yo, aún no he muerto, aún soy sol de vuestro fruto, aún soy vena que a través de la luna llena correteará  por vuestros campos.  Esperar que ella llegue. Ya veréis que de mí corazón latirá de nuevo y seré agua de vuestras acequias para que riegue vuestras tierras. No os enterréis. Esperar, esperar el despertar de la luna.”. Todos se quedaron quietos, inmóviles ante las palabras del río pero, después, continuaron, querían terminar aquella tumba que llamaban la gruta del río.
       La anciana acaba ahí el cuento, tal vez, porque ella se siente así por la pérdida de sus seres queridos. Anne no se queda conforme, antes de partir con Gueda quiere saber el final.
- Y que paso. Se enterraron vivos ellos.
La anciana se quedó pensativa en si le contesta pero, al final, sigue narrando.
-          No. No murieron por poco. Cuando ya estaban dentro de aquella gruta de las paredes comenzó a salir agua. Agua que parecía un milagro para aquellas gentes que ya estaban casi deterioradas, muriéndose de hambre y sed. Con sus pocas fuerzas se levantaron y salieron a fuera. Comprobaron que tal como les había dicho el río llovería en noche de luna llena. Adiós chicas. Que tengáis buen viaje.
Se despiden con un fuerte abrazo, un abrazo que acaricia la gran amistad, la complicidad. Toman al caballo de las riendas  y comienzan a descender. Todo aquel paraje con las luces del día goza de un gran esplendor, de silencio,  la mezcolanza entre lo verde y el puro alba de la nieve con algún pájaro de la cumbre revoloteando al ritmo de sus pasos.
        Hoy me siento mejor ....- dice Gueda en su descenso.
     El pájaro de la cumbre las acompaña hasta ese lugar donde los pinares se extinguen y pasan a un boscaje más tupido. Otra naturaleza fundiéndose con viñatigos y verodes que hacen desaparecer la pinocha tapada por ese manto blanquecino.
   En ese instante, allá, en el pueblo, todos rápidamente se han levantado al sentir el grito de la campana de la iglesia. Ya la iglesia está siendo reparada bajo la batuta del cura. El médico, aunque, aquella situación era delicada, piensa en su amada. No la había visto y le era raro que no hubiese acudido al pueblo con la llamada de las  campanas. Sabía que hoy tienen que recoger a su hija pero el quiere verla antes íntimamente.” ¿Cómo estará Anne? Hace un día que no la veo y mi corazón parece que muere. Por qué yo. Siempre yo, tengo hacerme cargo de lo que ocurra en este pueblo”, pensaba él. Mientras las horas pasan, se halla más desesperado, más caótico ante las órdenes del cura por lo que coge un martillo y comienza a trabajar con los demás.
**
      Liam con el dilema de porque habrán sonado las campanas más aquella boda que quiere la profesora se dirige a su casa. ¡Como se lo dirá a su padre¡, que pensará de ese enlace tan precoz con una mujer mucho más mayor que él . Tiene miedo pero al mismo instante desea destapar ese amor oculto. 
- Hola padre- dice Liam cuando entra en su casa.
- Que pasa hijo. Hoy llegas más tarde de lo normal. No se. No se. De la fuente de tus ojos se mana un misterio. Dime, ¿qué es lo que te pasa?
     Liam se acerca a su padre. El se halla junto a su madre por lo que coge un banco para sentarse frente ellos. Comienza a respirar hondo. Se hacen unos instantes de silencio para después arrojar todo lo que tiene tramado en su mente.
- Padre, en la primavera me voy a casar. Si, en esa estación cuando la nieve se retira y de nuevo renacerán las flores y las aves.
          El padre al principio no entiende lo que su hijo dice. Se levanta y le da la espalda apoyando sus manos contra la pared.
- Casarte. ¿Has dicho casarte, no? Con quien. Tal vez, con la profesora. ¡Es ella¡ Dímelo, porque Luam no puede ser.- su voz es dolida, no entiende la relación de su hijo con aquella mujer.
-Si padre. Es con ella. Yo la quiero. Me ha enseñado el por qué somos hombres, el por qué somos felices por poca cosa. Si la felicidad. Me siento feliz. Ella es mi amor. A lo mejor para ti es duro pensar en ello porque ella es mayor que yo y aparte de ello de un nivel cultural y social más alto. Pero, ella, es tan humilde, tan sencilla, tan sincera que con ella he aprendido lo que sientes tú por madre. Por ello, me debes comprender a mí.
 El padre se vuelve y se acerca a él. Pone sus manos en sus hombros.
-          Pero hijo. ¡Hijo¡ ¡Qué dirán las gentes del pueblo¡ Casarte con una desconocida.
-          Que más da las gentes del pueblo. Al principio hablarán después se olvidarán. Aquí lo que importa es mi gran amor por ella, su gran amor ella por mi. Borra de tu mente todo lo que está transcurriendo en estos momentos.
   - Somos tan pobres hijo…
-          Y que más da padre. No impidas la unión por esas estupideces. En el amor no se mira el dinero.
    El padre se aparta del hijo y se acerca a su mujer. La coge por la barbilla y en baja voz comienza a hablarle.
- Mira querida mía, la pasión de tu hijo. Observa su amor. Un amor extravagante para las gentes de esta tierra. ¿Qué opinas? Tal vez, tú no lo esperabas igual que yo. Pero, ya vez, es vertical en su opción.
- ¿Qué opinas padre? Padre. Padre.
- Si, ya te escucho hijo. Solo quería saber si con tu noticia daba alguna señal de despertar. Pero no, aun sigue así. Me siento viejo. Me siento cansado. Has lo que quieras. Yo no soy quien para opinar sobre tu mañana, ya eres mayor de edad.
- Lo siento padre. Lo siento. Pero es el amor. Verás que todo saldrá bien y todo en esta familia cambiará.
- Iré hablar con el señor cura. Por cierto hoy han sonado las campanas de manera extraña, así me entero de lo sucedido. Quédate con tu madre.
     El padre coge su chaqueta de lana y se va. Le parece raro que todo estuviera desierto a medida que avanza hacia el pueblo. Incluso, en las calles,  no se ve a nadie. De pronto descubre el eco de los martillazos y montón de gente congregada en la plaza del pueblo. Comprende a lo lejos que hoy no podría hablar con el señor cura pero, de todas maneras, se acerca para ver lo que pasa.
**
           Cansadas y extasiadas llegan Anne y Gueda. Tan agotadas de fuerzas que lo primero que hacen es ir a beber agua y dejar al caballo descansar en la cuadra.
- Vaya día. Vaya día Gueda. Y todavía tengo que ir a buscar a Luam. ¿Cómo andará mi pequeño gorrión? Siento tantas ganas de verla. Pero me extraña, no he visto señales de vida del doctor y se suponía que ya tenía que estar aquí para que me lleve.
       Menos mal que la chimenea mantiene la casa caliente. Se quitan las ropas y se duchan. Tranquilamente mientras esperan la llegada del médico comen algo, algo con que rellenar sus estómagos vacíos.
**
         El médico cuando pudo y ve que el cura está entregado totalmente a la obra se escabulle sin que nadie lo vea. No puede faltar a la cita con Anne. Anne a la que ama tanto, con la que pierde la noción del tiempo inmerso en sus pensamientos. Arranca el motor, con el ruido que hay nadie se enteraría. Toma dirección a casa de Anne que hoy le costará llegar por la nieve aunque el camino lo hubiesen limpiado. Un monumento natural  va introduciéndose en el a igual que las prisas por llegar a casa de ella. Ese blancor sereno, los rayos solares que da la fuerza de continuar, ese amor que le espera.
           Anne lo avista desde la ventana.
-          ¡Allí llega¡- da un grito de alegría.- Allí llega. Ese amante mío. Ese hombre que forja de luz mis horas de soledad. Ese hombre cuyas palabras son recuerdo en mi memoria. ¡Lo quiero tanto¡ Que no se lo que haría sin él. Tú, quizás, aun no me comprendas.
-          No Anne. Yo no seré más amor. No seré más ese salón rojo donde los latidos de los corazones anuncian la acaricia de los enamorados, el calor de dos cuerpos que al unísono se aman.
**

Sebastián antes de llevar a Luam a la zona de embarque para en el mercado que está situado en el mismo muelle. Es un mercado antiquísimo, del comienzo de la ciudad. Invita a Luam a bajarse para ojearlo por unos momentos.
-          Vamos Luam. Quiero que veas lo más bello de esta ciudad.
           Luam se baja del coche junto Sebastián y comienzan a caminar por aquel apartado lugar de la ciudad. Se meten en el mercado donde la diversidad de las flores le da cierto encanto personal.
-          Bueno, Luam. Esto es lo que más me gusta de este mercado. Sus flores, vienen de todas partes del mundo.
        Inesperadamente Sebastián desaparece mientras Luam nutre a sus ojos con esas preciosidades. Luam al principio se preocupa, quedarse allí sola, desorientada pero después se dice, se habrá ido a los servicios.  Al rato siente algo a su espalda, ya con el aroma que insufla sabe que es Sebastián. Al volverse recibe una gran sorpresa.
 Mira Luam. Son para ti.
-Es para mí Sebastián , es para mí .Oh, gracias.
             Sebastián junto al ramo de flores es pincelada minuciosa de un beso para Luam. Luam se emociona, se sonroja, salta de la gran alegría que le había dado.
-¿Por qué Sebastián?
  Sebastián a su pregunta le recita un poema en voz alta.                
 ¿Por que las gaviotas se rinden en las espumas de la luna ¿
Será porque la amistad es acoplar de sus sentimientos
Cuando uno se pierde en las jornadas
Donde la cristalina mirada olivino del amante no contesta.
Tú eres mi amiga, cedro silencioso de mástil derrotado soy yo
Y, en ti, encuentro esa parte de él en mi andar por una pradera abisal
Donde solo me hallo. Solo predico mi agonía, mi desesperanza
Hasta el relucir de unos ríos de flores
Donde yo soy orilla ahora de ti.
Tú, eres como las flores sin ser amante.
No puedo ser acaricia de tus mejillas
Porque como pétalo frágil derruiría tu pureza,
Seríamos hurto de la realidad de nuestros sueños,
Destrozaría la razón de mi libertad.
    Pero, como flor, te puedo respirar e inspirar
Esa balada de la angustia delicia de la paz.

**
            El padre de Liam llega a su casa después de esa imposibilidad de hablar con el cura. Allí se encuentra su hijo atendiendo a su madre, dándole de comer.
-        ¿Qué paso padre? Has hablado con el señor cura.
-        No hijo. Ha ocurrido un accidente en el pueblo.
-        ¡Un accidente¡
-        No te alarmes Liam. Ha sido la iglesia. Tal vez, deberías ir a ayudar. Yo me quedaré con tu madre.
-        No puedo padre. Prometí a Anne y al doctor que iría con ellos a buscar a Luam.
-        Esta bien hijo. Entonces, habéis quedado como buenos amigos.
-        Si, padre.
-        Puedes tú seguir atendiendo a madre. Yo me tengo que preparar.
-        Desde luego.
**
Anne sale a la puerta. Desde el coche el doctor la saluda. A Anne el corazón parece que va salírsele del pecho.
-        Oh. ¿Qué ha ocurrido? ¿Por qué llegas tan tarde?
      El médico la besa con el irrigar de su perfume en el cuello de Anne después, le tapa suavemente la boca con las manos y le da un beso en las mejillas.
- Vamos Anne. Tenemos que irnos ya.
- Sí, pero espera. Gueda está aquí. Anoche ha venido.
- Te espero aquí en el coche vale.
Anne entra en la casa mientras que el doctor se dirige a su coche.
-        Gueda vamos a buscar a Luam. ¿Vienes?
-        No Anne. Preferiría quedarme aquí. ¿Puedo?
-        Claro . ¡Como no Gueda¡
-        Haré la comida, si no te importa Anne. Así tendréis algo para cuando lleguéis.
-        Esta bien Gueda. Luam seguro que llegará bastante cansada y hambrienta.

**
     Cuando llegaron a casa de Liam se encuentran con la cosecha quemada por la nevada. Liam está en la puerta esperando.  El padre para despedirse de ellos se acerca al coche.
-        Que le pasa hombre, le encuentro mala cara. Cuando vuelva le echaré un vistazo- dice el doctor en tono preocupado.
-        No tengo nada doctor. Solo  es que Liam se va a casar.
 Tanto al doctor como Anne les da un sobresalto. Incomprensibles miran al padre de Liam. Ambos se interrogan en su interior con quien se iba a casar Liam, si será con Luam.
-        ¡Luam es muy joven aún¡- entona Anne espantada.
-        No. Vuestros rostros muestra sorpresa. Pero no es lo que pensáis. Se va a casar con la profesora.
       Tanto la madre de Luam como el doctor suspiran de alivio pero, sin embargo, la noticia es una sorpresa para ellos. Ya saben de quien se trata.
         Liam no mira para ellos, se siente algo avergonzado, no espera que la lengua de su padre desembocara en una pedida de ayuda.
-        Opine usted doctor. A ver si puede hablar con el muchacho.
-¡Qué dices padre¡ Yo se lo que tengo que hacer y la amo.
-         Lo siento. Pero yo no puedo opinar en esta situación, es su vida. ¡Déjelo¡
-  No se si usted doctor conoce la historia. Esa historia donde dos amantes fueron guerra de este pueblo hace muchos años. Ella era una mujer adinerada y , él, un pobre labrador de sus tierras secas. Ambos fueron amantes, amigos. Un amor y una amistad que todos querían que fuera rajada, destruida. Pero no fue así, ambos confesaron que querían casarse y ser simientes de una nueva semilla para futuras generaciones. Aquello fue una batalla, el único que no se opuso fue el párroco del pueblo. Y, todos, con muchos respeto a este señor de la iglesia dejaron que los jóvenes se casaran. Llego ese día de la boda. Los dos estaban radiantes. Un carruaje les esperaba fuera de la iglesia ofrecido por el padre de ella. ¡Ese carruaje nefasto¡ ¡Ese carruaje del engaño¡ Ellos al principio no caían en esa trampa pero, el carruaje, fue llevado al centro de la plaza del pueblo. Todo el mundo los miraba. Sin piedad.  Con la mente artimaña de pensamientos obtusos impuestos desde la infancia. Cuando llegaron al centro de la plaza, ellos se extrañaron, pero no dijeron nada, sabían que algo no andaba bien y más cuando vieron dos postes de madera. ¡Algo pasaba¡ Los hicieron bajar. Ellos sumisos ya a lo que les esperaba se bajaron. En silencio y con la mirada se juraron amor eterno hasta la muerte. Se acercaron varios hombres y los llevaron hasta los postes. Allí los amarraron. Ellos sin decir palabra. Cara a cara con la muerte. Los desnudaron  y los dejaron así hasta que ellos hicieran caso al arrepentimiento.  Eso imaginaba el padre, que se arrepentirían. Pero, no. No fue así. Murieron de hambre, sed y frío.
- No hombre. No pienses así. Eso se queda como historias del ayer que hoy en día no son válidas. Las gentes de este pueblo son buenas y sus pensamientos ha cambiado mucho a lo largo de la historia. Hombre, al principio lo verán como algo extraño pero, después, acomodarán sus pensamientos a esta unión.
- Gracias doctor. Os dejo porque sino se le hará tarde.
    Un largo camino les espera. Un largo y cuidadoso conducir del doctor ante la nieve.           A medida que descienden y se acercan al océano, ese océano rey natural del rumor, la nieve se va extinguiendo pasando a un mar de lava que da la impresión de estar frente a un paisaje no natural sino pintado.

