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En
su celda, al lado de la capilla. Sí, en su celda se halla la superiora. Antes
de que la noche caiga de nuevo saca un viejo baúl que debajo de su catre. Un
viejo baúl cerrado con un candado y llevando ella las llaves colgadas de su
cuello. Lo abre. No más que papeles viejos pertenecientes a cartas mohosas. Lee
y lee a la luz de una vela. De sus ojos se avista una pena, una lágrima que cae
por su tez hasta su mano. La guarda de nuevo y cierra, mete el viejo baúl donde
estaba. Se levanta lentamente y mira la cruz posada sobre su cama. Lentamente
se quita su ropa, lentamente se flagela , cada azotaina la lleva a un ayer donde
sus labios tropezaron con él. Una serie de fotogramas de su pasado la envuelven
en bandada de cuervos, en una masa violenta de niebla. Y zas…Cada recuerdo es un azote, duro, sin compasión.
Y llora, mientras en la sala continua las muchachas ateridas escuchan algo,
unos golpes nunca oídos. No se interrogan, se imaginan a la monja superiora consumiéndose
en sus pecados ¡Te quiero dolor¡, dice para sus adentros ¡Expulsa de mi esta
imagen que se ramifica en mi mente como hierba mala, hierva envenenada¡ ¡Sufro
señor¡ ¡Sí¡ Sufro la mentira. No entiendo aún en largo paso de los vientos el
porqué me dejo. Lo quería tanto…Y zas. No. No puede ser el demonio viene hasta
mí y me lo trae ¡Perdóname señor¡ Aun sus ojos azules se posan en mi cabeza y
no puedo detenerlo cuando a solas me encuentro ¡Ay señor¡ De mi no más que ven
rigidez, dureza, antipatía, enemiga pero la vida me ha obligado a ello.
Perdóname, perdóname señor. En mi cuerpo aún conservo su olor ¡cómo puede ser¡
¡Ah, que necia soy¡ Mis pecados nunca serán perdonados por ti , por ti señor
¡Ah , el otoño¡ se enraíza en una tarde que acaba, que se desecha en penosos
gemidos. Las muchachas contenidas el terrorífico frío escuchan. Escuchan
alguien en la queja de llantos abandonados al vacío, a la nada. Los ratones
ambulan por ese lugar sagrado. Ellas los sientes pero no hay pavor, la
costumbre es hábito que erige el mañana.
Y zas, el último golpe seco. Su espalda ensangrentada, su espalda
dolorida, su espalda mutilada, su espalda pesada. Con un pedazo de paño coge
agua de una vasija de metal y se cura y se limpia aunque el ardor, la herida no
sane nunca. Lento, muy lento hasta que la sangre deje de correr vomitando el
pasado. La oscuridad se arrima, la luz se evade y la tarde noche otoñal se
disfraza de un firmamento claro, esbozando un cosmos donde los astros hacen sus
juegos ¡Ah, el otoño¡, la lluvia duerme y límpido universo navega a ras de esa
tierra, energético y calmo a la vez...CONTINUARÁ
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