viernes, noviembre 22, 2019

AMPUAM...7 PARTE


7
En su celda, al lado de la capilla. Sí, en su celda se halla la superiora. Antes de que la noche caiga de nuevo saca un viejo baúl que debajo de su catre. Un viejo baúl cerrado con un candado y llevando ella las llaves colgadas de su cuello. Lo abre. No más que papeles viejos pertenecientes a cartas mohosas. Lee y lee a la luz de una vela. De sus ojos se avista una pena, una lágrima que cae por su tez hasta su mano. La guarda de nuevo y cierra, mete el viejo baúl donde estaba. Se levanta lentamente y mira la cruz posada sobre su cama. Lentamente se quita su ropa, lentamente se flagela , cada azotaina la lleva a un ayer donde sus labios tropezaron con él. Una serie de fotogramas de su pasado la envuelven en bandada de cuervos, en una masa violenta de niebla. Y  zas…Cada recuerdo es un azote, duro, sin compasión. Y llora, mientras en la sala continua las muchachas ateridas escuchan algo, unos golpes nunca oídos. No se interrogan, se imaginan a la monja superiora consumiéndose en sus pecados ¡Te quiero dolor¡, dice para sus adentros ¡Expulsa de mi esta imagen que se ramifica en mi mente como hierba mala, hierva envenenada¡ ¡Sufro señor¡ ¡Sí¡ Sufro la mentira. No entiendo aún en largo paso de los vientos el porqué me dejo. Lo quería tanto…Y zas. No. No puede ser el demonio viene hasta mí y me lo trae ¡Perdóname señor¡ Aun sus ojos azules se posan en mi cabeza y no puedo detenerlo cuando a solas me encuentro ¡Ay señor¡ De mi no más que ven rigidez, dureza, antipatía, enemiga pero la vida me ha obligado a ello. Perdóname, perdóname señor. En mi cuerpo aún conservo su olor ¡cómo puede ser¡ ¡Ah, que necia soy¡ Mis pecados nunca serán perdonados por ti , por ti señor ¡Ah , el otoño¡ se enraíza en una tarde que acaba, que se desecha en penosos gemidos. Las muchachas contenidas el terrorífico frío escuchan. Escuchan alguien en la queja de llantos abandonados al vacío, a la nada. Los ratones ambulan por ese lugar sagrado. Ellas los sientes pero no hay pavor, la costumbre es hábito que erige el mañana.  Y zas, el último golpe seco. Su espalda ensangrentada, su espalda dolorida, su espalda mutilada, su espalda pesada. Con un pedazo de paño coge agua de una vasija de metal y se cura y se limpia aunque el ardor, la herida no sane nunca. Lento, muy lento hasta que la sangre deje de correr vomitando el pasado. La oscuridad se arrima, la luz se evade y la tarde noche otoñal se disfraza de un firmamento claro, esbozando un cosmos donde los astros hacen sus juegos ¡Ah, el otoño¡, la lluvia duerme y límpido universo navega a ras de esa tierra, energético y calmo a la vez...CONTINUARÁ


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