**
                  Desde la borda, antes de zarpar hacia su tierra, Luam hace caso al consejo que le da Sebastián, tira las flores al mar. Tirar las flores a ese mar turquesa para que los sueños se cumplan. Así se despide de Sebastián. Su mano aletea hasta perderlo de vista. Allí se queda un rato más inhalando el sabor de la brisa marina. Mientras en la pensión ocurre un suceso. La dueña entra en la habitación de Luam con las llaves de repuesto que posee, examinándole todo lo que posee.
             Luam en esa mirada al océano se preguntaba como estarán sus amigos, su madre. Al atracar comprueba que todos siguen igual. Sorprendida se queda al observar que Liam está entre ellos. La noche ya es con el influjo de las estelas y esa luna maravillosa. Luam siente una especie de temblor, un temblor que se va apaciguando a media que baja las escaleras. Besos y rosas son la bienvenida además de una alegría infinita.
-¿Cómo estás Luam?- le pregunta el médico mientras su madre es un sostenido abrazo.
- Bien. Muy bien. Feliz de veros todos aquí.
        Liam tras saludar a Luam se aparta, se aleja indeciso porque no sabía que anda en el cavilar de Luam después de aquella carta. Pero, no fue así, Luam al observarlo retraído y mirando al horizonte se acerca a él.
-¿Cómo estas Liam? Me alegra mucho que hayas venido a recogerme. Pensaba que ya te habías olvidado de mí.
 Liam al oír esas palabras se le sonrojan los cachetes.
-        No, no me olvidado de ti Luam. Creo que seguimos siendo amigos.
-        Si Liam.
-        Hay una noticia nueva que tengo que darte.
-¡Una noticia nueva¡ No será alguna desgracia.
- Me caso.
-Te casas.¡ Qué bien¡ ¿Con quien? Si se puede saber. ¿Quién es ella?
- Me caso con Laura.
      En la faz de Luam se dibuja una expresión de extrañeza, la única Laura que ella conoce era la profesora de ingles.
-¡Laura¡ No estarás hablando de aquella profesora que nos sorprendió, verdad Liam.
- Si Luam. Estoy hablando de ella. Deberías de conocerla, no es como tú te imaginas.
-Ya. ¡El amor¡
-Vamos chicos. Vamos que ya es muy tarde. Daos cuenta que la noche es luz y una nevada mortal nos puede atacar en medio del camino- intercepta el doctor al comprobar que tanto Luam como Liam se miraban de reojo.
      De nuevo ese recorrido que se mezcla con lava  y copos albinos. Dejan al Liam en su casa y ellos continúan hasta la casa de Anne.
-¡Qué enamorado está Liam madre¡ ¡Ay si yo pudiera amar así¡
- No te preocupes querida Luam. Ya verás que con el tiempo el destino te traerá sin prisas ese amor que te sacudirá con felicidad.
    Pasan por el pueblo con sumo cuidado de no despertar a nadie. El médico siente pánico por si acaso el cura estuviera rondando por él. Quiere solo estar con Anne y ya en la mañana había perdido mucho tiempo. Ahora se encuentra emocionado, distante y concentrado en el trayecto. Cuando ya hubo dejado el pueblo atrás siente un gran alivio topándose con un espectacular bosque donde el fiero invierno es más fuerte, más bravo acompañado de  un firmamento más despejado.¡El hechizo de una noche estrellada¡ Sí, se halla hechizado pero no por esa bóveda oscura sino por el aroma que insufla Anne.  Al acercarse comprueban que todas las luces están encendidas y que Gueda con el letal frío que discurre se halla afuera esperándolos.
                Esa casa de alumbrar por la silueta de una mujer que se había quedado a solas en la espera de ellos. Allí está afuera con el abrigar enteramente de cada parte donde su porosidad pudiera no ser agredida por el letal frío.
-          Oh, ya habéis llegado. ¿Cómo estáis? Entrad, entrad que aquí fuera hace mucho frío.
-          Muy bien Gueda-contesta Anne-Ya tenemos aquí esta gran estudiante. Si, entremos que aquí ahora mismo nieva.
-          La cena ya esta servida Anne. Tenía tanto miedo a que se enfriara pero, calculé bien.
          Todos se sientan a la mesa. Una mesa decorada con exquisitez con motivos navideños como indica esas fechas.  Platos sencillos y a la vez elaborados con un gran encanto hacen de una velada realmente suculenta.
-          Dime Luam.  ¿Como te ha ido en esa tierra?- pregunta Gueda- Supongo que bien como mujer en un nuevo mundo. En tu rostro se nota.
           Después de esas palabras de Gueda todos caen en un súbito silencio, el único ruido que se escucha era el tintineo de los cubiertos y esa premura en comer pues están todos muy agotados.
**
        Sebastián después de dejar que Luam se evaporara con el avance del barco se dirige de nuevo a la pensión.  Se encierra en su cuarto y a media luz con el reflejo de la refulgida luna compone un poema, un poema que a la vez que lo escribía lo recita en voz alta, como desahogo.
 Te ame como opulento horizonte,
Como los ríos de las palomas
En el trinar de las olas.
Te ame como envestidura de lunas
De los montes salados de amapolas
Mientras tu cuerpo y el mío
Era ese mismo vals de las estrellas….
Entonces la puerta se abre. Sebastián enseguida percibe ese aroma particular pero, no se detiene, continua.
Cuando nos amamos como la lira
Ama la mano que le acaricia.
Volcán fue nuestra alma
¡Nos amamos tanto¡
¡Nos amamos tanto¡

     Sus lágrimas comienzan a brotar y ese aroma recién llegado, ese aroma que le dicta la pasión contenida acaricia su cabello. Sebastián se vira y pupilas con pupilas es encuentro con su amor. Se levanta de la silla en que está sentado e inmediatamente abraza a Bautista. Un abrazo de círculos de fuegos donde sus labios, uno sobre el otro, reposan. Y, así, con la lentitud de la época invernal hacen el amor. Cuerpos que se abren y se cierran. Cuerpos que un remoto gemido ofrecen todo el sabor de su sudor.

**
 Besos alados, besos que se buscan. Así Liam y Laura se aman en esa noche donde Orión es centinela del planeta tierra.
- Liam.¿ Ya has comentado lo de nuestra boda?
- Si ya lo he dicho. Al principio mi padre se ha sentido un poco abatido pero creo que con el tiempo él cambiará.
- Y, dime Liam. ¿Cómo esta Luam? ¿A ella también se lo has dicho?
- Está esplendorosa. Ha cambiado mucho. Serán los nuevos aires. Si,  a ella le he comentado lo de nuestra boda.
- Oh, Liam . ¿Cómo te quiero? No dejes de abrazarme, sin tu calor parece que soy ave perdida.

**
 La cena da a su fin en casa de Anne. Entre todos recogen la mesa mientras el café está al fuego. Luego, se sientan todos alrededor de la chimenea fundiéndose en una conversación.
-          Gueda- dice el médico a medida que encendía su pipa.- Tus manos son espléndidas. Eres muy buena cocinera. La comida estaba exquisita.
-          Gracias doctor. Pero, no es para tanto. Todo lo que se hace con amor…Lo hice como si estuviera preparando la comida para mi difunto esposo.¡ Mi esposo¡ Lo amo tanto.
Las horas pasan y afuera la nevada empieza a gotear.
-          Mujeres las horas pasan y por lo tanto yo he de volver a casa. Alguien me puede llamar y yo no estar.- entona el médico.
-Pero, que dices amigó mío- se aproxima Anne y se sienta al lado de él- El tiempo puede actuar como emboscada. Sus esféricas alas blancas pueden traicionarte. No te preocupes. Seguro que nadie necesitará de tu ayuda.  Además, esta noche. Esta noche tan especial en la que estamos todos aquí sentados.
    - Bien Anne. Pero temprano me iré.
**
    ¡La noche¡ Entremezclada con los halitos de la nevada viaja hasta el día veinticuatro de diciembre. Todo el pueblo se halla en un sumiso silencio entretenidos en sus cocinas. El aroma que recorre al pueblo era de comidas, de buen vino del lugar, de alegría. No hay motivos para la tristeza, la iglesia ha sido arreglada y ninguna muerte da sombra.
    Liam invita a la profesora a su casa con el permiso de su padre. Aparece un vestido rojo que se antoja extravagante, provocador y elegante. Lo primero que hace al llegar a la casa tímidamente se aproxima a la madre de Liam. La toma de sus manos y le habla. Al lado de ella estuvo en toda la velada. Para el padre de Liam aquello es una sorpresa. Descubre algo que no la conocía, su opinión sobre ella es borrada en esos entrañables instantes.
- Da lástima su vida envuelta entre esas tinieblas del ayer. Si yo pudiera hacer algo…-comenta Laura en el ascender de la noche y con la confianza que se iba generando con el padre de Liam.

- Si. Da lástima. En mí, su estado obstaculiza mi sonrisa. Pero, ¿qué hacer? No hay dinero y los años pasan. Quizás en el futuro podríamos sanarla. Ahora no, como te he explicado. Quizás, algún día, por ella misma salga de ese letargo.
- Sí, seguro que despertará. Allá en la ciudad debe de existir algo. La medicina ha avanzado mucho. Nosotros como estamos aquí no nos enteramos. Pero, espera, espera el paso del tiempo y ya veremos. Ahora estoy yo aquí y haré por ella todo lo que pueda.
      El padre la escucha atentamente. Un rayo de esperanza pasa por unos momentos por su mente, por sus ojos que brillan ahora con una luz especial.
-        Ya el médico me ha dicho que iría. Que iría algún día de estos a la ciudad para hablar sobre el tema.
-        Bien. Ahí está la solución. No se preocupe hombre verá como todo se solucionará.
-        Sabes. Me caes bien. Mis pensamientos respecto a ti han cambiado. Estoy encantado de haberte conocido. Ja, ja..
       El padre de Liam de manera inmediata abre la botella de champán que ha traído Laura. La sonrisa se dibuja en su rostro, tanto, que imanta a los demás.
-        Si. Su pensamiento ha cambia respecto a mi. Pero hay que ver la gente de este pueblo. Tendré que convencerlos que no soy mala persona, ni ninguna rareza. Solo tengo mi forma de ser que no coincide con las ideas aquí creadas. He traído mi cámara de fotos. Porqué no nos hacemos unas fotos para tener este instante de recuerdo.
-¡No¡ Fotos no. No quiero palpar este día donde aun mi esposa permanece en el mundo del silencio.
Un terremoto de sentimientos entonces brota. Laura abatida por las palabras dichas por el padre de Liam cae en un profundo malestar de sus sentidos.
- Oh. Lo siento. Lo siento mucho. Mi intención no era ofenderte.
- Ya lo se Laura. No es culpa tuya. Somos nosotros.
- Será mejor que me vaya. Creo que en estos momentos necesitáis un rato de soledad.
    Laura se marcha con la sombra del invierno en la madrugada. Ella no tiene miedo en andar a esas horas por aquel manto albino. Hasta el año nuevo ya no verá al padre de Liam. Ya sabe como tenía que comportarse, sabe que ha llegado a él.
**
                  Palmas, panderetas, todos con una viva danza en casa de Anne en esa noche casi interminable. Gueda por esos instantes se olvida de su marido, el médico de alguna crisis que pudiera ocurrir en aquel pueblo y Luam al ritmo de su madre es danza pintada de alegría.
**
                  En el más allá, donde la cosmopolita ciudad es cauce de la polución Bautista y Sebastián son apogeo de las montañas que despistan la ciudad. Una noche de navidad anclada entre pinares y bañada por la lucecita de las estrellas. Solo una botella de vino rosado los acompaña en su intimidad. Así, alejados del mundanal ruido, con Andrómeda silbando el ánimo de los corazones, silbando el deseo que se teje en sus labios. Se juran amor perpetuo y hasta caer en el sueño son contemplación de ese  mundo maravilloso que rueda entre los dos.
- Mira Bautista. Como las estrellas fugases son esperanzas encendidas. Como nuestros cuerpos desprende el aroma de las lavandas. Hagamos el amor en este lugar donde la tranquilidad es permanente. Te quiero tanto y estoy tan lleno de felicidad…
-        Si. Yo te quiero también Sebastián. Aunque con mis palabras no sepa describir tan bien el amor como lo describes tú.
         Aves enamoradas por esos boscajes. Cariño y ternura en esa soledad. Pasan la noche hasta el anidar del sol y de nuevo guarecerse en la vida normal.

**
        Otra despedida. Otro saludo. El retorno a la facultad, a la ciudad para Luam. Su amistad con Bel ha crecido tanto que le dijo si compartía piso con ella para el próximo curso. Allí, en los jardines de la universidad cuando ambas se quedaron solas y eran unos momentos de descanso.
-Luam.¿ Por qué el curso que viene no compartes piso conmigo?
- Como voy a vivir contigo Bel. Si vives en casa de tus padres.
-No Luam. Ya no. Me han comprado un piso cercano a la facultad. Y yo pensaba que para ti sería más económico venir a vivir conmigo en lugar de estar en esa pensión.
A Luam le entusiasma la idea, eso implica un ahorro en sus gastos.
- No se Bel. Se lo tendré que comentar primero a mi madre. Por mi si. Ya veremos lo que ella opina.

             En su vagar por la ciudad de vuelta a la pensión va cavilando en esa proposición que le ha hecho Bel. A ella le inquieta la idea. Pero, dejar atrás aquellos amigos espléndidos que ha conseguido la ahuyentaba de ello. Ese Sebastián con toda su poética y sensibilidad, ese Bautista tan protector ante cualquier situación. Llega a la pensión y debajo de la puerta encuentra una carta. Una carta que por el aroma que desprendía debía de ser de su madre. Se sienta junto a la ventana, la abre y a medida que en su rostro se dibuja una sonrisa la lee pausadamente.
Querida hija:
No se que decirte de la monotonía de estos valles. Siempre la misma rutina.  Lo único relevante es la boda de Liam que se ha retrasado para el verano. Aunque yo no lo tome por mucha importancia pero quizás tu si he de decirte algo. Te acuerdas cuando me dijiste de ese mercado de flores que tanto te había entusiasmado en la ciudad que habitas ahora pues bien, yo y Gueda hemos tenido la idea de realizar plantaciones de rosas. Como sabes nuestros frutales desde la muerte de tu padre han ido en picado y solo deja perdidas. Estas después la venderemos en los diferentes mercados que conforman esta isla.¿Qué te parece la idea? Espero tu contestación. Esto creo yo que te ayudara en los estudios. Yo y Gueda estamos muy contentas e ilusionadas. Todo el pueblo nos ha ofrecido su ayuda. Querida hija, te quiero tanto…
                       Se despide
                                   Anne
      A Luam le parece una idea espléndida. Corriendo sale de su habitación para contárselo a sus amigos. Toca en la habitación y Sebastián le abre la puerta.
- ¿Qué te pasa Luam? En ti se expansiona un universo de alegrías. A ver, a ver. ¿Qué noticias nuevas traes?
- Si. Tengo nuevas noticias. Necesito de vuestra opinión.
- Pasa Luam.
 - Hola Luam bonita- le dice Bautista con una sonrisa.- Siente y cuenta del por qué de tú alegría.
- Muy bien. La primera noticia es que mi madre quiere cultivar flores para venderlas en los mercados. 
-Muy bien Luam- comenta Sebastián- Las flores siempre son siempre eco de aromas que nos expansiona en la sensibilidad. ¡Tan delicadas¡ ¡Tan dichosas¡ ¡Tan enamoradas de la pureza de nuestros corazones¡
- La segunda noticia es que una compañera de clase me ha dicho de compartir piso con ella chicos.
El rostro de Sebastián y de Bautista se  vuelca a incredulidad.
- ¿Cómo que te vas?- dice anonadado Sebastián reincorporándose de la cama y dejando el periódico en el suelo.
- ¡Oh Bautista¡ Nuestra pequeña gaviota quiere volar. Quiere conocer más allá de la vida. Combatirla ella misma. No se que decir. Un velo de tristeza me atraviesa. Tú eres la que tienes que decidir pero quiero que sepas que si te vas nos dejarás marchitos.
- Sebastián tampoco es para tanto. Aunque ella se vaya de aquí seguiremos siendo amigos. La iremos a ver todos los días. ¿Verdad Luam?
- Si Bautista. Pero no os preocupéis todavía necesito el permiso de mi madre. Que a lo mejor…
 - Si, que diga que no- dice Sebastián- ¡Ay¡ ¡Los sentimientos¡ Una amiga que se nos va…
- ¡Sebastián¡- corta Luam la melancolía que sobrevuela a este.- No seas así. Que nuestra amistad será eterna en el paso del tiempo.
- ¿Quién te protegerá cuando los ardientes clavos de la vida vayan detrás de tu sombra? Espero que no te disloque. Recuerda aquel hombre.
- ¿Qué hombre? ¿De quien hablas?-pregunta Bautista.
- Un maldito Bautista.
- ¿Quién te hizo daño?
- No. No quiero hablar de ello ahora. Deseo ser olvido y recordar constantemente no es bueno para ello.                                             
            Todos callan. El dolor de Luam ante la reminiscencia del ayer es latido. Si, mejor será los recuerdos malévolos apartados. La noche se hace hueco, da la bienvenida a esas constelaciones que como luciérnagas navegan en el universo.
 **
            Y pasa las hojas de ese álbum de fotos. Deshoja ese primer año de carrera. Ese en que la vida nada más que le sirve para esculpir su madurez. Fotos que la conquistan con todo su colorido como ese campo de rosas y amapolas cultivados por su madre y Gueda. Paisajes de un rojo intenso coreado por el verdor de los montes. ¡Hermosa estampa¡, piensa ella ahí, sentada en su sillón. Todas permanecen intactas en su mente. Ríe. Llora. Habla para si misma cuando en el paso de esas imágenes ve una foto de Sebastián  con un poema entre las manos. Un poema para ella. Lo lee. Poema de despedida cuando se va de la pensión.
Bellos son los campos de las lunas,
Bellos como el deshojar de unas olas
Con el amante eviterno
Que entre nuestros rastros
Es ese mosaico que los labios
Fertilizan nuestro cuerpo.

**
- ¿Por qué tus sendas son retorno del ayer?- pregunta Gueda a Anne mientras es mermar de sus fuerzas en ese semienterrar los bulbos en esa fértil tierra.
- No lo se Anne. Siempre volvemos a ese hueco donde el amor es bullir de la pasión. Ese lugar que amamos tanto y amarrarlo a nuestra alma.
                 
