Agosto. Estamos en agosto, las luces de un verano atosigan,
son impertinentes en el sudor de las carnes. Nos agotamos y un tambor remata el
final del camino y una armónica pena su hoy. Agosto. Estamos en agostos, los hombros
caídos, los ojos inconclusos, las manos disueltas en la nada…en la nada. Las
soledades tienen colores grises, plomizos. Despertamos y estamos en agosto, las
piernas sueñan en sus pisadas desenvueltas en miradas raídas, idas. Y nos
levantamos y vemos como el amanecer es lumbre de un nuevo sueño…un sueño de
agosto. Me enfrento a un espejo y te veo tras de mí. Y te digo, que te quiero,
que te espero. No sé como componer los silbidos de la llamada. Agosto. Estamos
en agosto, este mundo está enfermo, sus edificios sudan el arraigo de la
tristeza. Y me pregunto de esa tristeza…esa tristeza donde la serenidad se
impone en su legado. Agosto. Estamos en agosto y lo denso de la atmósfera nos aparta
de la vitalidad de los pájaros…pájaros que no cantan, pájaros estáticos en el
curso de los despertares. Y, sin querer, te digo que te quiero, que te espero.
Agosto…
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