            Sentadas en medio de aquel campo Anne escucha atentamente a Gueda. Un suspiro se vierte como bocanada de nostalgia de ella. Cierra sus ojos y se agarra a la mano de Gueda.
-        ¡Si Gueda¡ Sí, vuelvo a ese lugar donde por primera vez vi a mi primer amor. Pero el recorrido por nuestra historia trae tanto quejido y un torturante adiós. ¡Ay el adiós¡ Aun es sitio que me poso y cuento en ese almanaque de nuestra memoria su ida.
     Callan las almas. Callan en ese susurro del verano. Dos almas solas en medio de plantaciones habitados por la soledad. La fragilidad ronda por sus venas. La fragilidad de haber sido amadas.
**
Los enamorados son alarde de gaviotas doradas mientras se aman, afortunados por la brisa de sus labios.
-        Que los enamorados son praderas aladas de las campanas de universo- palabras de Liam en el tejer de la lectura ante el cuerpo desnudo de la profesora.
-        ¡Qué dulces palabras¡ Eres naciente que me conquistas.
     Amantes perfectos aquietados por un sol que llega a su cima. Es la hora de la siesta. Solo algún insecto que no sabe donde posarse.
 **
            El verano con todo su esplendor se posa en la ciudad. Luam con un ánimo increíble por los buenos resultados llega a la pensión. Abre la puerta de su habitación y un túnel de ortigas la penetra. Las notas se le caen al suelo, su bolso también. ¿Qué ha pasado? Su habitación está revuelta. Las cartas de su madre están esparcidas por el suelo y, solo eso, encontró en su habitación. Le han robado todo mientras ella andaba en la facultad. Se lleva sus manos a sus sienes. Suelta un alarido atroz haciendo salir todos aquellos que conocía de sus respectivas habitaciones. Sebastián con celeridad sube y al encontrar su habitación abierta entra. Luam llora. Llora a ras del suelo vomitando todas esas lagunas de aguas turbias ante el quebranto de su intimidad. 
-        Luam, levanta hija. Ya veo lo que te han hecho. Venga muchacha. Revolotea en mis brazos. Tenemos que resolver esto.
Luam se incorpora y abraza a Sebastián.
-Ánimo. Ánimo.   
- Me han quitado cuanto poseía Sebastián. No lo entiendo. Yo no tengo cosas de gran valor.
- ¿Quién será el maldito o maldita? Quien sea lo ha de pagar querida Luam. Ahora tranquilízate.
-        ¿Cómo ¿ Hoy tengo que regresar a mi casa Sebastián. No me puedo retrasar.
-        No te preocupes. Tu te puedes ir. Yo y Bautista lo resolveremos.
Sebastián la saca de la habitación. El vecino de al frente de Luam se asoma por un momento dando gritos.
-        Fue ella. ¡Fue ella¡. Fue esa bruja que os alquila la habitación. Solo es una tirana robando lo de otros. No os dejéis engañar por su tacto.
   Cierra la puerta. Luam y Sebastián se miran con extrañeza.
-        No. No puede ser Sebastián. No me lo puedo creer que esa mujer en la que yo he depositado toda mi confianza halla hecho esto. ¿Qué hago yo ahora?
-        No puede ser Luam. ¡Ella, la que nos ofrece su techo¡ Estoy deshecho. Lo único que queda es denunciar e irse de este lugar. Para mi esto es imperdonable. Sabes, no me gusta nada la gente que se aprovecha de los débiles y la confianza.
-        Si, la debilidad y la confianza. Otra vez las garras del engaño me atrapan.
Llegan a la habitación de Sebastián. Allí esperando está Bautista.
-        ¿Qué pasa chicos?
     Entran en ese habitáculo perfumado de sonata y que a media luz da un aire de intimidad. Todos se acomodan. Luam respira profundamente mientras Bautista la observa a la vez que ojea un libro. Un libro que tal vez fuera templo de sus sueños.  Sebastián narra lo sucedido. Bautista se levanta. Camina de un lado a otro entre aquellas paredes.
- ¡Con que nuestro vecino, el tan poco visto, ha dicho que fue la dueña de la pensión¡ ¡Maldita sea¡ Pues nada a denunciarla. 
     Bautista descuelga el teléfono. Llama a comisaría y le da todos los datos. Cuelga.
- Hoy me tengo que ir chicos. ¿Qué voy a hacer?
- Nada Luam. Tú no tienes que hacer nada. Nosotros solucionaremos esto. Hay que castigar a la vieja ranciosa esa- dice Bautista.
- Venga Luam. Anímate. Todo saldrá bien. Nosotros te ayudaremos en todo lo que podamos- consuela Sebastián.
     Luam calma su dolor con la música y la serenidad de sus dos amigos.
Esperan. Llega la policía. Sebastián le abre la puerta. Son hombres vestidos de calle.
-        ¿Es de aquí de donde han llamado?- pregunta uno de ellos.
-        Si, aquí es. Pasad, pasad.

-¿ Podéis contar de nuevo el suceso e ir al lugar del hecho?
     De nuevo cuentan lo sucedido. Terminan. A pasos lentos y silenciosos se erigen a la habitación de Luam. Extraen de allí las huellas necesarias en la inspección.
-        Bien señorita. Nuestra labor ha terminado aquí. Usted según el señor este nos ha contado ha de irse a casa. Lo puede realizar tranquilamente que nosotros nos ocuparemos de todo. Intentaremos llamarla lo antes posible de que tengamos algo. Pero, antes de irnos, tenemos que hablar con ese vecino que culpa a la dueña de la pensión. Será lo último que hagamos aquí.
     Salen todos de la habitación menos Luam. Ella se queda meditando el por qué de todo esto, no entiende lo que ha llevado a esa señora a robarle.
**
     Dos amantes son camino de un campo donde rosas plantadas verían la luz con el tiempo. Anne y el médico con Agueda alejada pues los suele dejar solos están repletos de sudor. Anne luce un sombrero de paja, el médico, camiseta recogida hasta los codos y tirantes ya desgastados. 
- Parece que esta nueva idea es orilla donde renace el esplendor Anne. Todo esto sabe a ti. Respira todo a ti. Tu respirar… Tu respiración y mi suspirar vuelven mis manos como pétalos sedosos que siembra el amor. Sabes, cada día te quiero más. Más y más.
    De espaldas a espaldas se hablan sentados en ese campo.
-        Si querido mío. Mira allá a Gueda como se aleja de nosotros. Sabes, a veces siento lástima de ella. Esa soledad que como la mujer de la montaña la desvían de los caminos reales de la vida. El amor ya no la acaricia como no se acaricia las aguas de los ríos cuando hay sequía. Pero me fijo en mí. Observo detenidamente mi vida y quizás algún día ella pueda renacer otra vez como mujer bella que es. Si, amor mío. Yo también te quiero.
-        Mira Anne aquella rosa blanca. Rosa de los montes donde la pureza significa el mecer de nuestras manos al unísono.
 Anne sonríe. En su interior se encuentra dichosa. Cava en su corazón y en él rota una lluvia de violetas engendradas por el doctor.
- No dejas de hablar amigo mío. Amante mío recuerda que esta tarde llega Luam. ¿Qué nuevas traerá?
  El doctor entiende las palabras de Anne. De nuevo en esa tarea del cuidado de las rosas. Rosas que tenían ya comprador.
  Gueda desde lejos los observa, los examina. Gueda que vive por ahora en casa de Anne como medio de desliarse de la helada de sus paredes. Gueda y Anne en una ilusión común. En su intimidad corren alentadas por el sexo. Ese placer consumado en esos instantes que la melancolía asalta. Anne busca consolarla. Gueda busca aquel hombre ido entre sus sábanas muertas. Anne y Gueda. Gueda y Anne. Se columpian con sus cuerpos cuando la noche llega en el amor. Un amor especial. Un amor extraño.
**
            El padre y el hijo son labor en el pequeño huerto que sirve de sustentación para la familia. Mientras, la profesora , es sensible con sus manos liadas a la madre de Liam.
-Mire madre. Mire que hermoso es este traje. Me lo pongo para que usted me lo vea. ¿Le gusta? Verdad que es bello y esplendoroso.  Mire como caminaré hasta el altar en compañía de su hijo. Así. Así.¿Se siente feliz señora? Solo quiero…Anda, déme sus manos. Solo quiero su confianza.¡La aprecio tanto¡ Verá como todo saldrá bien. Porque yo por usted haré todo lo que esté a mi alcance.  Sabe, a veces es tan injusto nuestro destino alejándonos de esos carriles del presente para poder saborear todo lo que posee a su alcance: olas de lotos, espuma de petirrojos, delfines afines a un océano rompiente en fastosos arrecifes. Usted no lo ve. No quiere mirar el hoy. Nos abandona. Escúcheme. Ha dejado poco a poco a lo que ama, se ha olvidado de ellos. Y, ellos, la quieren tanto…
            Se levanta la profesora de la posición en que está. Se quita el traje y se pone su ropa. A la puerta tocan. Es Liam y su padre. Abre.

 **
            Ya es hora de irse Luam de la pensión. Sebastián la acompañan a aquel lugar donde el surca de las ondulaciones marinas mezclado con esos hombres rociados de salitre la llevaría vuelta al hogar. Mientras, Bautista se queda para atender alguna llamada, por si acaso, de la policía.
   Sebastián y Luam se despiden. Como rito de esa despedida le regala un ramo de flores, un beso y un poema.
Remójate entre algas esmeraldas,
Entre las emanaciones de un acantilado de gavilanes
Y sé mujer con columnas de acero
Que las gráciles almas cavilan en su paz.
Ya nos volveremos a ver
Con la tempestad de los balandros
Surcando los movimientos de sus velas
Por esos estuarios donde nosotros
Amantes de la confianza
Seremos ese cordial cometa
De macizos algarrobos.
     Lee Luam  ese poema en el soltar amarras, en el de un suspiro mecido por esa privilegiada oda de la amistad. Se la pone sobre su pecho como sensibilidad que la magnetiza. Desaloja todo el mal humor que lleva sobre sus espaldas y la delicadeza gira en el sueño profundo que se sumerge mientras el barco avanza en las cobrizas y malvas tonalidades del atardecer.
            **
      Sebastián llega a la pensión. Encuentra que a la dueña la han detenido. Un terremoto que se expande hasta sus oídos se cuece allí. Una voz que agoniza en gritos escucha. Siente escalofríos. Ve dos hombres que a la fuerza se llevan a la dueña. Ella está alocada, ida, desvariada, insultando a todos los que salen a su paso.
-          ¡Malditos¡ ¡Malditos seáis¡ Yo no he robado nada. Mis manos son puras y limpias. ¡Mentirosos¡ ¿Acaso, me odiáis? Yo no me voy de aquí. ¡Esta es mi casa¡
        Los policías no median palabra. La sacan a la fuerza. Sebastián le da cierta lástima pero el daño que le ha hecho a Luam le hace razonar. Bautista se aproxima a Sebastián. Se dan un apretón de manos. Se alejan de aquella escena, van directamente a la habitación. Llega ese beso. Ese beso tildado de una acaricia. Son como aves del paraíso donde un círculo de deseo los envuelve en la pasión. 
- Lejos está ya esa desdichada criatura. ¡Qué pena siento por ella¡ Mira que ocurrirle esto ahora que se iba. Que sabor más amargo el de su despedida.
- Déjala. Olvídate de ella por unos instantes. Cuando llegue a su pueblo de nuevo la alegría la bañará. Ahora, seamos insonoridad de ella. Ocupémonos de esas laderas donde nuestras manos esculpen el beso.
            Como amantes inexorables e insomnes se acurrucan en el nocturno. Como amantes de los cuales emana las estelas de la pasión son escena del amor. La media luz que ambula en ese cuarto se va eclipsando y da paso al deseo.
**
          ¡Que risueño¡ ¡Qué amor¡ Allí están todos a la espera de Luam: Anne, el médico y Gueda.  Luam desciende por la escalera. El agotamiento hace mella en ella. Su madre lo nota. Nota cierta penumbra en su hija.
-¿Qué te pasa hija?-pregunta Anne a su hija mientras los otros ambula por las plantaciones.
- Nada madre. Solo es el cansancio. No te preocupes en un par de días me recuperaré. ¿Cuando Liam se casa madre?
-Dentro de poco hija. Menos mal, una novedad en el pueblo. La danza y el vino coronarán ese día. Todo el pueblo está invitado. Por cierto Gueda y yo tenemos que ir a ver la vieja de la montaña. Ella también está invitada como suerte para su mañana. Mañana iremos cuando el alba sea tropiezo con la luna.
- Me parece misteriosa esa mujer de la cumbre. Nunca la he visto. Me gustaría conocerla- comenta Luam emocionada.
- La conocerás.
 - Por cierto, ¿qué opina el cura de ese enlace?
- Bueno, que decirte. Supongo que ya tú te lo imaginas. Está viejo ya. Con ideas muy antiguas. Solo dijo “ yo os uniré pero, recordar, que esta unión será parte del diablo”.
-Ja, ja.
-Normal-  añade el medico con un gesto simpático- El cura aún está con esas viejas creencias. Por cierto Luam. Te ha dicho tu madre que para el curso que viene iremos a la ciudad para buscar un medio para la madre de Liam.
- Muy bien doctor. Me parece estupendo. Recordad que el próximo año estaré viviendo en un piso.
La noche es sombra que camina. Todos se dirigen ya a casa de Anne mientras la conversación los hace partícipes de la tranquilidad.
-Si- asiente la madre de Luam un poco enojada.
   Las últimas palabras antes de meterse bajo techo son engendradas. El silencio los une ahora. Todos saben que Anne no está muy conforme que su hija vaya un piso. Pero, ¿qué hacer? Ya es mayor de edad. Ella de su vida también hace lo que quiere.
  La casa insufla un aroma cálido debido a esta estación de verano. Todos ayudan a preparar la mesa. Comen y se reúnen en el calor del salón.
-         como es que el cura permite esta boda. No lo entiendo. El los va a casar.
-        Pues fue un escándalo. Pero la presión del pueblo le hizo convencerse de que si no los casaba tendría que retirarse. Pues mujercitas me tengo que retirar, ya es bastante tarde- explica el médico a Luam.
    La velada se agota. El tiempo ha pasado rápidamente y la noche convoca al sueño. Ese apacible dormir donde los cuerpos cubiertos por sábanas de algodón vagarán por otros mundos. El médico se va. En la casa queda Gueda, Anne y Luam.

**
          La mañana llega. Gueda y Anne se erigen de nuevo a esa cueva donde vive Amada. Si, la anciana mujer que danza con el recuerdo fijo de los muertos. La subida es ahora mejor, no hay nieve. El astro rey es luz  que guía sus pisadas. El eco de cada jadeo, de cada roca es sonoro. Mientras, Luam y el médico están en las plantaciones. El siente interés por ella. Un interés por el amor que le tiene a su madre.
-        Y que es de tu vida Luam. Ese lugar donde los gases y edificios de acero arrasan la naturaleza.
-        Bien. Voy madurando con el pasar de los meses. Hay tanto días felices como días penosos. Nuestros sueños allí de naturaleza veraz se ven sometidos a la nada. Solo, masas de nubes grasientas que nos convierte en hombres y mujeres herméticos. No es como aquí. Aquí hay tanto cariño y sosiego. Puedes confiar en tu vecino
-          Si, apreciada Luam. Te entiendo, por ello me quede yo aquí.¿Te gusta la idea de tu madre?
-          Si, me fascina. Ello le da a ella mucha ilusión. Pero hay algo que me preocupa.
-          ¿El que?
-          Ella no esta muy conforme a que me vaya a un piso.
-          No te preocupes. Ya se acostumbrará de igual manera que tenerte lejos.
-          Doctor ¿Le puedo hacer una pregunta?
-          Si mi niña. Dime
-          Usted ¿quiere a mi madre?
-          Como puedes decir eso. Yo la amo tanto…
-          He notado como le brillan los ojos cuando le ve.
-          Ja, Ja, ja. Venga, contemplemos este vergel. Saboréalo antes de que tengas que marcharte otra vez.
Allí se quedan en la admiración de aquel mar de flores a medida que las horas pasan. Un silencio los engatusa. Un silencio que les da confianza estar juntos.

**
Anne y Gueda están ante la puerta de la anciana. Tocan. La nada les responde lo que las conduce en un relámpago misterioso de extrañeza.
-        ¿Dónde andará esa mujer curtida por la fuerza, esa mujer hija del viento, sendero del sol? No responde  Gueda.
-        Vamos a buscarla Anne. Tendrá que estar por aquí. La verdad es que el sol ya aprieta. Muy lejos no puede estar.
 Anne atiende a las palabras de Gueda. Inspeccionan el lugar. Ese lugar que goza de un gran solaz como templo de las alturas. Turbias neblinas invisibles las degollan. Un cuerpo semienterrado y junto a el una pala. Es ella. ¡Es ella¡ Muerta en la tumba de su esposo e hijo. Un tul de cadavérica desgracia se cierne en ellas. Una carta dejada y el llanto de la muerte entre sus miradas. ¡El dolor¡ Siempre el dolor empujándolas  en el agonizante quejido.
-        ¡El dolor¡¡El dolor¡- grita Anne.
-        Si, el dolor amiga- asiente Gueda abrazando a Anne- El dolor es mala cosa que nos acosa. Desbarata toda la frondosidad de este monte. ¡Míralo¡ ¡Míralo¡ Como se destruye por esos sablazos de la vida. ¡La muerte¡ La muerte y la vida se aúnan. Es una misma cosa.
-        Acuérdate del pasado invierno querida amiga. Ella estaba tan bien…
-        Como no acordarme cuando tú y yo éramos errantes de esta tierra que amamos y bajo su techo conocimos la verdad del calor humano.
-        Si, nos abrigo cuando el frío era dañino. Mira ahora, el ayer ha venido a buscarla. Ahora descansa con sus seres queridos. ¡Pobre alma¡ Indefensa al sufrimiento.
-        Pensemos Gueda que ella ahora está donde quería estar, con sus seres queridos. Enterrémosla y así gozará también de paz.
                 Anne y Gueda entierran el cuerpo convocando la alegría para que aquella alma descansara junto a los suyos. Están de rodillas, con los brazos extendidos. Dicen al unísono un viejo poema.
Realza ese orar de tu titánico telón
Sobre esta tierra donde llegan tus alas
Donde el prodigio de la libertad te ampara
Como una estrella más de este firmamento
Mágico, mágico…
         Se levantan. Bajan por donde han subido. El paisaje se va mutando de la nada a los pinares donde el pinzón azul resuena, de los pinares al denso boscaje que les da la bienvenida al valle donde ellas habitan. Llegan a la casa.  Se erigen en busca del doctor y el caballo. Están nerviosas, con navajas a ras de sus ojos que los hace lagrimear, con el corazón dolido por esa muerte. A Luam y el médico nos lo ven en la casa por lo que se yerguen ante las plantaciones. Allí están. Se aproximan a ellos. El doctor nota algo, algo tenebroso en sus miradas.
-          Que pasa- rompe el doctor su conversación con Luam- Algo tórrido ha ocurrido. ¿Qué habéis visto en las montañas?
-          Amada ha muerto- contesta Anne con su rostro dibujando el patetismo.
        Anne explica todo lo sucedido paso por paso a Luam y al médico mientras se dirigen al escuadra. Acaricia esa majestuosa escultura que es su caballo.
-          El avisará al pueblo- dice Anne segura.
   Escriben una nota con la muerte de amada y la introduce en la alforja para que el caballo lleve la noticia al cura.
     Ellos se quedan en la casa mientras el astuto caballo es camino recto hasta el imperfecto pueblo. Fue veloz hasta la entrada del pueblo. Allí, aminora su marcha. Va despacito para no hacer ruido hasta llegar a la parroquia. Como siempre la puerta esta abierta. Entra y relincha con todas sus fuerzas. El cura que esta en la capilla ya restaurada haciendo algunos retoques sale. Está sorprendido pero aunque la vejez ciega un poco su mente sabe de quien es ese caballo.
-        Animal ¿qué haces aquí? ¿Quién te  ha dado permiso para entrar en mi parroquia?
     El caballo con la lentitud de su trote se aproxima al cura. Le muestra la alforja izquierda. El enseguida comprende.
-        Según puedo comprobar tienes noticias para mí.
El cura coge el papel con el consentimiento de ese noble animal. Espera que lo lea.
- ¡Oh no¡ Una mujer de hierro convertida en cenizas. Otra muerte. Sabes amigo mío tendré por estos motivos que retrasar la boda. Ojala se rompa ese amor. ¡Desgraciados¡ Que no más que son unos desgraciados aprovechándose de la bondad de este pueblo. Pero dejemos este tema para más tarde. Ahora llévame donde tengas que llevarme.
   El cura monta sobre ese grandioso y valeroso animal. Lo lleva en dirección a la cima.
-        Ten cuidado animal. No vayas tan rápido. Andas dislocado como tu dueña. A que te creías que no lo se. En este pueblo se sabe todo. Se que anda de amoríos con el medico. Ello es imperdonable.¡Con el cuerpo de su marido aun caliente¡ Son unos pecadores cuando la luna cae y las lechuzas van a la caza de su presa. Pero, yo, he de callar. Siempre callar ante tanto escándalo.¡Qué voy a hacer yo¡ Esto no es lo que era antes.¿Falta mucho amigo? ¿Cuándo llegaremos? Mis huesos ya están en quiebra animal.
      Mientras el cura refunfuña ascienden por aquel trenzado boscaje. La humedad hierve, las ramas secas crujen a cada zancada. Sus sudores de nervios se calman cuando llegan a la zona despejada. La brisa de las piedras los calman. El caballo va más lento y el cura parece que ahora si puede respirar. 
Ya arriba está el médico, Anne y Gueda. Ven llegar al curar.
-Ahí está el que tiene que decir la última palabra. Aunque la verdad, ello no servirá de nada. El estaba en contra de sus ideas- dice el médico rencoroso.
 Ninguna a las palabras de él dijeron algo.


**
      En el mundanal ruido Sebastián y Bautista son alegría porque les había llegado las vacaciones, porque el sol apresaba sus cuerpos. Medios desnudos eran rastrear de las conchas que repentinamente aparecen en la arena, de las olas que los arrastra de nuevo a la orilla. Se erguían como amantes de un mundo solitario. Escondiéndose tras la rocas para que sus cuerpos desnudos saborearan esos filigranas cobrizas y el acto del amor.
-        Esto es la felicidad ideal amor mío- musita Sebastián cuando el terso cabello de Bautista se desliza por su pecho.
-        Si. Este cielo tan pasivo, tan obsoleto en bodas sagradas con el océano. La balada nostálgica de estas olas que se escabullen por que creen que las atraparemos y enterraremos su blancura.
-        Existe tanta paz aquí. Que más quisiera ser mar y convertir mis manos en estrellas marinas y mi cuerpo en caballitos marinos cabalgando sobre delfines vírgenes de la polución.
           Se levantan como almas embriagas de serenidad. Dejan que la noche atrape a las estrellas y cuando la playa ya esta vacía de nuevo caminan por la orilla. La luna los guía.
**
- ¿Cómo estáis amigos míos? Aquí estoy para dar la última palabra a esta alma grandiosa. ¿Dónde se halla el cuerpo enterrado?
- Por aquí. Sígame. Está detrás de ese árbol que corona otras vidas idas. Cada noche era suspirar por sus cuerpos con las estrellas como telón de fondo y ellas le contaban de ese amor en el hilar del amanecer.
     Anne termina de hablar con nostalgia y pena. Todos se dirigen hasta la zona donde esta el cuerpo sepultado. Tres seres hay bajo esa tierra. Tres seres inalados de la vida. Tan amantes, tan compenetrados. Ahora están juntos con esas leyendas que emergen del universo. Todos se arrodillan. El cura de espalda al árbol y a ellos comienza su oración.

-Ruego por esta cumbre que nos acoge que estas almas vuelvan donde las cenizas se transforma en vuelos interestelares de los sueños. Almas libres por la bóveda celeste bajo la mano del señor. Ella, siempre con su bondad en la fraternidad por estas escarpadas montañas donde el aroma de su ser será eterno. Roguemos por ella y por los dos seres que se encuentran junto a ella.
     El suspiro de Anne es transmitido a Gueda y de Gueda se transmite al médico y del médico al cura.
El cura se despide. De nuevo el caballo lo transportara hasta el pueblo. Se va.
-Vamos- dice el médico- Vamos que ellos ya están descansando y hemos de dejarlos en su intimidad.  Esta superficie que pisamos es el paraíso de su unión y lo será de manera perpetua. Sin ningún intruso molestándolos.
            Retornan. Descienden por esos pedregales hasta que la luz de los pinares los ilumina en sombras, en el eco de sus pisadas con la pinocha. Después, el gran espectáculo de ese enmarañado fulgor verde hasta llegar a casa.

**
                  Pasan los días. Llega la boda. La oratoria del cura es pesada. No más que muertos nombra en su discurso. La unión llega y después de ello una fiesta en la plaza del pueblo. Las piñatas zarandean bajo el tupido azul del firmamento. Los novios con un pañuelo en los ojos las rompen a palos. Pétalos de rosas caen sobre ellos. Todos se abalanzan a coger uno, según la tradición da suerte.  Anne, maravillada, mira a esas gentes. El médico encantado de verla feliz coge un pétalo del suelo. Lo posa sobre el cabello de ella y un beso le da.
-        ¿Por qué no somos como ellos?
-        Quizás en el mañana cuando Luam se independice, cuando aun la muerte de mi esposo no esté tan presente en mi. Espera Paulo. Espera que llegue esa primavera próspera. Mientras seremos amor escondido. No lo encuentras mejor así con este secreto que guardamos al pueblo. Mira a Luam como baila. ¡La quiero tanto…¡
-        Mírame a mí. Con este vals que revuela en mi pecho. ¡Te quiero tanto¡ Cada pétalo de rosa de esta villa son el fiel reflejo de tus ojos. ¡Te quiero tanto¡ Que la aves entonan en mi cabeza un canto de alegría.
**
                  Se levanta de aquel sillón. Otra noche se le viene encima. Otro álbum removiéndose en sus ansias de devorar todo ese ayer. Que bien hermoso fue su vida universitaria. Los años pasan y todo va quedando atrás. La plateada mágica. Los grillos con sus tonadas veraniegas. El frescor de la noche y ella sin dormir. Quiere ver toda su vida rápidamente como estrella fugaz que se pierde en el infinito.

**
           Ultimo año. Una variedad de acontecimientos surgen en la vida de Luam. Al principio el compartir con su amiga iba paralelo a la armonía. Pero esta compañera se perdió para Luam. Se perdía en un mundo oscuro. Un mundo oscuro de drogas y sexo. Para Luam esto era humillante. El sacrificio de su madre…Ella prefiere estar con Sebastián  y Bautista que llevan una vida sana. Una vida alienada a la normalidad.
-        ¿Y que es de tú compañera Luam?- le pregunta Bautista.
-        No se. No se que opinar de ella. Está alocada. Todas las noches llega en un estado semiinconsciente de toda la porquería que se echa. Y por las mañanas cuando despierta más o menos se pone traumática en que si está o no embarazada. No sabe lo que hace.  Decidme ¿qué hago? No soporto más esta situación.     
-        ¡Déjala¡ Vente a vivir con nosotros- contesta Sebastián.
-        No Sebastián. Que se quede. Así aprende cosas de la vida. Todo el monte no es orégano. Además Luam, este es tu último año. ¿Puedes aguantar?
-        Si. Bautista tiene razón. Me quedaré aquí. Ya me queda poco y el curso me va bien. Después me iré, he pedido una beca por esos parajes misteriosos de la selva, en África.
-        Entonces, ¿te vas amiga mía? Acuérdate de esos días que pasamos por el mercado de flores, de esos momentos fantásticos que compartíamos juntos.
-        ¡Sebastián¡ Todavía no se ha ido. No empieces con la nostalgia porque sino vamos a terminar todos llorando.
-        Déjalo. Deja que su sensibilidad roce mi corazón. Me es tan grato escuchar esas palabras que me introducen en la imaginación. Palabras de amor. Palabras de amistad para el jamás del olvido.
   
         Conversación que se teje entre la poesía de Sebastián y la rectitud de Bautista. Un café los absorbe en una mirada atrás. La compañera de Luam llega. A ese círculo cálido no lo saluda. Pasa de largo. Se mete en su cuarto y cierra con llaves. Ellos se miran unos a otros. 
-          Será lo que será. Su indiferencia me lastima. Nuestra unión ha terminado. ¿Por qué no saluda? No lo entiendo.
-          Déjala Luam. Tendrá un mal día. Nosotros ya nos vamos. Tendrá celos. Buenas noches bella niña de la luna.

       Se van esas dos almas en silencio mientras desciende por las escaleras. Atraviesan las calles con la cautiva inquietud de un verano que se acerca hasta el apartamento.
- Ya es toda una mujer Bautista y como tal volará. Se irá entre las arboledas salvajes. Que la suerte esté en su destino.
    Antes de subir se adentran en el parque que esta frente del apartamento. Dan un paseo acorralados por los últimos toques de la primavera. El viento da lumbre a la hojarasca repartida por el suelo que da lugar a un juego molesto. Se sientan en un banco de madera y sus labios son brotar de la exquisitez de su amor con la luna redonda al acecho. 
    Para Luam el latigazo de su compañera le deja contusiones en sus pensamientos. No la entiende. Es indudable el cambio drástico de su compañera de piso. Ya no es lo que era al principio.  Luam toca en su puerta. Quiere saber por que no ha saludado a sus amigos. No recibe respuestas. Una puerta blanca le da sombra incentivando más su preocupación. Lo intenta de nuevo. Coge su puño y fuerte toca.
-¿ Que te pasa? Porque me niegas la mirada. Esto cada día va a peor. Presiento que nuestra amistad se esta yendo al traste. ¡Ábreme por favor¡- grita Luam.
Pasan unos minutos. Bel abre la puerta. Un nubarrón de llantos tapiza sus lánguidas mejillas.
-          ¿Qué te pasa compañera?- le pregunta Luam suavemente- Tú mirada me asusta. ¿Qué te ha ocurrido? Anda dímelo.
   Ella se abraza a Luam como cascada vertiginosa que cae al vacío. Está destrozada, con un llanto angustioso lamiendo sus manos temblorosas. Luam se arrodilla junto a ella. Levanta su barbilla.
- Cuéntame amiga mía. Entre las dos resolveremos aquello que te hace caminar por arenas movedizas. Buscaremos la solución como siempre.
   Bel se lleva las manos a su vientre. Esto induce a pensar a Luam que en ella arriba algo terrible. Espera que Bel le de una explicación. Algunas palabras indicio del mal que la está ahogando.
-¡Luam¡ ¡Luam¡ Estoy embarazada. ¡Qué horror¡ Esto es terrible para mi. Maldigo este embarazo que me lleva por senderos ensangrentados. Dime, ¿qué hago yo ahora? Quiero abortar para hallar la tranquilidad. No. No puedo soportarlo. Mis padres no me perdonarán. Ni tan siquiera se quien es el padre. ¡Me arrepiento Luam¡ Perdóname querida amiga mía. Esas noches de locura mira a lo que me ha llevado. ¿Luam me escuchas? Tengo que expulsarlo de mí. Ayúdame.
- No hay problema Bel. Ahora mismo llamo a mis dos amigos y ellos nos ayudarán a solventar este problema. Vamos, levántate y cálmate.
         Como águilas que remontan todos los vendavales Luam y Bel se levantan. Se dirigen en esa penumbra que las acosa al teléfono. Luam llama. No responde nadie.
-          Esperemos Bel. Esperemos a que ellos lleguen a su apartamento.
Luam y ella esperan en el transito de un silencio súbito. Solo corría por Bel lágrimas y desgracia. 
-          Luam. A partir de ahora cambiaré. No más drogas, no más alcohol. Me siento tan derruida. Mis años desperdiciados, mi vida un declive.
-          No siguas. Olvídate del ayer. No te arrojes por esos acantilados que tu crees que te pueden volver a construir. Es solo una prueba de la vida. ¡La vida y el dolor¡ ¡El dolor y la vida¡ Verás como todo pasará y serás de nuevo gaviota de playas donde los corales juegan contigo.
            Luam marca de nuevo.
-          ¿Qué pasa Luam? Ocurre algo. El teléfono retumba como algo tenebroso. Presiento que algo no marcha bien. Dime, ¿qué te pasa?- contesta Sebastián
-          Necesito urgentemente vuestra ayuda. Venid a mi casa.
     Luam con el nerviosismo cuelga sin dejar que Sebastián hable. Los pensamientos de Sebastián son traducidos por Bautista.
-          ¿Qué ocurre Sebastián? Estás pálido.
-          Es Luam Bautista. No se lo que le ha pasado pero alguna tragedia hay en su vida. Está desesperada. Vamos. Tenemos que ir rápidamente a su casa.
      Sebastián y Bautista salen con celeridad. Apresuran sus pisadas por las calles vacías de la ciudad. Sólo las farolas y una luna roída les indican el camino hasta la casa de las chicas.
      La puerta suena como garras del suceso. Luam abre. Su rostro representa pánico y temblor.
-          Pasad chicos. Venga rápido pasad.
      Sebastián y Bautista permanecen callados ante el ambiente tan enrarecido que se respira. A ellos llegan bocanadas de un siniestro difícil de descifrar. Están paralizados con temor lo que Luam pudiera erupcionar. Ella les invita a sentarse.
-          Se trata de mi amiga chicos.
     Ambos suspiran con cierto alivio.
-Gracias Luam. Nos has quitado un gran peso de encima. Creíamos que ti te pasaba algo. Ahora cuéntanos ¿qué le pasa a tu compañera?
- No se como explicaros. Ella está embarazada y quiere deshacerse de eso que lleva dentro. Quiere abortar antes de que los meses avancen.
-¡Abortar¡ Y supongo que nosotros tendremos que pagarlo. No se que opinar. A ti te apreciamos mucho. Lo que tú digas.- contesta Bautista con paciencia.
- Y por qué no da a luz y después nos lo da a nosotros Luam. Es sólo una opinión Bautista. No me mires con esa cara. Es como una solución.
 De repente la puerta de Bel se abre y surge ante ellos la voz de ella resquebrajada.
-          ¡ No¡ No puede ser ¡Qué estás diciendo¡
-          Mis palabras no han querido ofenderte. Solo es una solución. Sólo una opinión. Tú y no más que tú tienes que elegir. Nosotros te ayudaremos en todo lo posible. Si tú quieres eso. Eso haremos mañana mismo.
   Bel sin contestar se encierra de nuevo en su habitación entre las marejadas de sus pensamientos. Está desolada. Consumiéndose en su error.
**
La frescura de la hierba cubre los verdes montes. Besos consolados por las nocturnas velas del firmamento. Guarecidos están, entre las ramas, Anne y el médico.
-          ¿Cómo te encuentras amada mía?
-          Me hallo en una atmósfera mágica. Pero a mi también llega el dolor. Dicen que en el más allá de estas tierras una guerra castiga a inocentes. Aberrante siroco de sus alas que los hace fallecer en sus propias fosas.
-          Si, querida amiga.  Dicen que nubes de plomo y gas acaban con ellos. Pero aislemos  ese tema de nosotros  en esta visita de nuestros sentimientos.  Dejemos la desolación en los márgenes del olvido y continuemos por ese río de flores silvestres que inspira un largo beso.  Bésame. Bésame con la espesura de tus sentidos. Esa es mi felicidad. Tu felicidad. Bésame como en busca de un sedero de la paz.
           Se besan con el revuelo del nocturno guiados por la enigmática luna. La medianoche se hace y con ella las luciérnagas son vals luminoso alrededor de ellos. Anne tiene que regresar a casa. Regresar para acompañar a Gueda. Mientras, otros amantes también recogen sus cuerpos al son de la plateada. Hechizados están por ese paso de los años y aun su atracción era más y más. Liam y la maestra en contacto con sus cuerpos gotean amor. Sus miradas se halla fija en dirección a las altas montañas que lucen un traje negro con la sombras de la noche.
-          Mira Liam. Somos años de nuestra unión y  nuestro continuar sigue la ruta eviterna de las constelaciones. Brillantes cuando en esta esfera se hace oscuridad y de nuevo estamos como los primeros días.
     Están apoyados en la ventana que da al universo y las montañas. Miran ensimismados todo ese exterior, todo ese hábitat natural que los recorre como si ellos fueran hijos de la naturaleza.
-          Si Bel. Cada beso, cada suspiro, cada acaricia, cada mirada está enclava en la perpetuidad de nuestro amor.

**
      Llega la mañana con la alegre tonadilla de las aves. El andar se le hace tortuoso tanto a Bel como a Luam. Tienen miedo. Cada uno intenta escabullir la mirada en otro. Solo Sebastián y Bautista van charlando como si no pasara nada.  Entran en una casa. Allí una señorita los lleva a una sala y ahí Bel desaparece entre la mirada de ellos a una habitación. Un hombre con barba sale de la habitación el cual dice que todo ha salido bien, que si tienen algún problema llamar por teléfono, que tienen que esperar un poco a que Bel se recupere. Salen de aquella casa con el sol ya vencido por una alfombra de purpúreos colgantes en el paraíso del universo. Todos tranquilos, con la serenidad guía de sus meditaciones. Sebastián y Bautista dejan a las chicas en su casa y ellos se alzan de nuevo solos por la desierta ciudad.
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   Llega los reflujos del verano y con ello Luam se va. Pero antes llegan de visita el doctor y  su madre. El mañana sería un aterrizar sobre la selva. Con ello Luam quiere alejarse de todo un poco y conocer más mundo. Sebastián y Bautista conocen a la madre de Luam y el médico. En sus largas conversaciones entra uno de los temas principales. El ha venido por nuevos medicamentos para la madre de Liam. Igual que llegan se van en ese mismo día.

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      Luam de viaje que parte en un crucero a un paraíso donde aves exóticas serán melodía de su historia. Cuanto duraría, ella no sabe. Todo depende de la acogida que encuentre en esas tierras, depende de la tristeza que sus sentimientos pudiera soportar ante la lejanía de sus seres queridos.
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     Luam parte con la llegada del verano. Abetos negros de polución adornan la urbe. Su vida pasa fugazmente por su mente. El barco va cargado de mercancías para unas tierras donde la desesperanza es súbita pero con un salvajismo atractivo para todo visitante que busca algo nuevo en este globo. Con silencio camina por cubierta alejada del trato con los marineros por ser errantes de largos viajes, donde sus deseos por las mujeres es  fuerte. La brisa marina donde los recuerdos nadan en abundancia le susurra de su correcta elección. Es navegante de lo desconocido. El viaje tardo días. Días donde la monotonía del horizonte se asociaba con noches con un firmamento límpido.  Pasa cada noche aferrada a las constelaciones descubriendo su misterio hasta que el alba le danza con el sueño y regresa a su camarote. Solo a la hora del almuerzo se reunía con esos marineros y capitán del barco. No quiere mucha confianza con ello y no es que desconfiara pero ya le habían dicho de cómo era esos hombres de la mar. Después del almuerzo se yergue de nuevo a su camarote. Con los ojos bien cerrados lee esas cartas de años pasados.  Se siente nerviosa, apagada, diciéndose para sus adentros “ todo saldrá bien”.
      La tormenta estalla. Callada, sin decir nada se envuelve en equilibrio. Sus pensamientos vuelan  y escucha el barullo que se arma de estos hombres de mar. “ Son hombres de este océano y sin embargo le temen. Escucho el lamento de alguien. Dice de un amigo que le fue arrebatado por espumas furiosas. Dice recordar de aquel navío tragado por el aullar de una marea enloquecida.”
     La noche se cierra en la tonada de las primeras luces y la tormenta calla. Los marineros se alzan en una victoria. Luam duerme y en el vagar de sus sueños el barco llega a la bahía. Apurada despierta, ya tiene todo preparado para desembarcar.  Allí se atasca una densa masa humana de distintas razas y un puerto primitivo aún. Afuera alguien la espera con una pancarta pronunciando su nombre. Baja. El calor es sofocante animado por la humedad. Se presentan. A partir de ahí comienza un largo recorrido entre la selva y el desierto con un todoterreno.  No se entienden. El idioma que retoza en cada uno es lejano. Solo con señas se produce algo del significado que cada uno quiere decir.  El es un hombre moreno, marcado por los filigranas solares. Sus ojos son enormes de un gris apagado.  Luam se monta en el coche con todo su equipaje y se despide de ese pequeño puerto hasta el retorno. Le espera muchos kilómetros. Hacen descansos y en ellos ella aprovecha para escribir a su madre.
Querida mama:
Ya he llegado después del bramar de la mar a este nuevo país. Al principio me sentí algo traicionada al llegar al puerto pero luego comprendí que este continente alejado forma parte de otra cultura, otro desarrollo. Ahora me hallo en un coche con turbulentos deslizamientos por una frondosa naturaleza donde los ruidos extraños llaman mi atención. Algún que otro animal tropieza en nuestra ruta. Del conductor no se que decirte, nos entendemos por señas. Nuestro viaje por esta vasta tierra no solo ve cosas hermosas, algo insólito causó un extraño quemar en mi corazón. Un dolor intenso se manifestó en mí por algo que desconocía o creía que ya había sido aniquilado.  Descubrí esas tinieblas y sombras que el hombre no nombra. Una caravana de almas encadenadas madre. Cuerpos que caen, un látigo que no cesa. ¡Qué terror siento ahora mismo madre¡ Que impotente somos cuando descubrimos estos hechos y este profanamiento de la libertad.  Si tú los vieras como yo los vi: robles doblados con grilletes en sus piernas, débiles e indefenso en el espanto y cansancio que presentaban sus miradas. ¡Estoy rota¡ Mientras te escribo una y otra vez esa imagen viene a mi cabeza y caigo en un pozo de llantos. Oh, me siento cómplice. El chofer ni se inmuta. He conspirado con mis sentimientos y ahora una hoz cae sobre mí. ¡No quiero verlos más¡  Que remordimientos se apoderan de mi en las verdes sonatas de este húmedo bosque con sus gigantescos árboles. El olvido hace cruel a los humanos cuando detrás hemos dejado el lamento de unos inocentes. Da pena. Me callo y dejo de describirte los eclipses del mundo. No quiero mortificarte. Nos adentramos más y más por este fornido boscaje donde lianas y hojas de un verdor increíble. Dejamos atrás la floresta para caer en un desierto de piedras. El viento no es fuerte pero según me indica el chofer una tormenta pasajera está a punto de llegar. La tormenta pasa. En este lugar no hay algún alma. Solo silencio y serenidad. Kilómetros y kilómetros de piedras mudas. Me deleita aunque solo hay aridez. En una de las paradas el chofer me hace una serie de indicaciones. ¿Qué ocurrirá? Me asusto por ser cómplice de nuevo de alguna imagen terrorífica (perdona madre por que esta carta sea tan larga pero he de contar a alguien todo lo que veo). ¿Qué será? ¿Qué será? La desesperación me acecha pero quiero ver lo que este hombre le aterra. ¡La catástrofe madre¡ ¡Casas de piedra y barro derruidas¡ ¡Hombres y mujeres con formas esqueléticas¡ ¡No¡ No quiero más. Mis ojos se eclipsan y mi respiración quiere morir. ¿Por qué tanta miseria? ¿Por qué tanta injusticia? No lo entiendo madre.  He venido para ver el dolor.  ¿Qué hago aquí? Una tesis. Que estupidez. No se si podré soportarlo. Al pozo que van ellos a beber yo también beberé y les daré todo lo que está a mi alcance.  Se acercan al coche y yo sin saber que decir, sin saber que dar, sin saber como actuar callo. Me quedo como congelada, paralizada. ¡Tanto desastre¡ Cuando llegue al lugar pensaré en ellos y algo les traeré. ¡Se fuerte dice mi mente¡ Soy fuerte. ¿Cómo albergar la sonrisa en sus almas? ¡Una borrasca me llama¡ Mis manos se sienten sepultadas. Que dolor madre, que vergüenza madre. ¡Qué cansada me siento¡ Te dejo ya, creo que te he contado demasiado, más de la cuenta. Ya mi viaje llega a su final.
  Te quiere
            Luam
       Entre el terror de lo visto y la fascinación de un paisaje impresionante engarrotado al pasado Luam es bienvenida. La humedad de ese boscaje la inspiran y sus párpados se eclipsan a ver más allá de la mujer que está ante ella. Una travesía entre el bien y el mal.  Abrió los ojos como después de una pesada pesadilla. Una voz la saludaba. Una voz que provenía de una mujer blanca. Se presentan. Ella se llama Patrís. Es único rostro extranjero en ese lugar. Le explica y le enseña como funciona todo allí. La visita termina con la llegada a la choza. Durante unos años dormirán bajo el mismo techo. Luam habla de sus aspiraciones. De la tesis que iba a realizar sobre las aves vinculadas a ritos en distintas tribus. Ahora tiene que adaptarse, ser parte de la naturaleza. Ella con un pequeño esfuerzo lo consigue. La paciencia es arma que lleva en su mochila. 
       Son días y días de caminatas y anotaciones. El movimiento, el alimento, el canto, la huída, el tacto, lo bello de sus plumajes, la historia que depara ello.
     La relación de intimidad entre la doctora y Luam va incrementando por días. Tanto, que las palabras daban paso al silencio. El misterio que las rodea se disipa y como compañeras de un mismo fin la amistad se enaltece. Sentadas, bajo un manglar y con la música de un río acompañado de las aves ven pasar las jornadas pacíficamente.
- Dime Luam  que opinas de este lugar que a cualquier hora es balada de las aves- pregunta esa mujer de azabaches llamaradas a medida que va recogiendo hojas secas y palpa su olor- Contesta Luam. No te fijes en lo que hago. Ves como cojo esta hoja muerta. La cojo porque nosotros somos como ellas. ¡Escucha! ¡Escucha! ¡Un disparo¡¿Qué animal habrá sido lastimado?
-¿Cazadores furtivos?
-Si, son cazadores furtivos.
-Vamos a por ellos. Malditos. Los maldigo. Estoy harta- las lágrimas corren por la mejillas de Luam.
-Relájate Luam de este sórdido legado de la humanidad. Olvida el dolor que escuchas por que sino no aguantarás. Cuando llegue la noche, envuelta en tus sábanas llorarás y luego te levantará más fuerte, más reflexiva. Sabrás como exterminar todo esto. Será mejor que volvamos. Aquí estamos en peligro. 
     Luam y la doctora se levantan huyendo de la queja del bosque. Huyen. Tienen que huir de los cazadores furtivos y esconderse en la choza hasta que el sol las alcance de nuevo. Al llegar, Luam se encuentra con una carta pasada por debajo de la puerta.
-Una carta- dice Luam
-Seguro que es para ti Luam. Cógela.
-Tan pronto.
-Nuestro querido chofer se habrá apresurado en traerla. El siempre quiere complacernos. Venga, cógela y ábrela. Así aliviarás ese vacío que existe dentro de ti.
            Luam coge la carta y se sienta mientras la doctora también sentada continua con sus anotaciones.
Querida Luam :
  ¿Cómo estás hija mía? El verde del boscaje al horizonte se pierde cuando pienso en ti y heladas tremendas me envuelve en un manto de añoranza. Mi corazón de tanto amor que siente por ti es sueño eterno. Ya he recibido tu carta. ¡Que dolor presenciar esas escenas¡ Por ello te pido que te alejas , que retornes de nuevo. Se que sientes incoherentes mis palabras. Pero no se, no quiero que sufras. Te has dado cuenta como es el ser humano. Tú sola no puedes solventar las pestes de unas manos que zanja la vida de otros. ¡Son tan sordos¡ ¡Tan insensibles¡ Solo miran el poder y el dinero, lo demás no importa. Así somos. Pero bueno. Yo no he de dirigir tu camino, te dejo con tus pensamientos. Si eres feliz así, sigue así. Cambiando de tema. Las rosas es ventisca benevolente a mi economía. Aquí sigue Gueda. Y como bien sabes estoy enamoradísima  del doctor. ¡Lo quiero tanto¡ Que no se me olvide me han ofrecido un puesto de flores en la ciudad. Si, esa ciudad que tú te formaste. Sin más me despido. Con muchos besos y abrazos. Cuídate mucho

                                                                            Anne

                  Luam vuelve a leer la carta en voz alta a la doctora. Desea que el bullir de felicidad que ella siente en esos momentos se prolongase a ella. Así se duermen marginando las derrotas del día y repasando notas.
          Otro despertar. El suculento roce del alba. Vuelos irisdecentes a través de la selva. Plumas que se van recolectando, plumas que van marcando leyendas. Algún animal herido por alguna trampa. Algún animal huérfano. El auxilio de ellas.
- Mira la vida Luam. Mira estos seres que intentamos que prendan la vida. Mira todo lo que queda. Todos parecen cansados.
      La doctora y Luam están con las vacunas para los niños. Luam ayuda a la doctora. Sigue sus indicaciones.
- Pero todavía les queda algo. Menos mal de ese pozo que los hidrata y el recolectar los apacigua sobre las tinieblas que tiende una mano atroz. Algo queda de esa hoguera  que la luna besa en sus danzas.
      Luam y la doctora se van. Reparten algo de comida antes de partir a esa aldea de estériles tierras. Continúan su camino. Cebras que se acercan a los ríos, nuts que con presteza y celeridad continúan su marcha en manada. El sol que se dirige en su caída hacía un nuevo sueño.  Otra vez en la cabaña. Otra vez una carta bajo la puerta.
- Otra carta. Esta vez de mis amigos de esa gran ciudad. Pero antes tomemos un café.
      Se dirigen a la cocina donde calderos de hierro forjado cuelgan en el techo y allí sentadas mientras beben de ese líquido azabache Luam lee la carta.  
Querida Luam :
                  Olfatea esta carta Luam, aquí guardamos nuestros aromas para que siempre te protejan. Te echamos de menos. Parece que este parque donde solíamos pasear y colgaban pétalos de mariposa ya no aletean ante nuestra presencia. Es como si te necesitáramos. No creas que esto es un pretexto es que la nostalgia golpea nuestros corazones. ¡Ay querida muchachita nuestra¡ Yo y Bautista entonamos el canto de la alegría y la suerte para que todo te salga bien.
                                                     Con mucho amor
                                                                 Sebastián y Bautista.

Las lágrimas lucen en el rostro de Luam. La doctora la observa y sonríe.
- ¡Que grandes son¡ Es un privilegio ser amiga de ellos. Amistad que nunca caerá en el olvido. Amistad que asciende a mí en el mundo de los sueños. ¡Si tú los conocieras…¡ Dos enamorados que caminan por ríos de coral y fuentes de esmeralda. ¡Los quiero tanto…¡
     Luam suspira mientras consume la última gota de café, mientras la doctora absorta se fija en ese afecto que ella siente por esos hombres.
       - Espero que yo también pueda ser aliada de tu vitalidad, de tu emoción en estos años.
- Claro que sí amiga mía. Tu acogida es fascinante. Eres una mujer luchadora y ello me gusta. En ti se ha ido curtiendo estaciones violentas para transformarlas en benevolentes y ello me lo transmites.
- Gracias Luam. Si soy luchadora. Aquí se ha aposentado tantas injusticias detonante de un grito en la oscuridad…Del temblar de mi cuerpo ante tanto dolor que se siembra en este lado del mundo. ¡Tiéndeme la mano amiga¡ Tiéndeme una oleada de paz ante tantas primaveras raídas. Seamos ese campo del sueño. Yo te daré los míos y seremos ese murallón donde con la crecida de los años nos dará la victoria.
      Luam le tiende la mano. Se van al salón. La pone un vals que bailan con la hechizante luna.  La noche es desierta  de las heridas que allí se desprenden. Y así en su baile continúan hasta que extasiadas de cansancio en la madrugada se acuestan, reposan.
     La jornada sobreviene además de todo el trabajo de investigación hay que cuidar la huerta, elegir cuidadosamente las raíces y hierbas  como les había indicado los indígenas para alguna necesidad.  Así pasan los días. Después van al puerto    conducidas por el chofer que había traído Luam. Allí se quejan de esos cazadores furtivos, de se contrabando de humanos y animales. Las escuchan pero todo no era más eran palabras que se las lleva el viento. La doctora lo sabe. 
- Sois unos malditos. No cuidáis estas tierras de vuestra sangre. Sois despreciables. Oléis tan mal.
         Ellos no dicen nada. La ignora con ese siempre lo mismo. Se van de nuevo con el chofer hasta la cabaña.
-Los ataría a todos a un árbol para que los comieran las hormigas.
   Pasan los meses sobre esa tierra fértil para unos y estéril para otros. A Luam le quedan
los últimos días en ese lugar. Otra vez embarcarse pero esta vez compartiría el viaje con el chofer que quiere recorrer mundo.
     Luam y la doctora se disiparon en esa última noche donde el trémulo resoplido de una acacia venera sus sábanas desgastadas. La luna las vigila en su última noche. Una noche en que sus cuerpos se esposan a los secretos, al regalo: sonoro recuerdo de sus atuendos selváticos con la brisa puliendo el templar de sus cuerpos. ¡Noches cálidas bajo ese velo que se desquita de los insectos¡. Donde la sonora plateada es eco de lo hermoso que es ascensión al amor. El amor entablado entre barreras inexistentes en ese paradisíaco lugar. Insonorizadas de todo.
            Dos mujeres con un mismo corazón. Manos que descienden por cada uno de sus rostros. Dos mujeres que son el fiel consejo de la amistad. Una amistad que ha llegado en su momento más álgido con el adiós. La noche sucumbe con la fragancia de sus cuerpos, con el liar y liar de sus suspiros.
- ¿Por qué enamorarme de ti?- pregunta la doctora con el último beso a Luam en la proximidad del amanecer. Una densa capa de niebla habitaba el exterior.
-¿Por qué amarte a ti si mi cultura no me lo permite? Somos iguales pero a la misma vez tan distintas…Que más da que seas del mismo sexo que yo si en nuestra reconditez eres magnífico colibrí que surca mi corazón.
       El suspiro de la doctora es continuado por Luam. El suspiro de la despedida.
- Espero que me mantengas en el recuerdo. Espero que tu despedida no sea jornadas de dolor de amor cuando la noche y el alba me encuentren.
-Volveré querida. Tu ternura. Regresaré a por ti. 
      Luam se va. El motor ya está en marcha para antes de que el sol corone su máxima altura  partir por esos mares.
      La doctora  se queda en la puerta. Rígida, con sus ojos extendiendo una mirada hasta que el motor deja de escucharse. Se había enamorado y no puede creer que Luam se fuera. Teme su olvido, el olvido de la amistad, el olvido del amor. Cuando solo el crujir de la naturaleza era compañía sus lágrimas cerraron la puerta para acogerse a la música que habían escuchado esas últimas noches. Gira y gira alrededor del salón sometida en el ensueño. Se sienta junto a la chimenea y el vapor de sus palabras se entremezcla con el humo contaminante de la nada. “Otra vez sola. Sola ante este fuego que quema todas mis esperanzas. Volverá o no. La ilusión me dice que volverá como paloma de la libertad, como un jazmín blanco y radiante para besar mis labios. Pero una ventisca turbulenta me traiciona, me dice que no, que jamás la volveré a ver”. Coge unos papeles, unos papeles donde la tinta corrida de sus notas era aún aroma de Luam. Los huele hasta cerrar los ojos. “ La siento aquí en estos momentos. Brío desmesurado en el rito del amor. La siento como esa mujer balandro de mis mares. Ahora, solo que esto, esta fragancia que enaltece mi alma y a la vez me hiere. Todo es cuestión de tiempo. Un tiempo que se alarga o acorta según su fuerza en el paso de los días. El me responderá. Me responderá…” Se duerme en el suelo alfombrado rodeada de caretas mágicas.
**
            El corazón de ella palpita. Palpita cuando de aquel anciano sillón retumba en el amor de aquella mujer. El futuro que tejen para ella no es ese, quieren que sea como cualquier chica normal. Otra página, otra foto, otro recuerdo.
**
       El puerto es un despegue de cúmulo de personas. Entre pañuelos, abanicos, paraguas  están par desquitarse de ese calor bochornoso. Luam se divide ahora entre la realidad y el amor. ¡Tiene que alejarse de esos sentimientos¡ ¡Fuente de la ensoñación¡ Sabe que su nombre la acariciaría a cada paso que diera a partir de ahora. Parten en ese balandro con el soltar amarras. ¡Se recubre de ese horizonte azul¡ Ahí Luam aprende el arte de ser navegante para ser dos en uno. Si por alguna circunstancia ella tiene que tomar los mandos de la navegación. El nombre de el era Cav. Nombre extraño. Siempre tan callado.  Luam lo mira como ese guía mágico. A él no podía llegar pues posee un muro inquebrantable.
**
    La madre de Liam está ahí sentada, en esa mecedora en la que teje hirientes recuerdos, su hijo muerto. Su marido  con un trozo de pan en la boca la mira con una cierta nostalgia por aquellos tiempos maravillosos. De repente sin que el se lo esperase ella comienza hablar. Si  a hablar después de tantos años.
- Que pasa. ¿Qué pasa? Se que despierto. Se que mi cuerpo y voz han sido muerte en el ayer. Ahora siento mi voz. Siento esa luz conquistando mis ojos. ¡Oh no puedo mirarla¡ ¡Oh ya no conozco mi trinar¡ Es tan extraño.¿Donde estoy?  Mis pensamientos dibujan la muerte de un alma querida pero ahora soy eclosión que se esparcen por los estanques prodigiosos de la cordura. ¡No era locura¡ Era ese ayer nefasto que me hizo abandonar en el dolor. Olvidándome que todos los días ese astro rey con su lluvia naranja me observa. Pero no recuerdo, no recuerdo el pasado. Te veo a ti. Ahí sentado, comiendo. ¡Tú, amado mío¡ Con tus leyendas de final feliz ¡Eres tú! Tú, ese hombre que yo olvidé en mí embarcar por fuentes fúnebres. Te conozco. Ven amor mío. Abrázame.
El padre de Liam pálido. Sin poder creérselo deja la comida, se levanta y va hacía su mujer. La abraza. La abraza. ¡Otra vez la vida¡
**
¡Amantes¡ ¡Amigos¡ ¡Queridos¡ ¡Olvido¡ ¡Montaña de cipreses moribundos¡ ¡Tejer¡ Como tejen las mujeres del pueblo que en reunión frente a la fuente rememoran a los seres queridos idos.  Todas con un pañuelo ceniciento sobre sus cabezas, todas con sus plomizos vestidos eran curso de bordados típicos donde el arco iris era su inspiración. Hilan e hilan mientras los rumores del pueblo se abalanza sobre ellas. ¡Qué alegría hay en sus cuchicheos¡ Aunque la soledad impera en cada una de ellas las horas pasan hasta la llegada de la noche. Amel, la dueña de la casa dirige lo que emana de esos telares. Esa noche de luna creciente de los telares comienza a erupcionar algo extraño, las prendas se les va de las manos a las mujeres. Inician un vuelo por toda la casa. Todas asombradas y temblorosas se fueron a un rincón.
-¡Que pasa¡- grita Amel.
     Son mensajes de los que están bajo tierra. Sus manteles, bufandas, pañuelos se van transformando en seres extraños que correspondía al amor de cada una. Amel se da cuenta. Se da cuenta que son sus muertos.
- ¡Por qué esto cuando nuestro baile es olvido¡
   Todas se ponen detrás de Amel. Amel la dura, la frría. Tanto que las tinieblas y los espíritus no le hacen decaer. Los espíritus, en coro, dándose la mano uno a otro, comienzan una danza.
- Ven. Ven- dice uno de ellos a Amel .
  Amel reconoce esa voz, esa fragancia que viene de la tumba.
-Eres tú. Eres tú el que me mirabas tras el espejo cuando me quitaba la ropa para después mi cuerpo consumirse en tus labios.
- Si, soy aquel que era paraíso de tus labios en noches de lunas desiertas. Somos vuestros amores que ahora venimos animar vuestra pasión y perseverancia. ¡Vuestras melancolías¡ Dulce balada que nos envuelve en este retorno. ¡Venid¡ ¡Venid¡ Que la danza es ya hoguera en el pacífico océano de los enamorados.
    Primero con cierto temor, luego con la plenitud de la confianza se arriman a ese coro, junto sus esposos. Otra vez ellas recorren el aliento bonancible del pasado. Parece que un viejo árbol del amor les da sombra. La música suena. Es una música a base de flautas y tambores. Una música que se extiende por todo el pueblo.  El párroco se despierta, se viste con presura. Abre la puerta donde una corriente de aire frío le da en la cara. Bajo por la plazoleta y toma dirección casa de la costurera. Le parece extraño todo ese jaleo. Toca en la puerta.
-Abrid la puerta. Esto es un escándalo. Abrid la puerta. ¿Qué ocurre? A que viene esta música a estas horas. Abrid la puerta.
      De repente todo igual que antes. Los espectros se eclipsan, son otra vez esas telas que ellas tejen.  Todas se ponen en sus respectivos puestos y Amel abre la puerta.
- Buenas noches señor cura. Que hace a estas horas usted por aquí. Son horas donde el sueño galopa incesantemente por nuestro subconsciente.
- ¡Dormir me dice usted¡ Cuando me encontraba en mi apacible sueño se hizo un jaleo de música que no es normal. Música que proviene de aquí. Hasta hace un instante yo la escuchaba. ¡Que os pasa¡ ¿Qué estáis celebrando a esta  hora?  Aunque ahora percibo tranquilidad.
- Es que una de nosotras a cumplido años de enlace con su esposo señor cura. Disculpe usted.
-Pero que dices. Dejad a los muertos descansar en paz. ¡Ay si os viera¡ Si incluso percibo el olor de vino. Se te nota Amel. No hagáis esas cosas. Además , ya es hora de descansar.
- Como que no. Yo seguiré bailando junto a mi esposo aunque este enterrado, aunque sus manos no se posen sobre mi cabello. Hoy es el aniversario de mi compañera y lo celebramos.
     El cura la mira desafiante. Se da media vuelta y se va con celeridad. No se despide. Su enojo le hace caminar con rigidez.
**
      El padre de Liam la levanta con sumo cuidado, la ayuda con esos primeros pasos después de tantos años. Muy lento la lleva afuera de la casa. Quiere que ella respire de la primavera, quiere que respire de ese nuevo viaje con los vivos, quiere respirar con ella esa noche de luna. Se sientan contemplativos a mirar ese universo tan especial.
- Mírame querida mía. Mira como la luna es guía de las estrellas. ¡Es magnífica¡ Dime lo que te puedo dar para que jamás duermas por amargas aguas.
- Nada amado mío. Hoy he despertado como despierta la hierba después de la nieve. Ya no me capturará las agrias sonatas del trastorno. Otra vez he vuelto. He vuelto para ver esta blanca luna, para verte a ti.
- ¡Qué feliz me siento¡
- Y Liam. ¿Dónde está?
- Querida mía Liam se ha casado. El ya no descansa en nuestra casa se fue junto a ella por esos campos del amor.  Deja que la conozcas. Te encantará.
    La madre ante esa noticia parece revivir más y más. Lanza un suspiro y su marido la acompaña.¡Como suspiran los cuerpos en la profundidad de la noche¡ Dos cuerpos, dos seres en el colapso de sus ramas deslizándose por cada una de sus vertientes hasta un mismo río.
**
    Y los amantes del pueblo, por un lado Liam y la profesora magnetizados por la reconditez de la luna y por otro Anne y el médico. Anne con la tranquilidad de la vuelta de Luam y a la vez enamorada del doctor. ¡Sus cuerpos¡
- Ámame perpetua guarida de mis ojos. Me miras y con tu mirada me dices de este alborozo de la pasión. Yo te miro y te digo soy todo tuyo.
 Un beso es erupción del girar y girar hidratando más y más el amor.
**
El mecer del océano. Luam molesta porque su compañero no deja de mirarla.
-¿Por qué me miras?
-Por nada.  Te miro por tus ojos preciosos. Te miro como esa compañera errante de estos mares junto a mí. Sabes, mañana llegaremos a Veneto, barquillas que danzan al son de los peces, casas a la orilla de un mar enrarecido, lluvia de habitantes que ofrecen toda su hospitalidad. Ven, ven hacia mí y apaga este fuego que llevo dentro.
La mirada de él era cada vez más huraña, más viciosa. Luam por el siente repudio. No le gusta su aliento.
- No. No compartiré contigo nada. No te deseo. Solo el amor verdadero cabe en mí y por ti no siento nada. No te acerques a mí. No me mires. Aléjate de mí con indiferencia que ello me alegrará.
 Llegan con los carros de fuego que el azulino cielo prende, con la nada de ser alas del amor pero con esa sonrisa al ver que los lugareños los saludaban con pañuelos. Ellos también saludan, saludan como extraños a esa cultura que se aproximan.
-          Luam, llévate todas tus notas por si la necesitas cuando desembarquemos.
       Luam obedece y antes de desaparecer de la nave recoge todos sus dibujos, sus apuntes, sus bártulos dejando todo lo demás en la barca. Cada uno desaparece por caminos distintos. Pero no es así, mientras Luam se pierde en el pueblo, él se queda en la barca, suelta amarras y se va.
       Luam se pierde por el espectáculo de esas callejuelas antiguas y  algún que otro museo.  Pinta esas palomas que se desenvuelven entre migas de pan y millo, escribe versos de amor por lo maravillada que se siente al descubrir este nuevo mundo. Antes de volver al barco se para en una cafetería, tras sus cristales ve como el firmamento se va difuminando entre un celeste puro y un violeta. Se toma un café y descansa un poco. Retoma su camino, se acerca lentamente en dirección donde está el barco.  Sus pasos se pierden en la nada, en la nada. No hay nada. La pequeña embarcación no está. Luam siente una especie de temblor, sus piernas se aflojan y su voz se marchita.  Las horas pasan Luam recorre la pequeña bahía y se pregunta. Una pregunta que la hace caer en el abismo.
- ¡No¡ No. Mis cosas. Se ha ido el muy. ¡Es la venganza por no rendirme a sus pies¡
         Luam cae de rodillas. Sus mejillas se empapan. No puede creer lo que le está sucediendo.
- ¡Por qué¡ Me ha dejado tirada y ahora que hago yo. Me levantaré y andaré en busca de ayuda. Quiero volver a mi tierra. ¡Que la suerte me acompañe¡
      Luam pasa allí unos años. Las primeras semanas fue camino de la derrota, sin dinero, va de puerta en puerta pidiendo algo para alimentarse. ¡Mendiga de la soledad¡ ¡Mendiga de la injusticia¡ No es aceptada porque no es hija de esa cultura. Duerme con las palomas en la plaza, arrinconada en un banco con periódicos y cartones. Mientras para sus seres queridos disfraza su vida, la pinta de un color llamativo y llena de mentiras. No deja de dibujar, alguna que otra moneda le dan por ellos. Todo ello la lleva a ser mujer de cartón, mujer del mal vino para distanciar los recuerdos. ¡Quiere olvidar¡ Esa marejada mordiendo sus manos. Manos deshabitadas del gozo. ¡Quiere olvidar¡ Las brumas y el roer de su cuerpo la consumen en el abismo y la nada casca todo fundamento de esos pilares de su vida.
     Querida madre:
Desde aquí donde el trabajo requiere todas mis energías te escribo. ¡La lejanía de tus alas, de tu querer…¡ Pasan los días y lo más que hecho de menos el abrazo pletórico del buen amigo, del buen amor. Siento a veces tanto frío…Pero me hallo bien con esta labor aunque deseo ya volver.
                                         Se despide
                                                     Luam
PD: No te apures de que el contrato acabe iré para allá.
       De pronto se sumerge en un mar de lágrimas con toda esa mentira. A veces habla con uno más de ella. Uno que busca calor bajo un puente.
- Me siento como un islote donde van a parar herrerillos cansados. Si, cansados de tanto volar y volar y solo hallar árboles invisibles y pantanos en su girar y girar. Mira esta bolsa de mis ingresos. Son tan lentos que son besos de alacranes. Mira mi ropa raída, sucia, harapienta y mis palabras que caen al vacío. Durmamos en esta noche fría de navajas afiladas resbalando por nuestra tez. Durmamos aquí junto a esta hoguera de viejos recuerdos. Que la noche nos acoja con la mirada de una luna opaca.
      Luam duerme junto a ese hombre sin sombra, ese silencioso anciano en la senda de la calidez de la hoguera.  Sueños extraños la acechan, la cercan en un vaivén de sus manos heladas.
       Luam deja sus cartas en un bar cual ella siempre merodea en busca de algún alimento para su vientre. Papeles que le da esperanza, lluvia de nostalgia que la hunde en un llanto prolongado. La distancia a ellos es gigantesca y ahora más sumergida en ese mundo del alcohol. No le queda más que la marginación. ¿Quién va a sostener una soga salvavidas a una extraña? Así somos, quien va a auxiliar a quien camina por alcantarillas por donde las ratas bailan.  En medio de la plaza, en un banco, Luam lee la carta que le han dejado en el bar. Las palomas pican sus zapatos negros desgastados, la niebla pisa sus hombros, el frío corrompe el silencio de su cuerpo.
Querida Luam:
Como estás amada mía. Como estás cascada de montes de los cuerpos atados por una misma pasión. ¡La pasión del amor. Sabes, te hecho de menos. El frescor de tus labios bajo la chimenea insomne de las enamoradas. Sí, las enamoradas.¡Qué febril andadura la mía en busca del consejo del corazón¡ Un corazón donde los manglares se cubren del oro de sus almas. Dos almas y un solo amor cabalgando en las aguas de los valles encantados. Tú ausencia es herida y las luna silenciosa no me dice nada de ti, de mi, de nuestra pasión. Tú ida me ha dejado en este parte del mundo donde feroces garras prenden todo clamor a la naturaleza. ¡Ahí la belleza¡ La belleza eres tú. Tú voz. Tu callar, tus ojos, tus manos, tu compañía. Sin más me despido pero antes decirte que he recogido un niño. Un niño que vivía en un tremendo martirio.  Ahora si me despido. Piensa en mí. Piensa en tu vida. Se feliz. Adiós querida amiga. Adiós querido amor.
    Hasta luego

Esta carta. Hace buscar a Luam en su alma, sus manos, su mirada. Tira el vino lo más lejos posible y fuertemente expulsa un halito de desolación. Ve nada más rejas que se le van interponiendo en su camino por no actuar de otra manera.  Retorna de nuevo bajo el puente de los ahogados pero sin antes haber vendido todos sus dibujos y haber mendigado. Su amigo de la mendiga brisa lo encuentra como siempre: cobijado en la suciedad pero está vez con el silencio de su respiración. Luam lo llama. Lo llama con la cargante fragancia de la angustia. Pero nada. No despierta. Luam angustiada, suspendida en el abismo, envuelta en cenizas. ¡Siempre el dolor¡, se dijo. ¡Esta maldita vida¡ Dolida, retraída.
Luam lo llama. Lo llama con el cargante rumor de su pena. Su despertar se retrasa.  Un retraso que contusionaba a cualquier ser que conociera el don de su sonrisa. La angustia entonces se le ata a Luam, una suspensión por el abismo. Una carta de esperanza y un navajazo desencadenante en dolor.  No sabe que hacer. Cierra los ojos de ese hombre envueltos en una tela de araña gris. Retraída se levanta de su lado. Va en busca de ayuda. En medio de su apresurado paso se encuentra dos policías.  La mirada de desprecio de ellos le hace daño pero tiene que hablar. Uno de ellos se le acerca antes de que terminara de subir las escaleras.

-Que te pasa. A donde vas con tanta prisa mendiga.
       Luam por unos minutos se queda tiesa ante el trato.
- Mi amigo ha muerto.
      Son las únicas palabras que pudo decir.  Se la llevan a la comisaría que esta cerca mientras uno de ellos llama a una unidad y una ambulancia. Allí la atiende un ojeroso policía de azabache y limpia mirada. Ella se sienta y narra lo sucedido. Al acabar el policía le da la mano y le ofrece un café. Sale de la comisaría y se dice nunca más, nunca más pisaría esa tierra llena de espantos y dolor. Al entierro no va nadie. Solo Luam y la oscura tarde que se le venía encima. Pétalos de rosas al vaivén de la brisa de la despedida. Si la despedida. Ella también se va. Ya tiene unos ahorros y con ellos elevará anclas a otro lugar.
 Zarpar de nuevo pero ahora en un barco que alberga un enjambre de personas. La tristeza vuela por Luam cada vez que piensa en su compañero. El viaje es arduo, siempre con mal tiempo tirando de la coraza de ese gran barco. Hay gentes de distintas culturas que van rumbo de la esperanza y la libertad. Luam logra conocer a uno de los integrantes de esa embarcación.  De tez azabache, con su aldea abrasada y ahora con una bolsa con sus últimas pertenencias. Ahí está, al aire libre donde Luam era rebosar de la brisa de las algas, del aliento de las aves marinas. Vidas opuestas pero al fin al cabo comunes.
-¿Quién eres tú que con las mismas vestimenta harapienta que yo surcas este océano? Vas en busca de un nuevo país como yo. Un nuevo lugar donde el repudio no exista.
- Yo soy Luam. Decaída alma tras ser estrago de la mentira.
- Si, la mentira. Esa que convierte al ser humano en gas enrarecido de los amigos, de los hermanos. Ni la primavera nace, es eclipse total. ¡Ahí la primavera¡ Detrás han quedado esas chozas de barro y paja. Ese recolectar por la frondosidades de los valles. Ya no soy hijo del viento, ya no soy lanza ni galopar sobre el salvaje alimento. Ahora soy como ellos.
-Si, es cierto. Con lo bien estaríamos respetando cada cultura en lugar de destruirla. Que más da esos ríos con otras vertientes, que más da ser distinta ideología si somos senda de la paz.
Quedan callados. Entre ellos se establece una relación de compresión y honestidad.
- ¡Ay la vida¡ Mira este océano. Cachalotes danzan a la armonía sobre esa silbante fragancia marina, sobre estas palabras, sobre nuestras manos, sobre nuestros corazones. No hay más.
      El y Luam se sitúan en la barandilla para respirar al unísono y profundamente de la brisa marina y admirar esos animales. Se sientan de nuevo para contemplar ese atardecer ya cercano. Se quedan así hasta el término del día y ver como las primeras estrellas relucen con todo su esplendor.  Estrellas fugaces que danzan al son de la melancolía que reflejan sus ojos. Marea quieta que transmite un cierto rumor de serenidad. Luam se va. Lo deja. Por esos pasillos es atraído por el llanto de un niño. Le encoge el corazón. Llega a un camarote pero ya no se escucha nada. Luam toca y una mujer le abre.
- ¿Qué te ocurre mujer? ¿Por qué está rota tu felicidad?
Ambas se sientan en la cama.
- No me pasa nada joven. Solo que el sol no ha venido hoy ni tampoco me encontró en ese ayer. ¡Y ese mañana¡ ¿Vendrá? Para mi la vida es indiferente pero para este pequeño, surco del amor, si le importa. Le importa ver de nuevo el amanecer. Ahora no me queda nada sino llorar por este ser.
            Las dos mujeres se miran cómplices del desalentador cauce que las encauza. Sus lágrimas son naciente de cenizas de sus almas hasta que la madrugada es despedida y el crepúsculo las intenta convencer de lo honorable y bondadosa que es la vida. 
            Luam se retira, se va a su camarote. Se acuesta, un manto de pesadillas la envuelve. “ Se ve corriendo desesperadamente en busca de su amante. Una celeridad vertiginosa como animal salvaje tras sus pasos después de haber compartido momentos de júbilo. Pedregales se le interponían en su camino, es como si bebiera veneno. Pero ella sigue y sigue. Desgasta todas sus fuerzas pero se afianza a la esperanza. No la hallaba, lágrimas de hogueras, hogueras de escarchas, escarchas de cacilnamiento. De repente se encuentra rodeada por una multitud de personajes desconocidos, opacos a sus sentimientos que como murallas hacían un pasillo a su paso apresurado, jadeante. No la socorrían, a cada uno gritaba el nombre de ella pero no contestan. Traspasa esas sombras humanas y barranco abajo es desesperada corriente hasta alcanzar un tren. Un tren donde la soledad de las miradas no la observaban”. Despierta sudorosa, temblorosa buscando en una de las ventanillas esa ciudad donde seguramente Sebastián y Bautista la ayudarían.
        Toma el autobús con la suciedad de su ayer.  Ante las miradas por su aspecto es neutral vuelo de gaviotas sobre macizos preñados de alfileres. Para ella todo es indiferente. Está tan cansada… Camina hasta la puerta de la casa de Sebastián y Bautista y con cierta certidumbre roza con su puño desgastado la puerta. Tras ella una voz. ¿Qué dirán?, piensa.        
- ¿Quién eres?- pregunta Sebastián-  ¿Quieres comida o dinero?
        Luam da un paso atrás. El tiempo y los años la ha traicionado.
- No Sebastián. Acaso, ¿no me conoces?
         Una gélida neblina surca la sangre de Sebastián. No se lo puede creer. Luam, tan desastrada.
- ¡Luam¡ Tú- se aproxima y le da un abrazo- ¿Qué te ha pasado? ¿Qué sombra de buitres han volado sobre ti? Ay, mi niña. Pasa, pasa…
          Luam entra. Observa el pequeño que está en el salón jugando. No comenta nada sobre él.
- Me encuentro cansada Sebastián. No me preguntes por qué. Es una larga historia. Ahora quiero ser olvido con ayuda de vosotros. ¡Os necesito tanto…¡
      Sebastián la invita a sentarse en el sofá. La cubre con una manta para que ella duerma. Una pena surca por su pecho al ver a Luam de esa manera. Pasada unas horas despierta. ¡Qué buen amor el de sus amigos¡ Ahí está Sebastián escribiendo unos versos a la luz de unas velas a medida que los recita:
Magno son las lunas que nos acuestan
Tras ser estelas  del pacífico
E imperioso brío de los verdillos
Que abocan el cauce de tu curiosa mirada
En este clamar de los amantes.
     Bautista también está presente. Al terminar de recitar Sebastián toma asiento junto a Luam y entre sus palmas le da un beso. Allí seguía jugando el hijo de Sebastián y Bautista. Pero hay alguien más, un amigo de ellos. Luam no lo conoce.      
- Luam – dice Sebastián- Este es Blaus. Compañero que lleva hospedado en nuestra casa hace varios inviernos.
     Ambos se saludan en el crepúsculo de una sopa de pollo que le viene muy bien a Luam.  La cena se alarga hasta la medianoche en la que Luam cuenta su calvario.

**
     Más allá donde las colinas desembocan en la aurora Liam se lleva una sorpresa al ver a su madre envuelta otra vez en la realidad. Pero algo se avecina para el estremecer de sus carnes. Despierta el volcán que se desahoga en su largo letargo. Un firmamento plomizo ahogado entre cenizas y un salvajismo ígneo traiciona al pueblo.  El temor cautiva a los padres Liam de camino a su casa.
- La tierra tiembla y esa boca maligna expulsa virulentas semillas cenizas que arrasarán nuestros campos. Corramos, escondámonos bajo nuestro techo.
       El padre de Liam y la madre galopan dislocados hacia la casa. El sol es ocultado. Los pájaros desdibujan sus tonadas y el silencio mortal ronda en el pensamiento.
**
     Anne corre hacia la ventana. Desde allí observa como la naturaleza la defrauda. Detrás de ella está el medico y Gueda. Se quedan absortos ante lo que se les viene encima.
**
     Piedra que Luam tumba después de su narración agónica. Se serena con la música de Blaus. A medida que el toca el piano Sebastian recita y Luam olvida, olvida…
Son riachuelos inocuos los amigos del cierzo,
Caparazón de estrellas en el extinguir de sus grietas
Con las flores del beso.
Son afables torreones los amigos del fuego
Cuando una cigüeñuela roza sus cimas
Para ser obertura de sus sueños,
Para ser amantes de los nortes estelares,
De las expansivas palabras del viento, del viento…
       Tras los poemas de Sebastián todos guardan un encantamiento. Tras los dedos que aterciopeladamente se mecen en las teclas Luam se serena. Se siente poseída por ese tacto. Tan poseída que no se da cuenta que Sebastian y Bautista se van. Se queda sola con Blaus y la llamada de la música.
**
      Una lengua de fuego va a pisotear el pueblo. La huída, gentes que no saben que hacer y se agolpan en la iglesia donde el párroco de rodillas suplica. Gueda y Anne contemplan como sus sueños se enmudecen. Salen de la casa en sentido a sus plantaciones. Son ahora mujeres salvajes, amazonas de tierras ardientes en una nube que extingue todo lo que había sido sudor. Allí delante de la avalancha que se avecina son espadas de alaridos.
-¡Que haces aquí maldita bestia de las tinieblas¡- grita Anne con su mano aunada a la de Gueda- ¡Que haces abrasando la fuente de mis pilares¡ Aterrador eres. Sí, tu ¡Tu, hermano de la anciana montaña¡ ¿Por qué? Pareces seducido por la condena de nuestros esfuerzos, de nuestro sudor con esa hoz cortando cada rosa de nuestro esfuerzo. ¡Mira¡ ¡Mira¡ Eres pasadizo de la nada. ¡Mira¡ ¡Mira¡ Las fisuras de mis manos con la guadaña arrebatada  de tu aliento. ¡Mis rosales sangrando¡ ¡El azahar es ahora azufre devastador¡ ¡Años idos¡
      Lágrimas a la atmósfera infectada. Gueda tira de Anne para huir de esas aguas viscosas rojizas. Anne no quiere irse. Quiere ser parte de todo lo que ha sido su trabajo.
- Vamos Anne. Vamos mujer del viento. Vamos mujer atraída por está sequedad terrible del mañana. Si nos quedamos aquí moriremos.
**
- ¿Quién va?
- Soy yo hijo. Abre- contesta el padre de Liam
- Padre. Madre. Madre, has regresado- Liam no sale de su asombro aunque la tierra era temblor al ver  a su madre sumida ahora en la realidad.
- Si hijo. He regresar después de ser absurdo conjuro del ayer. Gracias a tu padre que con todo su amor me ha hecho revivir. Ahora, déjanos pasar porque la tierra parece que se va abrir. 
Liam coge a su madre de la mano y le da un beso ante ese milagro.
- Pasad, pasad padres míos. Esta casa también es vuestra. ¡Bel¡
- Si Liam. Ya os escucho. Ya escucho el renacer de una mujer distraída en el pasado por las cadenas del terror. He escuchado la felicidad pero hay algo ahí fuera  que se presenta desolador para los habitantes de este pueblo. Escucho la despedida, esa despedida que mañana nos dirá el llanto, el dolor.¡ Qué eterno es el dolor¡ Siempre pinchando nuestro corazón.  Pero, madre de Liam, venga aquí. Abráceme.
**
       ¿Cómo estará Anne?, se pregunta el médico. Se halla fuera de la Iglesia mientras los demás rezan. Para el es un calvario, la erupción es barricada que impide ir hasta ella. 
**
       Luam y Blaus dejan de hablar, oyen gritos en la calle. Se asoman a la ventana y en el horizonte percibe columnas de humo. Una bocanada de aire cargado es navaja que seca su aliento.
- Vamos. Vamos. Algo pasa. ¡Qué será¡ ¡Qué será¡ Es de la isla.
      Blaus nota que Luam se queda pálida. Salen de la casa sin avisar a eso dos amantes jinetes de la pasión y del templo del amor. Se encuentran un enjambre de gentes mirando a la isla alarmados.
- Señor , señor- dice Luam algo alterada haciéndose hueco entre la gente a un tipo flaco.
- Si señorita. ¿Qué quiere usted?
- ¿Qué ha pasado?
- Es la isla del norte. Ha estallado el volcán. Ha despertado con su ira arrasando todo a su paso.
      Luam se derrumba. Un círculo de fragmentos de su vida la condena. Cae de rodillas sobre el asfalto y se dice para si en un gemido “Ay esas rosas”. Blaus pone la mano sobre su hombre pero Luam está ida.
-¡Ay esas rosas engendradas por mi madre¡ ¡Ay de sus sueños¡ ¿Dónde estarán?
      Con el dolor en su vientre. Con el dolor en su pecho se alza y corre y corre hacia la bahía. Blaus la persigue y la llama.  Pero ella es sorda.
      En la bahía Luam tiene que decantarse por una barca. Pero, cual, cual. Se designa por una sencilla. Suelta amarras y se sube. Pone el motor y desaparece con el quejido de este en sentido de ese horizonte terrorífico. Por suerte la mar está en calma. El sudor le cae por sus espaldas.
      El pianista aprisa despierta a los dos amantes.
- Levantad. Despertar que ha ocurrido una desgracia.
- Um, ¿qué ocurre? ¿Por qué nos despiertas?- pregunta estirándose Sebastian- Habla ya.
Está sudando y casi tembloroso.
- Luam se ha ido. Se ha ido a su pueblo. El volcán ha reventado en la isla y se ha ido.
        Ambos estupefactos se levantan ávidamente. Sus cuerpos desnudos rápidamente son  abrigados por la ropa. Miran al pequeño y lo dejan dormir antes de salir. Se dirigen a la bahía pero allí no hay nada. Rastrean embarcación por embarcación pero nada. Desesperados van a la comisaría.
- Buenas señores. Se les ofrece algo.
- Si agente- asiente Sebastian- Una amiga nuestra ha desaparecido. Se ha ido.
        Sebastian paso por paso cuenta todo el suceso.
- Ya podéis marcharos. Nosotros resolveremos el caso. Seguro que vuelve.
**
      Luam navega y navega con el revirar de sus sueños, con las lágrimas como incesante paso de sus recuerdos.
**
       Gueda y Anne izan el último suspiro. Se abrazan, se besan. Adiós a los rosales, adiós en amaneceres envueltas en sábanas de algodón, adiós al azahar del frescor de sus labios. La muerte se apodera de ellas y un universo extraño las contagia con la danza de sus espíritus.
**
    “ ¡Qué será de esas mujeres¡ Tengo un mal presentimiento. Solo me habla ese ciprés como visionero de los que desaparecen. Dios, si existe, sálvalas.¡Me siento tan cobarde¡ Mi cavilar está acuchillado”. Decidido ante los peligro parte en dirección a la casa de Anne. “No, no presiento  su gemir y su valentía es silencio”
**
      Luam navega y navega. Ya a lo lejos se divisa las casas blancas de la costa. Aterrada, consumida en el silencio mientras más y más se aproximaba un lamento la azota por ese magma vestido de guadañas. “Acércate más isla mía que los rorcuales callan son obscuridad por el sufrir. Dime sol ¿Cómo están? Delfines grises son guía y el océano se vuelve violento hasta llegar a ese paraíso desencantado. Solo navegar y navegar bajo la sombra de cenizas”. Llega a la playa exhausta, casi sin fuerza. En el pueblo no hay nadie.

**
        Las campanas en el pueblo no dejan de replicar confiadas en el desvanecer de ese monstruo de las montañas.
-Salid feligreses míos. Que aunque el sol es sordo a nuestra oración. El grito del volcán se ha ahogado. Salid, esa mala bestia se agota y la jornada se presenta noble como ese faro que nos salva de un naufragio.
      Nadie le hace caso. Todos andan acurrucados en la Iglesia rezando. Solo hay un alma en medio de plaza. El cura sale y casi asfixiado se aproxima a él.
- Amigo médico. Todo ha acabado.
- No señor cura. Todavía no ha acabado. No siento el aroma de Anne. No siento el eco de las gaviotas zarandear en mi pecho herido.
- Seguro que estarán bien, como nosotros. Vamos, míreme doctor.
-No. Acaso no ha visto por donde aquel río mortífero se ha abalanzado.¡Por allá¡ Donde el oasis de mi sueños se encuentra. ¡La muerte¡ señor cura. ¡La muerte¡ es círculo de brasas que las han apresado.
**
        Solo el rotundo silencio y el gemir de un cenizo cielo percibe Luam. Solo su alma danza con las tinieblas. “Solo hay herida. Solo el miedo”. Cada paso se le hace más pesado, más doloroso, más horizonte de duelos. Va en busca del camino que la lleva a su pueblo. Aunque sus fuerzas languidecen sigue adelante.
**
      Se levanta del sillón y visiona la ovación a la muerte. Ante ella el retrato de su madre en el mercado de flores. “¿Por qué no la llame cuando era colinas rotas, cuando mis fuerzas no podían más? Ahora me levanto sobre un lecho de magma y veo su baile con las constelaciones. ¡Tragada por su amante¡ ¡La tierra¡”
**
       Duelo por dos almas invisibles. Ataúdes vacíos, rostros pensativos y lágrimas cenicientas  en el último beso de esas dos vidas. La lluvia cae. Liam está presente, tímidamente se aproxima a Luam.
- Luam. La lluvia. Te vas a enfermar.
Ella se vira y observa a la madre de él.
- Ahora yo me siento como usted. Me siento derruida, como acabada. Existe un vacío en mí…Mi ánimo desfallece y la muerte es punzón que me palpa, que me acaricia. Me siento absurdo como si mis sentimientos se hubieran calcinado con el sufrimiento. Mis piernas no responden, mis manos no hablan, mis labios y mi corazón están fatigados.
       La madre de Liam le acaricia la barbilla, se la alza para descubrir en sus ojos esa oquedad de la soledad, del dolor. Se van  y Luam se queda con el médico sola. La lluvia se extingue y en el horizonte una brisa anaranjada avisa de la caída del sol.
- Vamos hija. Ven conmigo.
      Luam se va con el médico. La sombra de la nada vuela sobre ellos. El pueblo se halla en un silencio absoluto solo el tintineo de unos añejos olmos les da la bienvenida.
- Luam, se que no es el momento apropiado. Pero, ¿qué vas hacer?
- No lo se. Ahora estoy tan cansada…Me he quedado sin nada.
- Yo te ayudaré. Mírame como padre. Yo te mirare como hija.
- No. Yo misma seré pilar de mi mañana.
- ¿No tienes a alguien?
- Si
- ¿Quién?
- Alguien que está muy lejos y cuyo nombre no quiero recordar. Aunque quisiera pedirle ayuda no podría ayudarme. Esperaré, esperaré.
      El médico abre la puerta de su casa, una media luz y la calidez los invita a entrar. Suben la escalera que ronronea sus viejas maderas y se meten en el despacho. Todo el presente se vuelve aguas sucias: el temor, la huída de la felicidad, el himno de la alegría ahora obtuso y melancólico. Se sientan. Se observan y la soledad sonora explota.
- Luam, ¿por qué no me dices quien es tu amor?
- No puedo. Su nombre es prohibido. ¡Se estremece mis latidos¡ Olvida. Olvida ese amante de mi ayer. ¿Tienes algo para calentar este cuerpo?
- Si mujer. Ya te traigo de algo.
     Sale del despacho pero sin antes pedir disculpa a Luam por su intromisión. Luam se queda sola. Tiene ganas de huir y restaurar sus años perdidos. El médico retorna con una taza en la mano, una taza de la cual el humo es espiral donde todos los sueños decrecen.
- Toma Luam. Esto te ayudara a descansar.
        Bebe de ella como el aroma fresco de su madre estuviera presente. El doctor se sienta frente a ella. La pesadumbre los hace caer en el silencio, un silencio de bosques ancianos donde ya no se posa las aves de la esperanza. La noche ya los alberga y se quedan dormidos en sus respectivos sillones, uno frente al otro, el otro frente a uno. Pero llega el alba, ese alba que es regazo de las almas en pena. Luam y el doctor despiertan.
- Bueno doctor, gracias por su hospitalidad pero debo irme. Debo seguir mi camino.
- Como tú quieras. Ya sabes que me tienes aquí. Me puedes decir a donde vas.
-No, no puedo doctor. Lo siento. Solo quiero ser olvido de las aguas torrenciales del ayer, del hoy. Quiero desquitarme del sepulcro que invaden mis alas y ser alondra que desoye el relámpago sórdido del dolor.
El doctor la acompaña a la puerta y no le dice nada, la respeta.
       Luam se yerta sobre otro pueblo de la isla.  Llega a una anciana casa de piedra y barro que sabe que dan trabajo. Su puño se eleva y con ayuda de la danza de la brisa toca.
- ¿Quién es?
Luam no contesta, no sabe que decir pero la puerta se abre.
- ¿Qué quieres muchacha?- pregunta un anciano.
- Un trabajo en sus tierras- dijo Luam secamente.
- Tu cara me suena ¿Tu eres hija de Anne?
- Si señor.
- Te doy mi pésame. Si, te doy empleo pero no esperes un gran sueldo. Serás una jornalera más de mis tierras. Lo siento.
- No importa señor. Solo es por una temporada mientras me recupero de las heridas de la vida.
- No me llames señor hija. Me llamo Anton. Ahora pasa, te voy a dar una taza de café y algo de comer que hace mucho frío. Después, te diré lo que tienes que hacer.
     Luam entra en esa casa. No se nota lujos. Debe ser un huraño, se dice así misma. Todos sus muebles son viejos y carcomidos por las termitas. Después del café se yerguen por un camino de tierra hasta el lugar donde Luam tiene que desarrollar su labor.
-Aquí trabajas hasta que tú quieras. El capataz te dirá lo que tienes que hacer con tus otras compañeras. Yo ahora me voy. Ya no me verás más, él se encargará de pagarte.
El anciano se va y el capataz se aproxima.
- Buenos días. Vamos que te voy a ir explicando todo lo que tienes que hacer. Te recomiendo que seas limpia y rápida. ¿Has trabajado alguna vez en tomateras?
- No
-No importa el trabajo es sencillo. Solo tienes que ajustar y quitar las malas hierbas. Ellas te explicarán todo.
        El capataz la presenta a sus compañeras. Ninguna la mira, cada una está concentrada en su labor. Luam percibe algo en ellas grotesco. Se va y la dejan sola con ellas.
-¡Qué te pasa¡-aúlla una-Estás destrozando todo, has invadido mi zona. Todo mi trabajo. Ya has tenido tiempo de aprender.
          Luam la desoye sigue a su ritmo intentándolo hacerlo lo mejor posible.
- Pero, ¿qué te pasa? Eres muda acaso. No sabes responder. Has echado a perder todo mi trabajo. ¿Me entiendes?
-Si, te entiendo. Ya voy a recogerlo.
      Sin más Luam ante la mirada de ira de aquella mujer comenzó a arreglar todo aquello que suponía que había destrozado.
         La jornada comienza a ser amparada por la oscuridad. Ya es hora de terminar e irse a descansar. Luam tomó un camino de tierra que la lleva a una caseta en la que se guarecen las sin techos.  En una cama de litera se funde en el sueño. No puede dormir, se va afuera. Las constelaciones parecen que se empujan unas a otras en una noche de luna. Se sienta en la tierra con su espalda apoyada en la pared de la caseta alejada de todas las miradas. Saca el lápiz de su mochila y comienza a escribir.
Queridos amigos:
      Otra vez soy desvanecer de vuestra belleza. Lo siento por no despedirme pero un canto fúnebre azotó mi vida. Mi madre ha muerto por culpa de la tirana tierra. Ay, no puedo escribir más. Ojala llegue pronto ese día en que podamos vernos otra vez.
                                         Se despide
                                                     Luam
        Luam se queda contemplado la maravilla de las estrellas. Al entrar cuando el frío comenzó hacer mella en ella todas dormían menos una.
- Hola. Buenas noches.
-Hola. Ven aquí novata. Prueba algo de esto. Comprende que aquí somos muchas y todas vivimos en la pobreza. Venga siéntate a mi lado. Somos mujeres de sueños, de sueños que se confunden con el llanto.
- Ya entiendo.
       Las dos mujeres charlan hasta altas horas de la madrugada, esferas  en las que se identifican sus raíces y sus sueños. Ese sueño que las invade con el vals de la sonrisa hasta fundirse con el crepúsculo.
**
- Otra vez la muda está aquí- con burla dijo aquella que el día anterior le había llamado la atención.
-Déjame en paz, yo solo cumplo con mi trabajo.
-Pero ¿habéis oído lo que ha dicho la muda? No tropieces conmigo si no te las quieres ver. Vale morena.
-¿Por qué te metes conmigo? Yo a ti no te he dicho nada.
-Cállate idiota que viene el capataz.
    El capataz entra en el invernadero, nota algo entre ellas.
- ¿Qué pasa ahí?
      Nadie contesta todas están aferradas a su labor . Se dirige a Luam
- Toma Luam. Esto es para ti. Pero no la leas hasta que la jornada se acabe. La han enviado de tu pueblo.
            Se va el capataz. Una navaja danza detrás de ella. Luam no se da cuenta pero le tienden una trampa. Al instante nota que todas se aproximan a ella. Se vira y un corte es brasas sobre su rostro.
-          Desaparece de aquí culta de mierda sino quiere que te matemos.
       Luam no soporta más. Se va. Pasa por la cabaña y recoge sus cosas. Por el camino hasta su pueblo va leyendo la carta. No deja de sangrar ¡Es de ella¡ De la doctora. Su corazón palpita y sus sentimientos vuelan en la nostalgia.
Querida Luam:
¿Como estás amor mío? Yo solo se que tu ausencia me ha dejado embarcada en la soledad. Oh, eres templo de mi pasión. Sábanas frías, habitaciones vacías y una humareda de añoranza me visita cada día. ¿Qué decirte amor mío? Te espero
                                                           Abrazos
                                                           La doctora
**
      Luam desea desesperada y herida llegar a casa del doctor. No puede. Su cuerpo tiembla y el corte no deja de sangrar. Toca en casa del padre de Liam.
- Pero ¿Quién?¿ Qué te han hecho Luam? ¿Quien ha sido el condenado? Vamos mi niña, pasa. Yo iré a buscar la médico mientras tanto mi mujer te cuidará.
Como el paso del fuego con viento va el padre de Liam al pueblo. Tropieza con el cura que al verlo tan apresurado lo para.
- ¿A dónde vas tan rápido? ¿Ha pasado algo?
- Luam señor cura. Está herida.
    El cura se queda obsoleto. Asombrado por las atrocidades de los humanos.
- No puede ser. No puede ser. ¿Dónde está ella?
- Está en mi casa. Desfallecida y ensangrentada ha llegado.
-Bien. Prosigue tu camino, yo voy a verla.
“Levantad amantes de este pueblo. Levantad”, grito el cura en su paso para ver a Luam. “Levantad que una de vuestras amigas es ruina de su entereza“
    Una de las tejedoras se asoma y pregunta.
-Pero señor cura ¿a que viene esos gritos a estas horas?
- Han herido a Luam. Avisa al pueblo e ir a la casa del padre de Liam.
- No se preocupe señor cura. Vendrán los muertos. Los espíritus protectores de este pueblo.
- Déjese de tonterías señora y hágame caso.
**
     El padre de Liam es coz en la puerta del médico.
- Señor doctor. Señor doctor.
-Pero , ¿qué pasa? ¿Por qué esos gritos? ¿Qué ha pasado ahora? ¿Está bien tu mujer?
- Luam ha recibido una paliza.
- ¡Una paliza¡- el médico no sale de su asombro- ¿Quién?. ¿Dónde está ella?
- En mi casa.
- Vamos. Vamos. No hay tiempo que perder.¡Culpa mía¡ No tenía que haberla dejado irse.
   Al llegar a la casa de paredes quebradas hay un enjambre de gentes. Todo el pueblo se concentra en ella. Le dan paso al médico y allí tendida en la cama del dormitorio de los padres de Liam está Luam con el cura.
- Ha llegado usted doctor. Estoy preocupado, no habla. Ha sangrado mucho.
- Por favor, déjenos solos.
    Dejan a Luam y el médico en la habitación. El la observa, la examina.
- Dime Luam. ¿Quién ha sido? No hablas. No quieres responder y ello me produce un cierto remordimiento y dolor. ¿Quién ha sido el maldito o la maldita que te ha hecho esto? Di algo mujer, por favor.
- Nada doctor. Solo quiero irme de aquí. Desaparecer. Me siento cansada. Quiero volver de nuevo a la ciudad.
- Vale Luam. Lo que tienes no es grave, es la sangre que asusta. Esta noche sale un barco. Yo mismo te llevaré a la bahía.
  El doctor sale de la casa y ruega a todos que se vayan.
- Pero como que nos vayamos. Tenemos que saber lo que pasado- se acercó el cura.
- Luam necesita silencio y tranquilidad. Está bien.
- Dígamelo al oído, tengo que saber lo ocurrido.
- No señor cura. Luam no quiere.
- De acuerdo, nos vamos.
**
    Atraca el barco en el muelle. Luam desembarca y coge un taxi para ir a casa de sus amigos. Quiere ser despida. Con abrazos y llantos la reciben.
- ¿Cómo estás Luam? Te echábamos de menos. Nos tenías preocupados. Irte, así, sin decir nada. Pero dime, ¿Qué te ha sucedido? ¿Qué es ese corte que tienes en la cara?
Luam es narración de sus desastres, de sus penas.
- Espeluznante-comenta Bautista-Deberías denunciarlas.
- No. Solo quiero olvidar
- ¿Cómo que no? Tienes que afrentarte a todo aquel que te hace daño. Esto no puede quedar así- prosigue Bautista.
- Olvídalo. Mañana parto para la selva. He venido para pedir perdón por desaparecer así, tan de repente.
-Estás perdonada querida amiga. Recuerda, somos amigos. Estamos aquí para todo lo que necesites. Te queremos tanto…- dice Sebastian.
- ¿Dónde está el pequeño Jonás?
-Está durmiendo Luam.
- ¿Si pudiera yo también descansar chicos?
- ¿Cómo no Luam?
Somos retamas de los desfiladeros
Donde nuestra savia es amortajada
Por la insulsa libertad,
Siempre borrando la caricia pacífica
En ese valle de hayas
Y ahogándolo con las lágrimas
Donde los sueños se corrompen.
- Ahí Sebastian. La poesía y tú. Te quiero tanto…
- Que el amor sea nuestras constelaciones.  Te contaré un sueño para que descanses bien. “Eran dos náufragos de rumbos distintos que se encontraron en algún lugar del océano en la travesía de la desesperanza. Ambos habían sido expulsados de sus tierras y sus respectivas barcas se habían hundido. Cuando la última gota de vida les llegaba colisionaron sus cuerpos cada uno en un madero. A ambos,  les quedaban poco de vida. Se dieron un beso y un adiós. Un beso y un adiós que dio lugar al nacimiento de una nueva isla, una nueva tierra donde fueron brío de sus corazones”.

**
      La profesora rompe aguas. Liam indeciso corre al pueblo en busca del médico con su bicicleta.  Al llegar, ella está arrastrándose por el suelo con el niño en brazos. Los dos no salían de su asombro. Todo era sangre y sudor pero la profesora sonría, sonría a esa criatura de su vientre, de su amor.
**
    Luam se va sobre ese océano misterioso. Con la esperanza como bandera  para evadirse de toda esa carcoma  de su vida. ¡Pañuelos son despedidas¡ Pañuelos que danzan a la libertad cuando el sol es naciente. Lágrimas que gritan la despedida de unos amigos que se quieren, que se aprecian.  Luam, en la barandilla, como todos, arroja su pasado con ese velo del silencio. En sus pensamientos talla su mañana. La sorpresa de Luam fue encontrarse a Asum.
-¿Como estás?
- Bien y tu.
- Bien. Mi lucha ha dado sus frutas. He logrado salvar a mi familia de la miseria. Ahora, vuelvo, quiero abrazarlos. Pero, otros, han fracasado.
**
   Se levanta de ese sillón. Se deja llevar por su jardín de rosas donde quema todos sus recuerdos, esos recuerdos que no más son albatros constelados de su memoria.


fin








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